Era a la vez el padre del Presidente y el padre de la crema de empresarios que se hicieron fuertes y ricos mientras el Estado se hacía más débil y pobre. Franco Macri murió anoche a los 88 años.

Según la información oficial, el padre de Mauricio Macri estaba enfermo desde hacía meses. La versión del propio Presidente es que tuvo momentos alternativos de lucidez y de pérdida de la noción de realidad pero que en los últimos tiempos no reaccionaba ni ante la presencia de Luján Isabel Morales, la mujer que lo cuidaba en su casa de Barrio Parque. Antes había estado internado en el Hospital Italiano.

Exhuberante, entrador, inteligente, animador durante muchos años del jet set de Buenos Aires y Punta del Este, dueño de un español con un toque simpático de cocoliche, quienes trataron a Franco recuerdan el medio tono irónico con el que contaba historias de los personajes de la política argentina a los que había conocido de cerca. Es decir, de todos. Podía ser Carlos Saúl Menem. O Alfredo Yabrán, con quien hizo negocios de logística en la ciudad de Buenos Aires. O el propio Donald Trump, cuando éste no era todavía un político sino el representante de los intereses inmobiliarios más fuertes de Nueva York y Franco soñaba con penetrar en Manhattan como lo que percibía de sí mismo: un emperador de los negocios al que la Argentina de los ‘80 le quedaba chica. En general avasalló. Nueva York, en cambio, fue el muro con el que chocó más duramente en su vida empresaria. Los inmobiliarios le bajaron el pulgar a su proyecto de construir torres en Manhattan. Fueron taxativos. Una limusina recogió un día a Franco en el centro de Nueva York cuando llegaba al hotel y lo llevó directo al aeropuerto. Obviamente por cortesía socarrona, porque Macri no había pedido el auto de lujo. Como consuelo (o en realidad como demostración de poder) un enviado de los constructores le prometió que, si hacían los edificios, le darían el negocio de los revestimientos. Una burla que lo alejó para siempre del sueño norteamericano.

Su segundo de a bordo en ese intento, como siempre, fue un Mauricio que apenas había pasado los 30 años. La leyenda que lo pinta como un playboy moroso incapaz de disputar el mercado con la sangre de los capitanes de la industria es éso, una leyenda. El actual Presidente fue siempre un número dos activo de Franco, aunque éste insistiera en despreciarlo ante terceros y debiera ocuparse de cerrar negocios cuando el hijo se ponía excesivamente intransigente o vengativo.

Cloacas

Cuando Franco desplegó su poder en el negocio de las obras públicas, Mauricio lo secundó en Sideco. Esa empresa fue la que salió del conocimiento privado y saltó a la luz pública cuando protagonizó un escándalo con denuncias judiciales por la colocación de un sistema de cloacas en Morón mientras era intendente el antiguo colaborador de José López Rega Juan Carlos Rousselot. Cuando Macri habla de cloacas sabe de qué se trata.

Ni Mauricio Macri ni su padre fueron ajenos a los tiempos de la dictadura. A Mauricio no se le conocen contradicciones o matices entre sus actitudes personales y su convivencia con los generales. A Franco sí. Gabriela Cerruti, que escribió dos libros sobre el Presidente, El pibe y Big Macri, narró que mientras se enriquecía con los militares Franco salvó de la patota a dos de sus empleados, Carlos Grosso, actual asesor en las sombras de Mauricio, y Gregorio Chodos. Javier Timerman, el hermano de Héctor Timerman, tuiteó anoche: “Cuando mi padre estaba en arresto domiciliario en 1978, el consorcio se reunió para echar a mi familia del edificio. Un vecino armó un escándalo y defendió a mi padre, consiguiendo que no se votara esa canallada. Ese vecino fue Franco Macri. Un gesto que muchos no tuvieron”.

