Con un concierto que no terminó de redondear una sensación de satisfacción plena entre los melómanos más exigentes, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires comenzó su temporada 2019 en el Teatro Colón. El jueves, ante una sala colmada, el organismo que dirige Enrique Arturo Diemecke ofreció un programa que, por densidad emotiva y fortuna mediática, podría sin dudas definirse como atractivo. Incluyó el Concierto para piano y orquesta nº1 en Si bemol menor Op.23 de Piotr Illic Tchaikovsky, con la participación del pianista ucraniano Alexander Romanovsky como solista, y una suite de la ópera de la ópera El príncipe Igor de Alexander Borodin, con la soprano Jaquelina Livieri y el Coro estable del Teatro Colón.
Más allá de exponer las fricciones y las aproximaciones de dos maneras de la música rusa de fines del siglo XIX, con un compositor aparentemente europeísta, Tchaikovsky, y uno aparentemente nacionalista, Borodin, el programa del jueves reflejó la idea central de repertorio que barajó Diemecke para esta temporada. Una oferta anual en general calculada a partir de los atractivos del Romanticismo en sus distintas facetas, extendido hacia los posteriores desarrollos contenidos por el Neoclasicismo para una mirada parcial del Siglo XX histórico en nombre de la modernidad, con poquísimas expresiones de la música actual.
En este sentido, el Concierto de Tchaikovsky resultó la obra ideal para abrir el programa inaugural de la Filarmónica. Compuesto en 1875 y revisado posteriormente en 1879 y 1888, la obra se articula en los canónicos tres movimientos. En particular en el primero, el compositor se abandona a una grandiosidad no exenta de momentos inspirados, que en su riqueza de ideas no logra conjugar del todo retórica y lógica formal. En este contexto de contrastes y acercamientos entre solista y orquesta que modelan la dinámica de la obra, la tarea del pianista resultó impactante, por vigor y precisión técnica, y acaso un poco menos rica en matices. A esto último tampoco contribuyó el despliegue de la orquesta, en general con pocos reflejos para el diálogo con el solista y en varias ocasiones con un sonido poco flexible, además de algunos extravíos rítmicos. No obstante, Romanovsky, pianista clase 1984 formado en la tradición rusa y figura afirmada en el actual panorama europeo, se mostró seguro y eficiente en todo momento, resultó feroz en la cadencia del primer movimiento y brillante en el enardecido final, que hipotecó el aplauso efusivo del público que durante casi cuarenta minutos permaneció en silencio.
En la segunda parte, la suite de la ópera El príncipe Igor, de Borodin, puso en juego otra sonoridad, acaso muestra de una Rusia distinta a la de Tchaikovsky. Basada en un poema épico ruso del siglo XII que relata la campaña del príncipe Ígor Sviatoslávich contra las tribus de invasores cumanos, la obra esquiva las convenciones musicales de la tradición europea y se proyecta en busca de sonoridades arcaicas, con reminiscencias de un oriente recuperado. Inconclusa en el momento de la muerte de Borodin, en 1887, la ópera fue completada, como tantas obras de los compositores del llamado Grupo de los cinco, por Nikolai Rimsky-Korsakov y Alexander Glazunov, que lograron estrenarla en San Petersburgo en 1890.
La fantasiosa fastuosidad de la instrumentación caracteriza una partitura que además de la obertura y una marcha del tercer acto, tiene en las celebradas danzas polovtsianas del segundo acto su momento central. Livieri cantó su parte con sensualidad y belleza y el coro alternó levedad exótica y enjundia épica en nombre del tártaro Kahn hacia el prisionero Igor. Un final enérgico y vertiginoso empeñó otro gran aplauso del público, para premiar un concierto atractivo en su repertorio, que sin embargo podría haber dado más en la ejecución.
La temporada de la Filarmónica continuará el jueves 14 de marzo con la guitarrista Sharon Isbin como solista, con música de Joaquín Rodrigo, Leonard Bernstein y un estreno del compositor Alex Nante, cuyo Premio Nacional de Música sinfónica y de cámara, adjudicado a fines del año pasado por la Secretaría de Cultura de la Nación resultó muy discutido por razones reglamentarias. El jueves 21, el pianista Filippo Gamba interpretará el Tercer concierto para piano y orquesta de Beethoven en un programa que se completará con Scheherezade de Rimsky-Korsakov, y el 25 de abril la mezzosoprano Adriana Mastrangelo será la solista en la Sinfonía nº3 de Gustav Mahler.