En camino hacia el 8M, la senadora nacional por Río Negro Magdalena Odarda; la filósofa Diana Maffía, del Observatorio de Género de la Magistratura; la diputada nacional Victoria Donda y la fueguina Ana Villanueva, activista del colectivo feminista La Ría, participaron de una charla abierta en el auditorio del Senado sobre los derechos de la mujer trabajadora, organizada por el senador Fernando “Pino” Solanas. Cada una de las expositoras desarrolló un aspecto específico de la relación entre las mujeres y el trabajo. Maffia se centró en la prostitución; Odarda, en la política; Villanueva, en las licencias por maternidad, y Donda, en la paridad de género en las listas y en la construcción de las feminidades como un sector dispuesto a ejercer el poder.
Entre el público estaban Fabiana Ríos, ex gobernadora de Tierra del Fuego (la primera mujer en llegar al cargo más alto en una provincia), María José Lubertino, Gabriela Cerruti, Dora Martínez (de la CTA Autónoma); Marcelo Peretta, secretario general del sindicato de farmacéuticos y bioquímicos, y Juan Carlos Schmidt, integrante del triunvirato que dirige la CGT.
Diana Maffía avisó que iba a abrir su exposición con una frase provocativa: “La prostitución no es un trabajo”. Hay diferencias en el movimiento feminista respecto de cómo considerar la prostitución. Para Maffía, “en la prostitución se dan relaciones más parecidas a las de la esclavitud que a las del trabajo. Lo que define a la esclavitud es que en ella un sujeto pierde su humanidad, su autonomía, para transformarse en una extensión del cuerpo del amo, en una herramienta. En la prostitución, la prostituta pone su cuerpo al servicio del placer y las fantasías del cliente. Hay una pérdida de la voluntad, la mujer no hace lo que quiere sino lo que el cliente le exige. Hay una profunda desigualdad de género en la prostitución, entre el cliente y los cuerpos feminizados prostituidos”.
“Desde un punto de vista feminista, crítico de las relaciones sociales donde las mujeres tenemos generalmente lugares de subordinación, tenemos que pensar en el Estado capitalista donde todas las cosas y sujetos nos transformamos en mercancías, las mujeres somos una especie de moneda de cambio —analizó Maffía—. Tenemos roles vinculados con la maternidad y la sexualidad que son en beneficio de otros sujetos. Se ejerce control sobre la vida sexual de las mujeres para garantizar la legitimidad de los hijos (este concepto no es nuevo, ya hablaba de esto Engels en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Habría que reflotar la discusión con algunos compañeros marxistas). También es explotada la sexualidad de las mujeres a través de considerar que los hombres son los que poseen la mayor cantidad de dinero y de recursos y las mujeres ponen los cuerpos, claramente eso implica un sesgo de género. Nadie que sea feminista puede ignorar la diferencia de género que hay entre quien consume prostitución y quien pone el cuerpo en ese consumo. Pone el cuerpo como una mercancía que circula y éste es el motivo político por el cual muchas mujeres que somos feministas nos oponemos a que se regule la prostitución como si fuera un trabajo. Claramente no lo es porque la distribución de mercancías y de producción no implica ceder el propio cuerpo. Es más parecido a una situación de esclavitud. Cuando analizamos la situación de prostitución y nos dicen ‘se está brindando un servicio sexual’, la persona que ejerce la prostitución no va a realizar las acciones que sexualmente se inspire a hacer voluntariamente, sino aquello que le manda a hacer quien tiene el dinero y le paga. No hay una situación de libertad, ese cuerpo es una extensión de la voluntad de quien pone el dinero. Este aspecto de sometimiento y subordinación es el que nos hace pensar que en la relación de consumo de prostitución hay una relación más parecida a la esclavitud que al trabajo”.
Magdalena Odarda expuso sobre los derechos políticos de las mujeres. Comenzó por contar cómo vivió la vigilia y la discusión en el Senado sobre la legalización del aborto. Habló sobre “las ganas de salir a la calle y juntarse con tanta gente, tantos jóvenes, que por primera vez veían en esta casa un lugar que los escuchaba. Aunque después saliera mal”. Tras una reivindicación a Evita y el voto para las mujeres (“el primer paso hacia la igualdad de derechos”), describió la situación en Río Negro: “Para estas elecciones (en mi provincia son el 7 de abril), en todas las fórmulas hay mujeres. Hace más de veinte años que existe en Río Negro la ley de paridad de género, y está costando mucho que otras provincias, y a nivel nacional, se llegue a la misma situación. En el Poder Legislativo vamos avanzando, aunque muy de a poco: hay 35 por ciento de mujeres en Diputados y 41 por ciento en el Senado. Pero a donde todavía no llegó (y parece que no tienen la menor intención de que llegue) es al Poder Judicial”.
“Falta mucha lucha todavía para alcanzar la verdadera equidad, la verdadera paridad de género en la vida política. No nos regalaron nada. Todos los derechos tuvieron que ser arrancados al patriarcado. Seguiremos peleando”, cerró.
Victoria Donda empezó recordando cómo fue que se aprobó la ley de paridad en las listas para legisladores, cómo fueron haciendo un trabajo conjunto diputadas de los distintos bloques y cómo vieron la oportunidad de presentarlo sobre tablas una madrugada y aprobarlo. “Si no lo hacíamos así, no habría salido nunca”, se rio Donda. Luego unió las tareas: “Ese armado entre mujeres, esa forma de trabajar juntas, más allá de los bloques, fue lo que nos permitió dar la pelea por el aborto. Aprendimos muchísimo de eso y creo que el poco tiempo que hubo entre que salió de Diputados y se trabó en el Senado no nos permitió disfrutar del inmenso logro que fue. Hay una especie de cultura de la derrota que tenemos que cambiar. Que pudiéramos sacar la media sanción de Diputados para el aborto fue un logro importantísimo y de ahí tenemos que sacar fuerzas para seguir dando pelea. Por eso es importante la representación femenina y la ley de paridad, porque cuando las mujeres llegamos al poder no sólo cambiamos las mujeres sino que también cambiamos el poder. El cambio revolucionario es pensarnos como un sector que tiene poder. Las mujeres (todas las que nos autopercibimos mujeres) fuimos excluidas de la acumulación de riquezas (vean la lista de los dueños de las mayores fortunas), de la acumulación de conocimientos (fíjense en cuántas mujeres hay ganadoras de premios Nobel; y casi todas por el de la Paz, poquísimas en ciencias duras). Tenemos que visibilizar a las mujeres, las disidencias y las diversidades como un sector que tiene poder y que está dispuesto a ejercerlo”.
Solanas cerró el encuentro pidiendo un “aplauso para poner en evidencia un hecho inmundo, repudiable, como es la capacidad de violar la ley y pisotear la república por parte de buena parte de la sociedad, la camarilla de los que impidieron abortar a una pobre chica, una nena de 11 años. Pido para ellos un ruidoso repudio”.