Cerruti describe así los negocios del clan en la época de plomo: “Durante esos años, los Macri compraron el Banco de Italia, se quedaron con la obra de Yacyretá, acordaron con la dictadura paraguaya la construcción del puente Posadas-Encarnación; se hicieron cargo de la construcción de la Central Termoeléctrica de Río Tercero y la de Luján de Cuyo; acordaron con el brigadier Osvaldo Cacciatore la privatización de la recolección de residuos en la Ciudad de Buenos Aires a través de Manliba. Se metieron en el negocio del petróleo a través del general Suárez Mason que estaba en YPF y participaron de oscuros negocios de compra y venta de armas a través de Italia hacia Medio Oriente. Se expandieron también por Latinoamérica, al ritmo del Plan Cóndor. Obras, terrenos, edificios en Paraguay, Brasil, Chile, Venezuela, México convirtieron a la pequeña constructora de inmigrantes en un holding internacional”.

Las distintas investigaciones dan cuenta de una fuerte ligazón entre la familia Macri y lo que en Italia llaman “sottogoverno”, los subsuelos del poder. Parte de ese gobierno en las sombras es la N’Draguetta, con sede en Calabria. De allí vienen los Ma-cri, del sur del Italia, en Caserta. La especialidad eran los residuos sanitarios de las montañas del sur. Consiguieron concesiones de tierra, que mezclarían con cal para tratar la basura. Un modelo que repetirían en la Argentina con el Ceamse.

Franco se jactaba de que su padre había sido fundador del Fronte Dell’Uomo Cualunque, el Frente del Hombre Común. Lo tuiteó el 29 de noviembre de 2015, tras el ballottage que le dio el triunfo a Mauricio frente a Daniel Scioli. “Mi padre fundó el partido ‘L’uomo qualunque’ e intentó ser Pdte de Italia. No fue posible y emigró a Argentina y su nieto es presidente.” Es la exageración de un empresario con un toque importante de megalomanía pero no una mentira sobre los orígenes políticos de la familia. Giorgio Franco, junto a ancestros de los Rocca, los propietarios actuales de Techint, estuvieron entre los fundadores del Fronte.

Nacido en Italia en 1930, Franco llegó a la Argentina a los 19 años, en 1949.

Un artículo de José Steinleger en el diario La Jornada de México radiografía así al cualunquismo: “Los cualunquistas de posguerra exaltaban a las capas medias que, sin un partido que expresara sus intereses, resignaban sus horizontes a la familia, el trabajo, la propiedad y la moral, exigiendo mano dura a los luchadores sociales que turbaban-la-convivencia-social-deseada-por-la-mayoría. El qualunquismo no fue, exactamente, un partido fascista. Aunque, en corto, sus fundadores (entre ellos, Giorgio Macri, abuelo de Mauricio, actual presidente de Argentina) reconocían haberse prestado como masa de maniobra electoral de Mussolini”.

Males

En los últimos años el espectro de Franco resultó útil al Macri que sí fue presidente. La táctica fue poner a Franco, sacar a Franco, poner a Franco, sacar a Franco. Disimular a veces su existencia y otras veces hacer exhibicionismo. Y sobre todo, concentrar en él todos los males, se llamasen empresas offshore o sospechas de coima. Así puede resumirse la táctica que usa el Presidente desde que asumió el 10 de diciembre de 2015. Es que Mauricio, como Franco, se llama Macri. Cosa que no siempre conviene. 

Cuando el Gobierno tiene problemas con el patrimonio presidencial, el juego es que la palabra “Macri” se asocie siempre con Franco y no con Mauricio. Ni hablar cuando la Justicia citó a indagatoria al antiguo jefe del clan por el presunto pago de sobornos en el negocio de peajes y sus abogados adujeron que Franco, de 88 años, no estaba en condiciones físicas y psíquicas de comparecer. 

El hermano presidencial Gianfranco Macri también fue citado. Siempre fue directivo de las empresas del grupo familiar junto con Franco y Mauricio. Ahora es uno de los accionistas de Socma, Sociedades Macri. En 2009, cuando recibió las acciones de manos de Franco, el actual Presidente las repartió entre tres de sus hijos, Agustina, Jimena y Francisco. 

