Desde Neuquén
Las calles del centro de Neuquén están limpias y vacías, como un sábado de marzo cualquiera. Algún turista distraído podría pasar por alto que al día siguiente se realiza la primera elección de gobernador de 2019, que podría impactar de lleno en el escenario nacional y en la campaña presidencial.
Apenas se visualizan en la vía pública los restos de la publicidad de los principales candidatos: el actual mandatario, Omar Gutiérrez, busca su reelección y la continuidad de un sistema de poder único en Argentina, el Movimiento Popular Neuquino, que comanda la provincia desde 1962.
Su principal adversario es el ex intendente de Cutral Co, Ramón Rioseco, el referente de unidad entre los distintos sectores del peronismo y el kirchnerismo, hoy podría dar la sorpresa y sacudir la política nacional. Cambiemos lleva su propia figura, el radical e intendente de la capital, Horacio “Pechi” Quiroga, que en las últimas semanas parece haber perdido el apoyo de la Casa Rosada, más preocupada por evitar un triunfo de Rioseco que por una derrota de su postulante. Pese a no contar con chances de acceder a la gobernación, otro actor clave de la elección será el ex gobernador Jorge Sobisch, quien abandonó el MPN para presentarse como candidato de la Democracia Cristiana. Con una impronta bolsonarista y bajo el lema “se acaba la joda”, Sobisch aparece como un dirigente con fuerte capacidad de daño, restándole votos al oficialismo y, en menor medida, a Quiroga.
Si bien se trata de una provincia que apenas supera el 1,5 por ciento del padrón nacional (493.760 electores están habilitados para votar), otros factores llevan a concentrar la atención nacional en el distrito: el peso simbólico de ser la primera provincia en elegir gobernador (en La Pampa sólo se habían realizado internas), los actores políticos involucrados, el grado de incertidumbre sobre el ganador y las derivaciones nacionales que podrían abrirse tras el resultado. Dos hombres que trabajaron en las campañas electorales de la provincia señalaron ante PáginaI12 que se trató de una campaña corta, de 45 días, que se desarrolló entre enero y febrero, un momento en el que los neuquinos están poco predispuestos a discutir de política.
A primera vista, el escenario electoral aparece similar al de 2015, con Gutiérrez, Rioseco y Quiroga como principales candidatos. En aquel momento, las encuestas le daban vencedor al líder del MPN por un estrecho margen pero al final del día de la elección, las urnas le otorgaron unos 9 puntos de ventaja sobre el segundo, Rioseco. Terminaron 40,6 a 31,2. Quiroga se colocó más lejos con el 20,9 por ciento. Sin embargo, según reveló en su blog el politólogo Andy Tow, fue el resultado más bajo del MPN de sus 57 años de hegemonía.
Como ocurre con la mayoría de los líderes de partidos provinciales, uno de los ejes de la campaña de Gutiérrez fue la desnacionalización de la elección y la defensa de los intereses locales frente a los “extranjeros”. “Estamos dialogando sobre la única propuesta genuinamente neuquina, la que busca seguir cuidándote a vos y a tu familia, pensando en tu futuro y el de la provincia”, decía Gutiérrez en sus últimas declaraciones antes de la veda electoral. En la misma línea, durante su cierre de campaña advirtió que “la llave de Neuquén la tenemos los neuquinos”. El slogan, repetido en afiches y carteles fue “Sigamos Juntos”.
