Ahora todos y todas lo sabemos: este artista que hoy es galán maduro sufrió tanto de niño. Porque la fama no es lo que parece. Para lucir hay que sufrir, decía una tía. Y es que todo lo que pasa de un tiempo a esta parte alrededor de Luis Miguel (comenzando por su “regreso” a nivel planetario) está mediado y resignificado por su propia historia, convertida en exitosa serie de Netflix. También en el escenario. Así que si Luismi se enoja desmedidamente con el sonido (un toc a esta altura bien conocido por sus fans), les marca a los músicos cada entrada, parece todo el tiempo más tenso que entregado a las canciones, no le dirige a su público más que tres frases cortas... Ahí aparece también ese chico sufriente, autoexigente, hiper detallista que conocimos en la biopic. Y que para las fans que el viernes llenaron el Campo Argentino de Polo, es otro motivo de adoración.
El primero de los dos conciertos que El Sol de México dio en Buenos Aires agotó sus entradas en pocas horas cuando salieron a la venta, el año pasado, y ahora el lugar luce repleto. De un cupo mayoritariamente femenino, aunque también se ven varones; algunos como estoicos acompañantes, otros bien entregados a vivir el momento. Y es que el público y su sonoro entusiasmo es verdaderamente parte del show: todo lo que no “se suelta” el astro mexicano sobre el escenario, se vive como un revoleo acá abajo. Hay gritos (desde frases de amor hasta amenazas violatorias). Hay un coro en continuado de todas las canciones, sobre el que el intérprete podrá frasear. Hay un diálogo unilateral: “¡Se escucha bien, se escucha bien!”; “¡Que hable, que hable!”, le cantan, en simpático corito. El no va a hablar, pero tampoco decepciona. Lo quieren como es.
Ya en la previa, por la zona de las plateas vip, se vive un gran momento del concierto. Hace su entrada César Bordón, el actor argentino que encarna a Hugo López, el representante bueno de Luis Miguel. Ha venido vestido para la ocasión, de elegante traje, como en la serie. A él también le gritan te amo, se le tiran encima, se sacan fotos y fotos con él. Como si de verdad fuera el hombre que encaminó la vida del astro, él responde tirando besos, sonriendo a cada requerimiento, aceptando cada abrazo. ¡Oh, la ficción! Lo quieren como a un buen padre. Pero también se le han pegado, por contigüidad, los atributos del mismísimo Luis Miguel, y a esta altura es todo un sex symbol, con el viento a favor de la metonimia.
Finalmente comienza el show y Luis Miguel trae todo lo que se espera de sí. Es “el gran romántico”, y así lo confirma su repertorio, hecho exclusivamente de canciones de amor, a excepción del set que llegará para el final. Son todos hits: “Si te vas”, “Suave”, “Hasta que me olvides”, “No sé tú”. Y también están los hits que revivió y fijó la serie: “Culpable o no”, “No me platiques más”, “Un hombre busca a una mujer”. En el medio, un par de los boleros que grabó en su mega exitoso Romance: “La barca”, “Contigo en la distancia”. Estos últimos, con un piano de cola que entra para la ocasión.
Ya galán maduro, ahora luciendo una melena a lo De la Sota aunque con el porte y la férrea elegancia de siempre, Luis Miguel sigue encarnando ese prototipo de artista romántico que volvió sello, y que lo llevó, entre otras cosas, a vender cien millones de discos en todo el mundo. Ningún detalle está librado al azar: ni sus fraseos, ni sus sonrisas que resplandecen en los momentos justos (el resto, el gesto es de sufrimiento), ni su esmoquin, al que le irá sacando piezas a medida que transcurre el show, ni sus movimientos pélvicos, que parecen remitir a Sandro pero que en él están como contenidos, ajustados en cada detalle al espectáculo. La fama de “hiper exigente” parece cobrar cuerpo ante los reiterados y cada vez más gestuales llamados de atención que le hace al sonidista de monitoreo, hacia ese costado derecho al que todo el tiempo recurre golpeando con el dedo el micrófono, aunque no se entiende muy bien qué es lo que pide Luismi. ¿Qué le suban, que le bajen, que le ajusten? ¿Habrá alguien ahí o será también parte de la puesta? Por suerte la cosa no pasa a mayores y el astro no termina cortando todo en pleno concierto, como cuentan las fans que ha sucedido.
Para el final llegan todas las de los casamientos: “Será que no me amas” (con la coreografía de todas y todos en noche -– lluvia -- playa, por supuesto), “Ahora te puedes marchar”, “La chica del bikini azul”. Cierra “Cuando calienta el sol” y hay papelitos que vuelan en la noche cálida, pelotas gigantes que ruedan por las plateas. Queda otro concierto que ya se sabe “sold out”, sigue la gira ¡México por siempre!, que lleva recaudados 27 millones de dólares. Y aunque Luismi siga siendo aquel niño que sufrió para llegar, la fiesta debe continuar.