Hoy empezó ayer. Incluso, anteayer. No se trata de una licencia poética sino de una realidad que se pudo palpar en todas las iniciativas previas que acompañaron el 8M. Una de las más visibles fue el acampe feminista que se realizó desde el miércoles frente al Congreso de la Nación y que continúa hasta ahora. “¿Dónde empezar el Día Internacional de lucha de las Mujeres si no es en la calle?”, se preguntaba una de las miles que durante los tres días buscaron visibilizar, a través de diversas actividades, el magma furioso y creativo que suman las organizaciones barriales a la marea feminista. “El feminismo es el movimiento popular que ha sabido capitalizar las demandas sociales y políticas de los últimos años”, destacó otra referente en medio de una de las tantas carpas donde se multiplicaron paneles y rondas sobre economía, educación sexual integral y represión policial, entre otros temas. También hubo baile y rock y murga e incluso, se realizó a puro sol el Campeonato de Fútbol Marielle Franco, en memoria de la legisladora feminista, negra y lesbiana asesinada en Brasil en 2018.
Más de cincuenta organizaciones territoriales, villeras y piqueteras confluyeron en el acampe para exigirle al gobierno nacional presupuesto real para combatir la violencia de género. De hecho, el presupuesto 2019 destinará un 18 por ciento menos que el año pasado para la aplicación de la Ley de Protección Integral a las Mujeres. Este monto –que es de 243 millones de pesos– equivale a 11 pesos por mujer. En un marco más amplio, la exigencia es que el Estado otorgue fondos destinados a todas aquellas que realizan tareas que no solo no son rentadas sino que ni siquiera son reconocidas como trabajo. Este abanico amplio implica desde la crianza infantil hasta el cuidado de la familia dentro del espacio doméstico, desde el acompañamiento a víctimas de diversas formas de violencia hasta la gestión de merenderos para los miles de chicos que engrosan las cifras de la pobreza a lo largo del país.
“Nos tienen miedo porque no tenemos miedo”, coreaba un grupo vestido de violeta, desafiando el calor agobiante que luego se transformó en tormenta. “Es necesario reconocer y dignificar el valor del cuidado. Porque se trata de un trabajo que no está siendo remunerado. Las mujeres tienen hijos e hijas, los crían, se hacen cargo de llevar adelante un hogar y a la vez, militan y le ponen el cuerpo a todas las luchas que nos traen hasta acá. Es decir, la división sexual del trabajo como categoría solo ayuda a invisibilizar realidades más complejas y acuciantes. Esto no debe ser reconocido a través de subsidios sino a través de un sistema salarial”, indicaron Fernanda Laguna y Majo Albaya desde el colectivo Ni Una Menos. “¿Por qué una mujer debe ser madre para recibir apoyo estatal? ¿Qué ocurre con las familias construidas en torno a vínculos lésbicos, travestis y trans? Todo eso no lo resuelve la Asignación Universal por Hijo. Entonces, estamos pensando herramientas que garanticen la autogestión. Esta es una de las maneras de revertir la violencia: en la calle, a través de la organización”, agregaron María Eugenia, Vicky, Tania y Maga, de la Campaña Nacional Contra las Violencias hacia las Mujeres.
Shirley Richer es promotora de salud y trabaja en un centro comunitario del Bajo Flores. “Las mujeres abortan, diga lo que diga el Estado. Se acercan muchas, en general solas, con miedo de ir al hospital. Hablan con nosotras porque tienen más confianza. Es alarmante la cantidad de embarazos no deseados, producto de abusos sexuales. Y es que los varones creen que las mujeres son su propiedad y los hijos, el modo de mostrar el poder que tienen sobre esa propiedad”, dijo. “Estoy en este acampe porque estoy a favor del aborto legal seguro y gratuito y porque acompaño el paro: ahora que estamos juntas, tenemos que seguir y luchar por nuestros derechos”, agregó.
A lo largo de la tarde, se fueron sumando las artistas de la Línea Peluda con intervenciones gráficas. Incluso apareció una carpa blanca decorada con telas y abalorios: el telo lésbico. Por allí cerca, se multiplicaban los stands que ofrecían remeras, libros feministas y alimentos orgánicos pero también, un servicio de maquillaje para resaltar la belleza disidente a través de sombras verdes y glitter. Mientras tanto, Rebeca Feche instaló una mesita con elementos de peluquería destinados a quien quisiera raparse con estilo alguna zona de la melena. “Me especializo en esto porque, como torta chonga que soy, uso el pelo corto. Y cuando voy a las barberías, no me tratan como a los varones. Entonces ofrezco el servicio que merece la comunidad LGTBI”, contó esta paulista que recaló en Buenos Aires por “el clima opresivo del gobierno de Bolsonaro”.
Feche integra, además, la Campaña por la Absolución de Higui de Jesús. En 2016, Higui intentó defenderse de una patota de varones que la atacó por ser lesbiana e hirió de muerte a uno de ellos en San Miguel, donde vivía. Terminó detenida y acusada de homicidio simple, que el mes próximo llegará a juicio. Ella también fue parte del acampe. “A través del movimiento de mujeres, travestis y trans, aprendí que tengo derecho a ser quien soy. Muchas mujeres no están organizadas y tenemos que apostar por eso, sobre todo en los barrios. Porque ahí hay información que no llega. Antes yo no le tenía miedo a nada. Ahora sí le tengo miedo a la muerte porque estoy aprendiendo a respetarme: gorda, flaca, linda, cheta, fea, como sea. Gracias a ustedes, gracias a nosotras”, dijo, en una charla sobre disidencias convocada por La Garganta Poderosa.