Decenas de miles de argelinos desbordaron ayer la calles del país para protestar por la decisión de su presidente, Abdelaziz Buteflika, de aspirar a un quinto mandato consecutivo, envueltos en banderas nacionales para señalar su patriotismo y asidos a cánticos ensayados en los estadios.
Una movilización masiva crece sin pausa desde que arrancara el pasado viernes gracias a las redes sociales, y que responde al hartazgo de una sociedad decepcionada con un régimen anacrónico y agotado, incapaz de atajar la aguda crisis económica que Argelia padece desde que en 2014 se desplomara el precio del petróleo. “Estamos aquí por dignidad. Por dignidad y por orgullo. Este es nuestro país y nos lo han robado. No queremos más a Buteflika y a quienes conspiran a su lado”, explicó a Amal, una funcionaria de mediana edad.
Residente en una de las zonas altas y acomodadas de la capital, Amal bajó en familia, con su marido, padres e hijos pequeños, para sumarse a las riadas de jóvenes y no tan jóvenes que concluida la oración preceptiva de los viernes (día sagrado musulmán) convergieron en la plaza de la Grand Post, en el centro de Argel. Otras mareas humanas, igualmente en ambiente festivo bajo el primaveral sol de Argel, desbordaron arterias como Krim Belkacem, que conduce hacia el Palacio del Pueblo, a la presidencia y la sede del gobierno, fuertemente custodiados.
El despliegue era especialmente intenso en el paseo marítimo a la altura del bulevar Zaghoud Youcef, en el que se encuentran el Parlamento y la sede de la gobernación de Argel, entre otros edificios oficiales. En el momento en el que cualquiera de las corrientes trataba de desviarse y eludir estos controles, la Policía, apoyada por unidades antidisturbios y cientos de agentes vestidos de civil, lanzaban botes de gas pimienta para frenar a los manifestantes.
“No pararemos, no hay nadie que pueda ya parar a un pueblo que ha decidido despertar y buscar su futuro”, explicó uno de los manifestantes. “No, no tenemos miedo. Las protestas son un derecho y no vamos a renunciar a ello. Necesitamos un cambio real y vamos a lograrlo”, insistió otro de los congregados, que como su colega prefirió no identificarse por seguridad. Las protestas contra las aspiraciones de Buteflika arrancaron el pasado viernes en Argel con la mayor marcha que se recuerda en la capital en la última década.
El martes, miles de estudiantes universitarios y de secundaria de todo el país marcharon igualmente contra la candidatura del anciano y enfermo mandatario, elegido hace ya dos décadas. El jueves, una veintena de periodistas fueron detenidos por la Policía –y liberados horas después– cuando protestaban en el centro de Argel contra el quinto mandato y la “represión del régimen a la libertad de prensa”. Horas después, el primer ministro argelino, Ahmed Ouyahia, con un discurso alarmista, aludió a los días previos al estallido de la guerra civil (1992-2002), una época conocida como el “decenio negro” en la que murieron más de 300.000 personas y decenas de miles desaparecieron.
Ouyahia, que admitió que las protestas se asientan en una derecho constitucional, sacó asimismo a colación el inicio de la revuelta en Siria, que dijo “también empezó con rosas” en alusión a una foto de una argelina con una flor frente a la Policía que se ha hecho viral en redes.
La movilización, que hoy se repitió en la mayoría de ciudades del país, tiene lugar en ausencia del propio Buteflika, quien el pasado domingo fue trasladado a un hospital de Suiza para someterse a lo que el círculo de poder en Argelia califica de revisiones médicas rutinarias.
En la presidencia desde 1999, el mandatario, que este sábado cumple 82 años, sufrió en 2013 un agudo accidente cardiovascular que ya le impidió hacer campaña para las presidenciales del año siguiente. Desde entonces no habla en público, se mueve en una silla de ruedas empujada por su hermano Said y sus apariciones públicas son inusuales, reducidas a las imágenes grabadas por la cadena estatal con motivo del consejo de ministroS o de visitas de altos dignatarios extranjeros.
Hace un lustro que no viaja al extranjero y en los dos últimos años ha cancelado en el último momento por “recaídas de salud” reuniones ya confirmadas con altos responsables como la canciller alemana, Angela Merkel, o el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamad bin Salmán.
A las protestas se han unido la organización de intelectuales “Mutawana” (ciudadanía) y el Movimiento Social por la Paz (MSP), principal grupo islamista autorizado en Argelia, que considera el quinto mandato lesivo para el país.