En una entrevista concedida a Página 2 -un programa de libros de la televisión española con nombre casi idéntico al de este diario-Alessandro Baricco definió su flamante novela como “un libro extraño que, a pesar de estar ambientando en una zona rural del norte de Italia al inicio del siglo pasado, en verdad es un gran homenaje a la literatura sudamericana: Rulfo, García Márquez, Álvaro Mutis, porque muestra esa forma que tienen ellos de llevar al extremo las consecuencias de una pequeña anomalía de la vida”. Como remate ofrecía ante las cámaras una especie de receta de la literatura de este lado del mundo: “ahí donde aparece una pequeña cosa que no es normal, multiplícala y repítela toda la vida, llévala al extremo de sus consecuencias y ya tienes una novela sudamericana”.
Indudable Masterchef literario, Baricco es de esos -grandes- escritores cosmopolitas que sacan inspiración de cada rincón del mundo y cuya obra completa, más que un índice, debería incluir un planisferio: mientras su fama internacional se la debe, en gran medida, al bestseller Seda de 1996 y esa tenue atmósfera japonesa que enamoraba perdidamente al comerciante de gusanos de seda Hervé Joncourt, sus últimos libros mostraban la deuda y el gusto del escritor por la literatura norteamericana: el realismo litúrgico de Emaús (2009) que, a partir de la historia de una bandita de adolescentes, héroes de la clase obrera y provinciana de la Italia de la década del ‘70, emanaba aires de Salinger, Mr Gwyn (2011) acerca de un novelista con aires de Roth que amagaba con el retiro y la carveriana Tres veces al amanecer (2012), una especie de spin-off de Mr Gwyn ya que aparecía mencionada en esa novela.
Con la mirada ahora puesta en el sur, La Esposa joven le dedica una parte importante de su trama a nuestro país ya que, además de expresar que “el tango proporciona un pasado a quien no lo tiene y un futuro a quien no lo espera”, es precisamente de Argentina de donde viene la Esposa joven para buscar a su prometido que, inesperadamente, no se encuentra en su casa sino en Inglaterra. Así empieza esta novela, con una vuelta de tuerca a lo que es uno de los temas preferidos de Baricco: la ausencia.
Con solo 18 años y casi sola en el mundo, la Esposa joven decide esperar en la casa de su futuro marido donde intimará con este particular grupo humano que tiene costumbres extravagantes como preparar suntuosos desayunos que se extienden durante horas, evitar a toda costa la lectura de libros y prohibir cualquier rasgo de tristeza porque la infelicidad “es una pérdida de tiempo y, en consecuencia, una forma de lujo que, durante cierto número de años, nadie puede permitirse aún”. Además del gran ausente, la familia está compuesta por El padre, quien está enfermo de una “inexactitud” en el corazón, La madre, dueña de una belleza inconmensurable y artífice de silogismos inescrutables, La hija, el fiel mayordomo Modesto que desarrolló un sofisticado lenguaje a partir de toses y el Tío, acaso el personaje más destacado del libro, un extraño que usurpó ese parentesco y pasa la mayor parte de los días dormido aunque, entre sueños, es capaz de llevar a cabo tareas difíciles como tocar el piano o definir el más espeso debate. Casi la totalidad de los personajes carece, en efecto, de nombre, como si ese título les asignara no solo una estatura mítica sino también el principio de algo. O de todo.
De la misma forma, para esta excéntrica familia que arrastra el trauma de que todos sus ancestros murieron de noche, la repetición parece ser una forma de oxígeno como si solo vivieran un largo día con el que ensayan algo parecido a la eternidad que siempre, por definición, y aunque hagan todo por evitarlo, se termina escurriendo entre los dedos.
Con cierto aire teatral (algo a lo que, según dio a entender, está muy abocado ahora mismo Baricco) y ráfagas surrealistas, La Esposa joven tiene el enorme mérito de ser, con pocas fallas y muchas virtudes, un homenaje a la escritura y, al mismo tiempo, un reconocimiento a la experiencia del cuerpo que, según él, es la única experiencia propiamente dicha.
A propósito, por alguna extraña razón, no suele tenerse en cuenta que Baricco es Licenciado en Filosofía. Y, quizás, por eso mismo suele pasarse por alto su extraordinaria eficacia a la hora de encastrar ideas de ensayo y ficciones literarias. En La Esposa joven, por ejemplo, entre esta fábula de una familia tan poco normal y la espera desesperada de la protagonista, hay lugar para una reflexión brillante acerca de lo que es la literatura, una reflexión que, dicho sea de paso, rompe todos los moldes y lugares comunes acerca de la tan mentada literatura del yo: “todo lo que escribimos guarda relación con lo que somos, o con lo que fuimos, pero el oficio de escribir no debe transmutar en una forma literaria nuestros propios asuntos, mediante la penosa estratagema de modificar los nombres y, a veces, la secuencia de los acontecimientos; en cambio, siempre me ha parecido mejor interponer entre nuestra vida y lo que escribimos una distancia magnífica que, forjada por la imaginación, primero, y colmada luego por el oficio y por la dedicación, nos lleva hacia otro lugar donde aparecen mundos que no existían con anterioridad, donde todo lo que hay que es íntimamente nuestro, inconfesablemente nuestro, así vuelve a existir, pero ya ignoto para nosotros, y tocado por la gracia de formas delicadísimas, como fósiles o mariposas”.