En “Extracción de la piedra de la locura”, dice Alejandra Pizarnik: “Pero no hables de los jardines, no hables de la luna, no hables de la rosa, no hables del mar. Habla de lo que sabes. Habla de lo que vibra en tu médula y hace luces y sombras en tu mirada, habla del dolor incesante de tus huesos, habla del vértigo, habla de tu respiración, de tu desolación, de tu traición”. Alejandra siempre parece estar a punto de revelar un sentido, pero esa revelación se aplaza y cada frase parece prolongar la siguiente, que dirá lo que la voz quiere decir, pero no… Además de iluminar su poética, la reciente edición de sus Diarios me permitió acercarme a su identidad judía, a sus miedos y a su historia con Silvina Ocampo: “Estoy habitada por voces que son un diálogo que quisiera tener con Silvina pero que nunca podré sostener. Estoy como paralizada por lo que me dijo y sueño con discutir la verdad de lo que me dijo. Pero que me lo dijera ella, precisamente, me resultó humillante, puesto que es obvio que deseo que piense en mí con admiración y no como el hombrecito del subsuelo”. Siempre me resultó sugestiva la fascinación de la literatura argentina por las clases altas. “Buma” parte de mi interés por la relación que tuvo Alejandra con Silvina y el esfuerzo titánico que hizo una rusita de Avellaneda para ser aceptada en el círculo íntimo de la calle Posadas.
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