Desde Madrid
Las mujeres confirmaron por segundo año consecutivo que son la principal fuerza de cambio político en España. Este 8 de marzo, una marea violeta inundó las calles y plazas en decenas de ciudades del país. En Madrid, se congregaron 350 mil personas, prácticamente el doble que el año pasado, cuando el feminismo sacudió la nación ibérica, y obligó al Estado y a los principales partidos políticos a impulsar cambios reales para lograr la igualdad entre el hombre y la mujer, y combatir la violencia machista.
Pero este feminismo masivo, transversal, alegre, y pujante, ha irrumpido en la sociedad española no solo para luchar por el reconocimiento de los derechos de las mujeres y de la violencia que sufren, sino también para gritar las injusticias que el neoliberalismo ha generado en las sociedades europeas, ante unas fuerzas progresistas incapaces de combatirlas, y otras opuestas, que amenazan con profundizarlas.
El texto del manifiesto de esta segunda huelga feminista española no varió mucho del elaborado el año pasado, y denunciaba el abuso sexual y la violencia machista, la brecha salarial entre hombres y mujeres, y la no corresponsabilidad de los hombres y del Estado en los cuidados (domésticos). Esta última, una de las principales demandas del feminismo español y que, como afirma la antropóloga Nuria Alabao, apunta a “generar un debate público sobre los trabajos invisibles (no remunerables) que realizan las mujeres, y que sostienen el sistema y la vida”. En general, el contenido del manifiesto no se alteró de un año a otro porque aún restan muchos avances por conseguir. Pero es indudable que en España, el feminismo ha ocupado el centro de la política española y que, de ninguna forma, piensa renunciar a los debates y las conquistas conseguidas.
Durante este 8M se ocupó de dejarlo en claro con una consigna que se escuchó en cada marcha sobre el territorio español: “Ni un paso atrás”. Un grito dirigido a Vox, el partido de ultraderecha español cuya agenda conservadora incluye el rechazo a las leyes de igualdad de género, y que también sirvió como advertencia para las fuerzas tradicionales del centroderecha, como el Partido Popular (PP), y Ciudadanos (Cs), sobre un castigo electoral si pactaban con una formación que se opone al progreso de las mujeres. Una posibilidad que deslizó el líder del PP, Pablo Casado, durante la manifestación que su fuerza, Vox y Cs, convocaron el mes de febrero en la plaza Colón de Madrid para reprocharle al gobierno socialista las negociaciones con los líderes independentistas de Cataluña.
En cuanto a las conquistas del feminismo español desde el 8M del año pasado, es el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) el que más ha hecho por intentar mostrarse como su principal impulsor. Una estrategia que conserva tanto de honestidad política como de oportunismo. Un reflejo de ello es el mensaje que dejaron las once ministras que forman el gabinete del Gobierno español durante su participación en la marcha de este viernes: “Frente a Colón, somos legión”.
Sin embargo, es cierto que desde el desembarco del gobierno de Sánchez en la Moncloa tras la moción de censura a Mariano Rajoy, se impulsó una agenda con guiños al feminismo. En primer lugar, haber conformado un gabinete con amplia mayoría de mujeres. A partir de allí, la ampliación de los fondos para el Pacto contra la Violencia de Género; reglamentar la recuperación de aportes jubilatorios para aquellas personas que se ven obligadas a dejar su puesto de trabajo para cuidar a ancianos o a personas en situación de discapacidad; obligar a las empresas a publicar las tablas salariales de sus empleados para que las mujeres puedan denunciar casos de discriminación salarial y, recientemente, ampliar el permiso por paternidad para los padres, que gozarán de ocho semanas a partir del 1 de abril, y que no podrán ser transferidas a sus mujeres.
Prueba de ello dio Pablo Iglesias, el Secretario General de Podemos, cuya fuerza impulsó sostenidamente una agenda feminista desde su nacimiento, en el 2015. El líder morado, se retiró de la vida política para cumplir con su permiso de paternidad después del nacimiento de sus mellizos en julio del año pasado. En un contexto de crisis por la salida de uno de los miembros fundadores, Íñigo Errejón (que competirá por la Comunidad de Madrid con una marca política “amiga”), la caída que registró su fuerza en intención de voto; la irrupción de Vox, y el llamado a elecciones generales, Iglesias desestimó aquellas voces que le exigían regresar al debate público. Por contrapartida, Irene Montero, portavoz de Podemos en el Congreso de los diputados, y madre de los mellizos, asumió la dirección del partido.
Esta semana, Montero, recogió una propuesta de Isabel Serra, candidata de Unidas Podemos en Madrid, para crear una asignatura sobre feminismo que fuera implementada en los colegios públicos en esa comunidad autonómica. La dirigente abogó por ir más allá, y propuso que fuera parte del programa electoral de cara a los próximos comicios generales.
El PP y Cs también han intentado subirse a la ola del feminismo para no perder peso electoral. A pesar del coqueteo con Vox, las dos fuerzas del centroderecha elaboraron consignas y programas para atraer a las mujeres de cara al 28 de abril. Cs presentó un decálogo de lo que ha denominado “feminismo liberal”, en alusión a una agenda que favorezca la igualdad de género sin proclamas “anticapitalistas”, tal como denominan sus líderes a las manifestaciones del 8M. Dos medidas recogidas en su programa son la regulación del alquiler de vientres y de la prostitución. Desde la izquierda y varios colectivos feministas, apuntaron que las iniciativas del partido naranja dejarían a la mujer a la deriva del mercado.
El caso del PP es más controvertido. Este 8M, Pablo Casado grabó un video junto a un grupo de mujeres de su partido, en el que él fue el único orador. El lema que impulsó (no hablamos por ti, hacemos por ti), denunciaba una supuesta coptación política de la agenda del feminismo por parte de la “izquierda radical”. Como sea, las referencias del joven presidente del PP a la agenda de la mujer, apuntan sobre todo a la brecha salarial. Problemáticas como la violencia machista han sido reducidas a “los hombres que se portan mal”, y otras como el aborto (que buscaría penalizar), a barbaridades como “es bueno que (las mujeres) sepan lo que llevan dentro”.
En cualquiera de los casos, Nuria Alabao afirma que lo que se ha visto estos días es “una disputa partidaria por definir cuál es el sentido de la manifestación femenina”. Sin embargo, señala que “la manifestación en sí misma tiene unos componentes de radicalidad y de voluntad de transformación que van mucho más allá de los posicionamientos de los partidos, que los superan y lo desbordan, y que conectan con una desafección hacia las formaciones políticas, y una necesidad de generar otros espacios de politización”.
La masiva marcha y la huelga de este 8M se colarán sin dudas en el mes y medio de campaña electoral que resta hasta el 28 de abril. Es probable que, por su éxito, persuada con mayor fuerza a los partidos políticos sobre la urgencia y la necesidad de promover la igualdad de género, y combatir la violencia social e institucional que atenta contra la mujer. Sin embargo, la centralidad política del feminismo le obliga a estar alerta. Alabao precisa que uno los principales retos será “hacerle frente a la fuerza centrífuga de disolución que tiene el intento de apropiación por parte de los partidos políticos, de un movimiento plural y de base como es el feminismo”.