Una imagen que me viene a la mente cuando pienso en el feminismo es la de una red de puentes conectando islas. A los puentes los construimos para unir espacios que no necesariamente están muy lejos, pero a los que no podemos llegar caminando naturalmente. Porque hay un río, un desnivel, algún obstáculo que nos impide llegar al otro lado. 

La potencia del feminismo como movimiento político está en su capacidad de tender esos puentes. De construir alianzas con sectores que no eran posibles desde la política tradicional. De hacer articulaciones amplias, como diría el querido Ernesto Laclau, que permitan construir nuevos sentidos y conectar espacios que antes no conectaban. Cuando decimos que el feminismo vino a revolucionarlo todo, es exactamente esto lo que estamos diciendo. Vino a revolucionar los límites establecidos. Vino a tirar abajo los puentes rotos para crear nuevos. Más anchos, más transitados. El feminismo empezó a construir estos puentes hace décadas. Desde los márgenes y batalla a batalla, logró un lugar central en la agenda política que le permitió empezar a cambiar las cosas. 

Pero tender puentes no es fácil. Y sobre todo, no es cómodo. Porque nos obliga a cuestionar nuestras propias estructuras, nuestro propio aprendizaje que ya vino atravesado por el patriarcado. Nuestra propia manera de construir poder. Es más cómodo construir con quienes siempre lo hemos hecho. Pero hoy sabemos que no alcanza. Por eso no podemos darnos el lujo de cerrarnos, de caer en viejos dogmas, de pensar que no podemos construir nada en común con alguien que, por ejemplo, no está a favor del aborto. 

El feminismo sabe bien de la importancia de que el Estado funcione en favor de las grandes mayorías oprimidas. Las mujeres y las identidades disidentes lo han sido durante siglos y por eso hoy no podemos darnos el lujo de repetir viejas prácticas, mucho menos ante al avance de la derecha y las viejas recetas neoliberales en la región. 

Si los puentes son nuevos, unen espacios que antes estaban separados. Abracemos esos puentes y cuidemos el enorme valor que tiene la transversalidad del feminismo para esa construcción. No tenemos mucho tiempo. Esos puentes tienen que estar bien firmes para la batalla electoral que daremos en pocos meses. 

Andrea Conde:  Legisladora porteña.