“Le diría a la sociedad que siga pidiendo Justicia, como lo hizo en su momento, porque con nuestra condena lo que hicieron fue cerrar una causa como si fuera un paquete, pero les entregaron un paquete vacío”. Cristian Suárez, que desde hace años vive en España, fue entrevistado por este diario cuando recuperó su libertad, en el 2000, luego de seis años de prisión efectiva. De los otros condenados, se sabe que el soldado Víctor Salazar vive en Neuquén, pero nadie sabe bien dónde, mientras que el subteniente Ignacio Canevaro, se recibió de abogado y vive de su profesión. Canevaro escribió un libro en el que afirma que el de Carrasco fue “un crimen perfecto”, porque los verdaderos culpables nunca cayeron.
Suárez, al igual que los otros dos condenados, siempre dijo que era “totalmente inocente”. El joven, en la entrevista con este diario estimó que “la gente no se va a olvidar del caso Carrasco porque terminó con el servicio militar y lo que nosotros esperamos es que no nos vean como los asesinos, porque no lo somos”. Cuando quedó en libertad, su llegada a Plaza Huincul, donde vivía con su familia, fue seguida por una caravana de autos que tocaban bocina, celebrando. Sus vecinos, y mucha gente en la provincia, creían que el y Salazar eran “dos chichipíos, dos perejiles” y que los culpables estaban “desde Canevaro para arriba”.
Los abogados defensores de los dos conscriptos, Daniel Valencia y Marcelo Inaudi, le echaron la culpa de todo al sargento Carlos Sánchez –el chico Carrasco estaba bajo su cargo–, quien fue condenado en el juicio oral, por encubrimiento, a tres años sin prisión efectiva. Sánchez fue el que señaló a los tres condenados como responsables del crimen, luego de romper el silencio tras un misterioso y sorpresivo viaje a la ciudad de Buenos Aires, dicen que a la sede del Ejército.
“Lo que sigue pendiente –dijo Suárez y muchos piensan lo mismo– es demostrar que somos inocentes y que el caso Carrasco no está cerrado con las condenas que nos aplicaron a nosotros porque esto fue todo muy oscuro, lleno de trampas”. Suárez sostuvo que la cárcel para ellos fue “comernos un garrón, fueron años de luchar desde adentro para tratar de decir que éramos inocentes”.