“Hay historias que terminan al principio”, cantaba Celsa Mel Gowland en “El pozo”, uno de los temas de Como si nadie estuviera escuchando, su último disco a la fecha. Si tal sentencia se hubiera cumplido, claro, ni siquiera la hubiese cantado. Su historia con la música, que comenzó en los ‘80, allí hubiese quedado. En Metrópoli. En Suéter. En Virus. En Fricción. En la quintaescencia de una era tan dorada como reventada. Pero felizmente una canción es solo una canción y su historia no terminó al principio. Reencarnó en los ‘90 de Spinetta. De Fito Páez. De las Soul Fingers. De Diego Torres. Del Deep Purple sinfónico que vino al país en 2006. También en un poco prolífico devenir solista que, empero, alcanzó para publicar ese fino disco junto a su agrupación Nu Jaazz. Y ya. “Pasó que en 2007 me fui a Barcelona y cuando volví, tres años después, me aboqué completamente a la lucha por la ley Nacional de la Música, sancionada tras dos años de trabajo muy intenso”, pasa lista ella, que claramente redireccionó sus energías hacia otros lares.
En rigor, fue vicepresidenta del Instituto Nacional de la Música (Inamu) hasta abril de 2018. En carácter de tal, asegura, llegó a trabajar catorce horas por día y tal intensidad relegó la edición de Planeta enano, disco en que participan once pianistas y que irá saliendo en singles. “Todo tranquilo, porque mi vida nunca estuvo hecha sólo de música. Soy bióloga de formación, tengo media maestría en Políticas Sociales Urbanas hecha y deseo terminarla. Siempre perdí mi tiempo viviendo”, se ríe Mel Gowland, antes de dar otro paso en la batalla este sábado 9 de marzo en la sala Siranush (Armenia 1353), en el marco de la octava edición del Festival por el Día Internacional de la Mujer (DIM). “Desde septiembre del año pasado, cuando se presentó el proyecto de ley de cupo femenino y acceso de artistas femeninas a los escenarios, que vamos a cada festival o mesa de debate para hablar sobre esta temática y la necesidad de que la ley se sancione. ¿Qué hacemos, puntualmente? Pues contestar dudas que tengan músicos, productores, gestores culturales y curadores de festivales”, explica.
Tal actividad es parte del cotidiano militante de “Por más músicas mujeres en vivo”, que Mel Gowland comparte con veinte colegas (Liliana Vitale, Barbarita Palacios y Nora Sarmoria, entre ellas). Pmmmev, tal la sigla, surgió de un estudio de la revista chilena La Ruidosa que aseguraba que la Argentina era el peor país de Latinoamérica en cuanto a presencia de mujeres en los escenarios. Fue el puntapié inicial para que las perjudicadas se organizaran y empezaran a luchar por la ley del cupo, hasta que llegó al Senado. “Al momento, tiene dieciocho firmas de siete bloques y se espera su tratamiento en comisiones”, informa la cantante. “Nuestra lucha es poner en el campo visual de los productores y curadores de los festivales, hoy miope, el enorme talento de las mujeres. No nos interesó nunca señalar quiénes no programaban mujeres, hasta que José Palazzo tuvo sus desafortunadas declaraciones. Siempre quisimos mirar para adelante y trabajar para cambiar la realidad de postergación y desigualdad”.
–¿Cuál es el balance que hace sobre su rol en el Inamu?
–Positivo. En sólo cuatro años, con fondos menores a los que tienen otros institutos nacionales, fomentamos más de tres mil seiscientos proyectos musicales de todo el país. Personalmente, además, desarrollé un Circuito Cultural Social en el que los músicos que recibieron subsidios realizan una compensación en lugares con vulnerabilidad social o bajo acceso a eventos culturales, alejándose del “pomelismo” y conectándose con el entorno y con la música como herramienta de transformación social.
–Respecto a su rol como cantante, una vez confesó que cantar con Luis Alberto Spinetta –de quien grabó una fina versión de “Jardín de gente”, además– fue el punto más alto de su carrera. ¿Sigue pensando lo mismo?
–Pienso en Spinetta como lo más alto por el orgullo que me da haber cantado en la banda de quien nos marcó el camino de una creación sin concesiones, de una búsqueda permanente de la mejor canción, que no es aquella que más vende, sino la que conmueve y penetra en el alma del pueblo. Por eso quisimos difundir su obra en las escuelas, para que su poesía y sus melodías se estudien y resignifiquen. Su fecha de nacimiento, además, es el Día Nacional del Músico, ley que impulsé junto a Diego Boris.
–También ha trabajado mucho con Diego Torres. ¿Qué sintió cuando lo vio cantando en el Aid Live Venezuela, a favor de la injerencia estadounidense en ese país?
–Siento que pudo haber sido utilizado. Diego es un hombre de bien, quiero creer que le ha faltado información veraz sobre lo que estaba apoyando. No lo veo apoyando a los mismos que metieron armas disfrazadas de ayuda humanitaria en Nicaragua.