Esta nota no sólo tiene como propósito avisarle al lector que este sábado vuelve a los kioscos la Revista Fierro, sino también también advertirle que el volumen 8 que se distribuye con Página/12, despliega en sus cien páginas un material de colección. Y no es exageración. Porque además de contener los episodios finales de las cuatro series de historieta que fueron saliendo en capítulos auto conclusivos desde junio 2018, la revista presenta un especial titulado: “Rodolfo Walsh en Leoplán. Un narrador encubierto”, donde por primera vez se dan a la luz 15 casos policiales -–juegos de enigma con sus respectivas soluciones-- que el escritor publicó bajo seudónimo en la década del 50.
Esta nueva edición de Fierro se inicia con una reversión del emblemático cuadro del uruguayo Juan Manuel Blanes llamado “Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires”. La dupla integrada por los dibujantes Scalerandi y Souto, resignifica aquella pintura que mostró en 1871 los estragos de la epidemia (los médicos Roque Pérez y Manuel Argerich atestiguan la muerte de una familia de la que solo queda con vida un niño), y la convierten en una estampa de estos tiempos PRO: un hospital abandonado como parte del vaciamiento que sufre la salud pública, donde los médicos encuentran a una mujer (la patria), ya fallecida. De esta manera Fierro completa así la idea de reversionar cuatro principales pinturas argentinas: primero fue “La vuelta del malón” de Della Valle; luego “Sin pan y sin trabajo” de la Cárcova, y en diciembre último “El despertar de la criada” de Sívori.
“La idea conceptual fue mostrar –explica la dupla de dibujantes- cómo el Estado actual mata a los pobres, y que sólo aquellos que tienen empatía y sensibilidad social pueden cambiar la historia. En el cuadro de Blanes quisimos poner en evidencia –por eso el predominante color amarillo- la actual neblina neoliberal que padecemos, tan mortal como fue la fiebre en aquellos años. En contraposición con el cuadro original donde el Estado (los médicos) entran a una casa, nuestra interpretación (médicos que aún sin los elementos básicos siguen trabajando), expone la ausencia del Estado y deja en claro que sólo el pueblo pude salvarse a sí mismo. El clima es de tragedia, claro, pero con la esperanza puesta en los aún creen en el compromiso por el otro”.
Fin de series
Convocados en junio de 2018 por la revista para crear historietas “recias y alegres, violentas y humanas”, tal como pedía Oesterheld, en esta edición se publican los episodios finales de las cuatro series que acompañaron a los lectores durante un año, y que en breve –qué duda cabe- serán recopiladas en libros. Así, culminan: “Lobotomóvil de Podetti y Langlois sobre las aventuras del Dr. Fremann y su método de quitar del cerebro la glándula de la maldad; Ciencia Ficción Peronista de Soto y Pedro Saborido, donde se ironiza sobre el destino del peronismo si Perón y Evita no se hubieran conocido; El Castillo Rojo de Pablo De Santis y Matías San Juan, donde la pelirroja doctora Irene Marcus es la encargada de detectar a los intrusos, suerte de hombres zombies que tienen un mismo sueño recurrente; y Yanara escrita por Gabriela Cabezón Cámara y Carolina Cobelo con dibujos de Utrera. Sin tapujos, relatan la caída del Estado PRO en manos de un revolución femenina conducida por una Evita capitana. La revista se completa con ilustraciones e historias breves de Max Cachimba, El Tomi, Mealla, Delius, Ariel López V., Delfina Pérez Adan, Natalia Novia, Otto y María Victoria Rodríguez.
Walsh como Dupin
Tal como viene proponiendo desde su aparición trimestral, la publicación llega con un suplemento especial. Esta vez el hombre elegido es Rodolfo Walsh. Se trata de una investigación realizada por Juan Sasturain y Mariano Buscaglia sobre la colección de la revista Leoplán (de la editorial Sopena), cuyo primer número, de periodicidad quincenal, se editó en noviembre de 1934 y se extendió hasta mediados de 1964.