Gianfranco presentó un escrito ante la Justicia. Al salir de Tribunales contestó preguntas de los periodistas.

“No pagué una coima en mi vida”, dijo.

“¿Y su padre?”, quisieron saber los periodistas.

“Pregúntenle a él”, contestó.    

El CEO de Socma es un hombre demasiado fácil para los juegos de palabras, Leonardo Maffioli.

Pero resuelto por la Naturaleza el problema de Franco, ni Maffioli ni los asesores del Presidente lograron resolver el problema de Gianfranco. El 27 de agosto de 2017 PáginaI12 publicó una nota de Horacio Verbitsky en la que informaba que el hermano presidencial había blanqueado 622 millones de pesos, o 35,5 millones de dólares. En mayo de 2016 Mauricio Macri declaró bienes por 110 millones de pesos. Su declaración de 2017, correspondiente a las existencias de 2016, indicaban un patrimonio de 82 millones de pesos, supuestamente porque una parte había pasado a formar parte de un fideicomiso ciego y porque había donado dos millones de pesos en plantaciones a su hija Antonia. 

Si en 2009 Franco cedió un patrimonio equivalente a cada hijo, la exteriorización de bienes de Gianfranco dejó al Presidente como el más dispendioso de los Macri. 

La aparición de los Panamá Papers ya había fastidiado a Mauricio por la permanente referencia a la integración de sociedades con su padre y con su hermano. 

Este diario publicó durante meses los detalles de una de las empresas offshore de la familia, la más activa, Fleg, 

El periodista Tomás Lukin publicó el 15 de mayo de 2016 que Fleg compró el 99,9 por ciento del capital social de una firma con nombre portentoso, Owners do Brasil Participacoes Ltda. Traducido del inglés, Dueños de Brasil Participaciones Limitada. 

Los directivos de Socma figuraron tradicionalmente entre los más poderosos de la Argentina. Los economistas Eduardo Basualdo, Manuel Acevedo y Miguel Khavise escribieron en 1984 que, de siete empresas en 1973, los Macri llegaron a 47 a finales de la dictadura. Llegaron a ser propietarios de Sevel, de Sideco, de Socma financiera, de Manliba, de Itron y de Iecsa. Reforzarían su poder de manera decisiva durante el gobierno de Carlos Menem, en buena medida gracias a la financiación voluntaria o forzosa del Estado. En 1999 la deuda del grupo ascendía a 900 millones de dólares repartidos entre acreedores privados y estatales. Fue ése el momento elegido para hacer pie en Brasil. Fleg gastó en Owners 9,3 millones de dólares mediante la firma Socma mericana SA.

El diputado del Frente para la Victoria Darío Martínez y el fiscal Federico Delgado también investigaron la suerte de Fleg, pero la falta de colaboración de la Justicia brasileña y la morosidad de las cancillerías brasileña y argentina hizo que no fuera posible constatar oficialmente la información real que en verdad existía. Delgado dijo que en los últimos años había investigado, entre otros, a Mauricio, Gianfranco y Franco Macri. Abrió siete expedientes. “Los siete se cerraron o nosotros fuimos expulsados”, dijo.

Franco, quizás todavía lúcido, salió en auxilio de sus hijos cuando, a fines de 2016, se atribuyó el desembolso de los millones entre la cadena de empresas. Aún en plena actividad, dijo en ese momento que el escándalo de Panama Papers era “un absurdo total”.

Más allá de cualquier derivación penal que pueda tener la citación de Gianfranco y de Franco, e incluso si no terminara en un procesamiento, cada vez que los fantasmas salen del closet reavivan la historia. Las historias. 