Rioseco prefirió poner el foco en la crisis económica, en una provincia que tiene a los recursos energéticos, en especial Vaca Muerta, como su principal activo. Su mensaje se inserta en la idea de una provincia con grandes recursos, pero cuya riqueza no queda para los neuquinos sino para los grandes capitales. “Este pueblo neuquino va a ser el que ponga el primer grito en contra del ajuste, votando en contra de Macri y de Gutiérrez. Éste es el sueño de muchos neuquinxs, tras vivir momentos de angustias, desocupación y tarifazos. Acá el domingo comienza una nueva historia para Neuquén”, aseguró durante el último acto electoral. “Se viene otro Neuquén”, se repetía en los carteles y las redes sociales. El ex intendente, presentado como “piquetero K” por los medios afines al PRO, fue uno de los que llevó adelante durante los ´90 las primeras protestas con cortes de ruta. Su compañero de fórmula es el diputado nacional del Frente para la Victoria Darío Martínez. La alquimia fue diseñada como parte de la estrategia de unidad impulsada por la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Fuentes del kirchnerismo remarcaban que la participación de la líder de Unidad Ciudadana en la campaña local fue especialmente pensada. No viajó a la provincia pero se mostró junto a Rioseco en el Instituto Patria en las últimas semanas. Además, prestó su voz para la realización de un spot de campaña que se difundió la semana pasada. Un articulador de esa estrategia fue el ex secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, que ayer salía de su oficina en el centro neuquino para terminar la logística del día de la votación.
Si bien la mayoría de los consultores lo señalan alejándose de la dupla Gutiérrez-Rioseco, Quiroga aparece nuevamente tercero. Fue intendente de la capital con la Alianza en 1999 y revalidó de la mano de Ricardo López Murphy en 2003. Tras integrar el “radicalismo K” que acompañó a Julio Cobos, fue diputado nacional y secretario de Relaciones Institucionales de la Cancillería. Volvió a la intendencia en 2011 y continúa allí hasta ahora. Si bien su imagen no excede la frontera capitalina, se trata del distrito electoral más importante de la provincia, que representa dos tercios del padrón provincial. La estética y campaña municipal se asemeja a la de cualquier distrito PRO. Sin embargo, las figuras que lo acompañaron en las últimas semanas fueron los radicales del sector más crítico del macrismo y de Cambiemos: Martín Lousteau, Alfonso Prat Gay y el pampeano Daniel Kroneberger, triunfador de la interna frente al macrista Carlos Mac Allister. En parte porque la figura de Macri no le suma y en parte porque Macri no quiere arriesgarse con un caballo que va de perdedor, no hubo foto entre ambos. Por el contrario, en una de sus múltiples vacaciones en la Patagonia, Macri recibió al gobernador Gutiérrez en el country Cumelén de Villa La Angostura y difundieron la imagen del encuentro. Con pocas chances de un triunfo, ningún dirigente de peso del PRO vino al bancar a Quiroga. De hecho, en la Casa Rosada circuló una versión sobre un pedido para que Quiroga baje su postulación y así evitar dos golpes: la derrota de Cambiemos y un posible triunfo de Rioseco. No ocurrió pero no hizo falta ser muy observador para advertir la jugada del Ejecutivo por despegarse del dirigente radical.
En este contexto, la irrupción de Sobisch se convirtió en una de las novedades de esta elección. Antes de naufragar con su fallida candidatura presidencial en 2007 (sacó el 1,40 por ciento de los votos), el dirigente había sido tres veces gobernador, precisamente por el MPN. Por aquellos años tuvo un breve acercamiento a Mauricio Macri y Ricardo López Murphy. Sin embargo, el asesinato del maestro Carlos Fuentealba, en el marco de una represión policial ordenada por él para despejar un corte de ruta signó el ocaso de su carrera política. Desplazado del MPN, Sobisch consiguió el sello de la Democracia Cristiana para competir. Algunos sondeos lo ubican creciendo. Partió con 5 puntos y según el encuestador consultado, podría superar los 10 o hasta los 12.
Detrás de ese pelotón de candidatos, asoman a lo lejos otros como Raúl Godoy, del Frente de Izquierda, Mercedes Lamarca de Libres del Sur, Priscilla Otton de Nueva Izquierda y Alejandro Vidal de Iguales.
La jornada que terminará mañana podría significar un punto de inflexión en la política neuquina y sacudir con fuerza el escenario nacional.