Si un grupo no solo está formado por todas mujeres, sino que también su repertorio se ciñe a la pluma de compositoras femeninas, y el ideal es un pañuelo verde con sonidos, no podría llamarse de otra manera que Mujerío. “Así nos pusimos cuando tocamos por primera vez, y quedó”, afirma Inés Ramos, cantante, a punto de concretar una fecha cumbre junto a Lilián Saba y Liliana Herrero. La cita es en la víspera del día internacional de la mujer (jueves 7 a las 21) en Hasta Trilce (Maza 177). Y la idea, recrear un repertorio propio y ajeno que cruza chacareras, tangos, milongas y zambas de la patria chica con sones de la patria grande. “Con esto se van a encontrar los que vengan: con un set de la banda, con veinte minutos de Lilián y Liliana solas, y luego un par de temas todas juntas, en una especie de final feliz”, palpitan ellas. Ellas son, además de Ramos, Mariela Pagano en piano, Martina Lafluf en batería y Marilina Witko en charango y ronroco, más la bajista Melisa Dopazo y la flautista Aldana Bozo como invitadas. “La idea es compartir. Somos nosotras, pero también pueden ser otras, muchas, e incluso artistas que no seas necesariamente músicas”. Mujerío se formó en 2016 y atravesó pequeños pero intensos hitos como tocar junto a Sara Mamani, a la misma Lilián Saba y a la cantautora costarricense Amanda Rodríguez, con la que incluso grabaron un EP, único registro “formal” de la banda a la fecha. “No tenemos disco aún porque, además de la macrisis, le dimos prioridad a compartir músicas y recitales con artistas muy significativas para nosotras. Pero ya estamos que no nos aguantamos más por grabar”, señala Pagano, mientras reparte mates, sonrisas y pepas de membrillo. “Por supuesto que el trabajo va a tener el mismo tenor que decidimos imprimirle a la banda desde un principio, que es el de hacer un repertorio exclusivamente de mujeres latinoamericanas... esto es lo que nos convocó desde un principio”, se planta Ramos.
Esa matriz se comprueba tras un breve mapeo virtual que las detecta tocando el “Huaynito del olvido” de y con Mamani o “La diablera”, de Hilda Herrera, junto a Saba, mezcladas con piezas propias. Una de ellas es “Viajes”, de Witko, parida desde su charango. “Fue tremendo sacarle la rítmica”, se ríe Ramos. “Nos llevó un tiempo acomodarnos porque es súper jugado, pero ahora fluye. Y esto pasa porque cada una se enamora de la canción de la otra... es algo que nos interpela y hace a la identidad sonora del grupo”. Otra de las piezas propias es de Marie (así le dicen a la pianista) y se llama “Sobre la zamba de la noche y la luna”. “Una zamba nacida desde las entrañas, muy pasional”, define su autora. “Siempre me fascinó la danza de la zamba, es algo que me atraviesa tocar y que la gente baile”
Una tercera pieza, tal vez la que más representa al conjunto, es una chacarera trunca llamada “La insurrecta”, de la pluma contestataria de la cantora. “La letra la compuso ella porque ´es ella´”, enfatiza Pagano. “Un tema visceral que la pinta como una luchadora y que nos identifica a todas. Fue una de las canciones que nos juntó”. “Y que nos prendió fuego, sí”, cuela su autora. “Yo me siento así, insurrecta, pero también se la doy a todas las mujeres, porque cualquiera puede sentirse reflejada con lo que digo. En parte, habla desde el enojo de género”. Un enojo que no se restringe al patriarcado, sino también a cuestiones de lucha coyuntural como el pronto pedido de una ley que modifique el cupo femenino en festivales. “Urge incorporar esta instancia a los reclamos de las mujeres, porque fuimos históricamente discriminadas para la música en vivo, sobre todo las compositoras e instrumentistas. Vamos por la ley, ya”, cierran.