Uno de esos episodios del pasado transcurrió casi inadvertido. Fue durante el G-20, cuando vino Donald Trump. Prolija, la web de la Casa Blanca transcribió una parte del saludo público antes de la reunión bilateral con Macri, en la mañana del 30 de noviembre último. Dijo Trump: “Quiero decir solamente que con Mauricio somos amigos desde hace mucho tiempo. Muchos años. La gente quizás no lo sepa. El era un hombre muy joven, muy apuesto. Y nos conocimos bien. Hice negocios con su familia, con su padre. Grande el padre. Era amigo mío. Yo compré terrenos del ferrocarril en West Side y fue una gran obra, una obra exitosa. Enorme trabajo. Uno de las mayores obras en Manhattan”.

¿Trump sabía que a Mauricio le molesta la reaparición del nombre de su padre una y otra vez, sobre todo cuando se acercan de nuevo las elecciones? ¿Fue un descuido del presidente que garantiza el acuerdo del FMI con la Argentina? ¿O da su visto bueno para los desembolsos pero no se priva de dejar en claro quién manda? 

Deterioro

La historia del clan que abarcaba a Franco y Mauricio está muy ligada al deterioro institucional. Raúl Dellatorre contó en PáginaI12 del 20 de marzo de 2016 qué fue el “Decreto Sevel”, un modelo de manipulación impositiva. En 1995, el entonces ministro de Economía Domingo Cavallo promovió el decreto 493 (firmado por Carlos Menem, Eduardo Bauzá y él mismo) que estableció una condonación de la deuda por intereses, multas “y demás sanciones emergentes de obligaciones tributarias vencidas al 31 de julio de 1995”. En las facultades de Ciencias Económicas la moratoria se estudia como un caso único de beneficio desmesurado para grandes contribuyentes en falta. La automotriz Sevel, entonces perteneciente el Grupo Macri, tenía una denuncia por evasión impositiva que la Dirección General Impositiva había calculado en 55 millones de pesos (o dólares, según la paridad uno a uno de la época). Franco Macri quedó procesado. El vice, Mauricio Macri, también. El cargo fue “contrabando”. La Corte Suprema de mayoría menemista los sobreseyó. Ese sobreseimiento fue uno de los elementos que en 2003 tuvieron en cuenta los diputados para iniciar el juicio político a los supremos luego de una denuncia pública del ya Presidente Néstor Kirchner. Dice Dellatorre que de acuerdo a la ley penal tributaria entonces vigente, las causas por delitos fiscales se extinguían con el pago de la deuda. Y añade: “Según la versión oficiosa que circuló al año siguiente, 1995, Sevel pagó el monto del capital exigido pero no los intereses y multas”. Después vendría el decreto de Menem y Cavallo para condonar intereses y multas a quienes “hayan cancelado el capital con anterioridad a la fecha de entrada en vigencia del presente decreto”. Más coincidencias, imposible. La acusación de la DGI era que Sevel importaba vehículos desde Uruguay supuestamente por cuenta de particulares. La que aparecía como vendedora desde Uruguay era la firma Opalsen SA, que el juez consideró “una ficción jurídica” creada por Sevel para posibilitar el ingreso de los vehículos al país evadiendo sus obligaciones impositivas (pago a cuenta de IVA y anticipo de Ganancias). Los vehículos ingresados eran comercializados por concesionarios oficiales de Sevel, pero las operaciones eran registradas como “importación directa” de los particulares adquirentes. Precisión de Dellatorre: “En esta etapa, se generaba una nueva evasión, por el IVA del 18 por ciento (alícuota de ese momento) correspondiente a la operación comercial de compraventa no registrada. En total, se habrían concretado por ese mecanismo el ingreso de 15 mil unidades importadas, lo cual originó a esa fecha una pretensión fiscal de 55 millones de pesos”.

La denuncia original se amplió después cuando la Justicia investigó los reintegros que cobraba Sevel por la venta de piezas a su filial uruguaya. La denuncia era que dicha operación de exportación, en realidad, encubría el ensamblado de automóviles en Uruguay que luego retornaban al país como importación de autos terminados por particulares. Un caso de contrabando agravado que terminaría con el desplazamiento del cortesano Julio Nazareno.

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