Tras sufrir un severo derrame cerebral en 2013, el presidente de Argelia, Abdelaziz Buteflika, no ha hablado en público y rara vez se lo vio en algún acto oficial. Su postulación a un quinto mandato fue el motivo que desencadenó grandes protestas callejeras, principalmente entre la población joven, que gran parte de su vida pasó bajo el gobierno de Buteflika, que ostenta el poder desde 1999.
Argelia tiene la ventaja de ser el principal abastecedor de gas a España, Francia e Italia, que ven en este país una alternativa al chantaje energético que ejerce Rusia.
El actual presidente tuvo un papel destacado en la guerra sucia de independencia impuesta por Francia. Luego, fue ministro de Relaciones Exteriores y mantuvo a Argelia como símbolo de los países no alineados.
Una masiva protesta en 1988 por el aumento de los alimentos desestabilizó al sistema político argelino e hizo surgir con gran fuerza a los islamistas, que fueron apoyados por las monarquías teocráticas del Golfo Pérsico.
En consecuencia, el gobierno de Argel suspendió las elecciones y prescribió a los islamistas, que tomaron las armas, dando comienzo a una guerra civil, que duraría hasta 2003 y que dejó unos 200 mil muertos.
Durante la guerra, el ejército quiso mostrar su cara más democrática y apoyó el ascenso de Buteflika, que pacificó al país, dictó indultos y prebendas y unificó a antiguos rivales políticos y militares.
En materia exterior, el presidente tejió alianzas con Rusia, defendió a Siria dentro de la Liga Árabe y tuvo excelentes relaciones con Europa, pese a que mantenía un enfrentamiento con su vecino Marruecos.
El apoyo a Bashar al Assad nunca fue perdonado por Qatar, que en 2011 vaticinó que en algún momento le iba a llegar el turno a Argelia de una revuelta que derrocara al actual mandatario.
Ya convaleciente, a partir de 2014, Buteflika -o su círculo íntimo liderado por su hermano Said y el general Ahmed Saleh- comenzó una purga de políticos y militares, cuya creciente influencia podría haber sido peligrosa para su figura.
Desde hace décadas, el Ejército tiene una gran participación en las exportaciones de minerales e hidrocarburos, junto con grandes compañías y políticos dóciles. Esa es la base del status quo.
Francia podría estar detrás de las protestas, como hizo en Libia, dado que desde su territorio se autoproclaman supuestos líderes sociales, pero aun no existe un argumento suficiente de que eso esté sucediendo.
Tampoco parece que la profecía de Qatar se esté cumpliendo, dado que las movilizaciones no tienen carácter religioso. El modus operandi de las monarquías árabes consiste en comprar mercenarios y en financiar mezquitas para crear un ejército disidente y funcional que intente derrocar gobiernos, como sucedió en Afganistán, Libia y Siria.
El recuerdo de la trágica guerra civil está muy presente en la sociedad, por eso cada protesta es tomada con cautela por el inconsciente colectivo.
Sin embargo, los jóvenes no tienen tan presente la herida de esa contienda, sino que ven que un sistema corrupto, mantenido por empresarios, militares y un presidente moribundo apunta a perpetuarse sin siquiera reemplazar al primer mandatario por otra figura que no sólo pueda gobernar, sino que por lo menos pueda hablar.
* Periodista, analista internacional.