La primera colaboración de Walsh en esa publicación data de junio 1951 con su cuento “Los nutrieros” ilustrado por el dibujante peruano Raúl Valencia, quien trabajó luego para La Razón, Noticias Gráficas, Crítica y hasta para la revista Goles. Valencia ilustró también en marzo de 1955 (y que se reproduce en Fierro con su diseño original) el relato “Tres Portugueses bajo un paragüas (sin contar el muerto)”. Si bien todos los textos aparecidos en Leoplán que llevan la firma de Walsh (o Daniel Hernández, el detective de Variaciones en Rojo), ya fueron recopilados y editados, por ejemplo en El violento oficio de escribir en edición a cargo de Daniel Link (publicado por De la Flor), lo que hicieron Sasturain y Buscaglia fue buscar rastros de aquellas colaboraciones que Walsh habría hecho de forma encubierta (con o sin seudónimo) ya rellenado espacios o realizando traducciones y hasta mini antologías policiales en las no figuraba su nombre.
Y uno de esos hallazgos fue la sección titulada “El problema policial” que comenzó a editarse el 18 de marzo de 1953 en el N°450, con viñetas dibujadas por Raúl Valencia. “Se trata de una breve sección en la que se desafía al lector a resolver un enigma policial o a veces menos que eso, expuesto en pocos párrafos, y cuya solución se publicaba en un recuadrito aparte en las páginas finales del magazine”, explica Sasturain, para luego agregar: “estaba firmada por J. Dupin, seudónimo que remite al caballero Auguste Dupin detective original creado por el fundador del cuento (policial) moderno, Edgar Poe, al que Walsh rinde reiterado tributo de admiración. Y la ‘J’ puede ser la de Rodolfo ‘Jorge’. Creemos que al menos en la mayoría de los casos, si no en todos, se trata de textos suyos. Hay rasgos de estilo, ambientes y planteos formales que nos permiten aventurarlo”.
Fierro reproduce en su diseño original –gracias al diseño completo del suplemento de Diego Parés-- 15 de los 20 casos registrados que siempre tienen como protagonista al comisario Menéndez. “Por aquellos años -–dice el escritor, editor e investigador Mariano Buscaglia (1976)-- los dos colaboradores más allegados al policial que tenía la revista eran Walsh e Ignacio Covarrubias, profuso factótum de la revista Leoplán y excelente escritor de policiales (autor de “Nadie sale vivo”). Los eruditos en la materia coinciden en que existen muchas probabilidades de que la sección fuese escrita por Walsh; otros consideran que el trabajo se dividió entre Covarrubias y Walsh”.
Buscaglia –quien desde unos años empuja el sello Ediciones Ignotas que rescata literatura argentina, policial y fantástica que quedó relegada al olvido--, relató cómo fue el trabajo: “El laburo con Juan viene desde hace tiempo. Lo llevamos a cabo en la oficina que tiene en el Otto Wuff que es, de por sí, un escenario ideal para novelas policiales. El trabajo consiste en catalogar, poco a poco, la literatura policial hecha en el país. En base a los hallazgos que hacemos, o a las exhumaciones, vamos viendo qué textos merecen ser rescatados. Pero a pesar de que lo hacemos sin pausa va saliendo a medida que nos vamos juntando y se nos caen las ideas. Una de ellas es empezar a rescatar las cositas que quedaron relegadas en las revistas y en las que rara vez se pone el ojo. Es en la investigación hemerográfica donde se encuentran (como son estos textos que publica Fierro), y donde están, las verdaderas joyas de la bibliografía, porque en la Argentina, recién ahora comienza a hacerse una investigación seria sobre las revistas populares, donde muchos escritores ensayaron sus primeras armas y donde han quedado olvidados muchísimos textos de autores que luego alcanzarían la consagración literaria”. Sin dudas, este edición de Fierro, es para coleccionar.