Las mujeres de los 12 separatistas catalanes que son juzgados ante el Tribunal Supremo de Madrid afirman que ese proceso judicial es una respuesta injusta y “políticamente motivada” por parte del gobierno central al fallido impulso independentista de 2017. Es en la capital española y no en Barcelona donde se decidirá el futuro de los políticos procesados no antes de mediados de mayo.
“Esa distancia resume la disparidad entre España y Cataluña en todos los niveles”, dice Txell Bonet al diario británico The Independent, cerca de su casa en el distrito de Gracia de Barcelona. Su pareja es Jordi Cuixart, presidente de Omnium, un grupo de activistas de base comprometidos con la independencia catalana, quien está acusado de rebelión y enfrenta hasta 17 años de cárcel. “Las autoridades españolas no tenían la integridad suficiente para celebrar el juicio en Cataluña, donde tuvieron lugar los hechos, sino que se encuentran en un tribunal sin posibilidad de apelación”, se lamenta Bonet. “Ni siquiera tenían la humanidad para evitar que las familias de Barcelona tuvieran que viajar tan lejos para visitar a sus familiares”. El viaje diario de Bonet para visitar a su compañero es particularmente complicado, ya que ella y Cuixart tienen un bebé, Amat, que cumple dos años en mayo. Detenido en Madrid, solo se le permite una llamada telefónica de cuatro minutos por día y una visita familiar por semana, dice Bonet.”Tenemos que hacer un esfuerzo enorme para tomar el tren, luego un auto a la prisión y regresar el mismo día”, dice ella. “Es imposible para mi hijo. La última vez que fuimos, Amat lloró durante casi todo el viaje. No sé si puedo llevarlo esta vez. No creo que aún esté listo para pasar por eso de nuevo”.
Laura Masvidal es la esposa del derrocado ministro de interior catalán Joaquim Forn quien también enfrenta hasta 16 años de cárcel. Forn, a diferencia de Cuixard, tuvo la oportunidad de escapar cuando viajó a Bruselas, pero decidió regresar a Cataluña y presentar su caso en los tribunales. Aunque no está decepcionada por su decisión de regresar a casa, sabiendo que corría el riesgo de ser detenido, no es optimista sobre las posibilidades de que su esposo sea liberado en cualquier momento. “No quiero vivir constantemente como víctima. Tenemos que continuar con nuestra vida diaria”, agrega Bonet.