La idea, cuenta Leo García, se le ocurrió a Litto Nebbia. Habían compartido experiencias arriba y abajo del escenario, en estudios de grabación y en guitarreadas de entrecasa. Pero esta vez la propuesta fue más allá y lo tomó por sorpresa. “Te quiero producir”, le dijo uno de los padres fundadores del rock argentino. La respuesta no se hizo esperar y dio origen a Música del corazón, un trabajo que definitivamente rompe el molde en la discografía del cantante de la ceja incompleta. “Fue un poco parecido a lo que me pasó en su momento con Gustavo Cerati, que se acercó a mí sabiendo que venía de un barrio, que no tenía ninguna ostentación de éxito”, recuerda. “Cuando no sos el más popular, es difícil que venga un grande y te diga: ‘Tengo estas canciones. Creo en vos’. Y eso pasó con Litto. Yo venía cargando con el dolor de la despedida de Gustavo, que realmente fue un bajonazo, porque es mi padrino artístico. Que Litto me proponga hacer un disco para su sello Melopea fue un honor y también fue sanador: me impulsó de nuevo como artista.”

Palabras más, palabras menos, el plan de acción de Nebbia se podría sintetizar así: “Vamos a hacer un disco que nos guste a nosotros dos. Si lo hacemos con la idea de que les guste a los demás, no va a ser una obra de arte”. “Justo estaba leyendo los manifiestos del dadaísmo que escribió Tristan Tzara, que apunta en esa dirección: el arte no es lo que uno hace para que les guste a los demás, para agradar. Y este disco lo hicimos así y me parece maravilloso”, define. “Yo también puedo pensar de otro modo, hacer las cosas para que la gente las entienda, no me disgusta para nada. Pero en este caso fue diferente y le hice caso al maestro. Me relajó, porque es muy tenso trabajar pensando en que tenés que pegarla: es algo enfermo”, dispara. La presión, en el caso de su trayectoria en solitario, quedó sellada con un hit temprano. “Con ‘Morrisey’ la subida fue alta y la caída fue dura. Creo que mi gran problema fue tratar de agradar todo el tiempo. Y eso estaba ahí, latente”, explica.

Después de Algo real, un trabajo montado sobre la tracción a sangre que aporta su banda de acompañantes, García se aleja todavía más del tecnopop que marca su identidad musical desde los tiempos de Avant Press. “Litto tocó prácticamente todo: el piano, el bajo, la guitarra, percusiones. Y yo toqué la guitarra criolla. Cuando llevé mi máquina al estudio, me dijo: ‘No, nada de programaciones’. Sólo quedó un bombo y un clap en ‘Amor pop’”, dice. Originalmente, ese iba a ser el título del disco. “Hay una canción que compuse para vos, de un tipo que está enfermo de amor”, le anticipó Nebbia. “Litto me sacó la ficha rápidamente, como si hubiera visto todo. Esa es la maravilla de un artista como él: es un chamán, un hechicero, un mago Merlín. Y sabía cómo era yo, un tipo solitario, que tenía mis conflictos, alguien extremadamente sensible, enamorado de los imposibles. Entonces llevó la temática de las letras para ese lado, por eso fue como un alivio. En ‘Amor pop’ escribió: ‘Deja de pensar que nada es real/ Es solo emoción que el tiempo borrará /Después, ya verás /Todo seguirá igual’.”

“El éxito pasa por saber lo que uno quiere ser, por no perder la llama de la diversión y, principalmente, por sentirse y verse bien”, desliza el cantante en otro tramo de la entrevista. “De ahí vienen todos mis cambios de hábitos. No podía permanecer en el rocanrol. Había cosas que tenía que cambiar. Focalizar en la alimentación, en un estilo de vida saludable. Llevó todo un período, donde primero tenía que limpiar mi cabeza. Y gracias a Dios hubo un despertar. Antes subía y caía. Subía y caía. Ahora sé que no voy a caer más”, afirma. Y, con la misma convicción, dice que esa transformación interior quedó prefigurada en Música del corazón: las letras que escribió especialmente para él uno de sus héroes de la adolescencia iluminaron un nuevo horizonte. Otro ejemplo que viene a su mente para ilustrarlo es “La vida temprana”. “Es como una predicción de lo que yo iba a vivir después, porque habla de disfrutar de las mañanas, de respirar el aire limpio y saber lo que uno siente cuando se deja de joder y está entero a esa hora del día”, agrega.

Curioso encuentro en el estudio el que protagonizaron ambos, entonces, porque no sólo la lírica del ex Los Gatos impregna y moldea el disco: es fundamentalmente a nivel musical donde la influencia del primero se manifiesta con mayor claridad. Música del corazón remite, de alguna manera, a El palacio de las flores, aquel álbum de Andrés Calamaro donde la mano de Nebbia como productor también se extendía a la forma y al contenido de algunas canciones. Pero en este caso se trata de una aventura todavía más radical. “Yo me dejé llevar”, sintetiza García. “A la hora de trabajar, me entregué al productor. Quizás Música del corazón suena ‘muy Litto Nebbia’, pero qué más podía pedir. ¡¿Qué más?! ¿Cómo voy a pretender que sea más Leo García que Litto Nebbia, si él está presente en todo el disco? Por momentos, hasta canto como él. Y eso es porque Litto me dirigió mientras cantaba: me bajó los tonos vocales, me sacó las mañas. ‘Mirá, primero hay que decirlo: decilo’, me repetía. Fue una conducción increíble”.

El repertorio incluye dos composiciones de García y su habitual colaborador, el periodista Pablo Schanton: “Flor en el invierno” y “Sorpresa”. La primera es una balada de aires litoraleños, sazonada con el bandoneón de Manuel Careter; la segunda es una pieza de aliento blusero y nocturno, con el toque de Alambre González en guitarra eléctrica. “Pensé mucho en Adrián Otero, de Memphis La Blusera, una banda que adoro. No nos parecemos, pero quería acercarme a la energía que él tenía, algo que siempre admiré. Hacerlo desde ese lugar no me pareció para nada raro. Yo convivo con esas cosas, me encantan”, apunta. O sea, hasta en los temas propios aparecen referencias estéticas que no estaban presentes en su obra previa. “El abanico de personalidades musicales que tengo es imposible de mostrar en un disco. Quizás algún día lo logre. En Música del corazón se pueden ver algunas de esas otras partes, que seguro no están en Mar, por ejemplo”.

Las versiones también rumbean en la misma dirección, una que, a primera escucha, tratándose de quien se trata, desemboca en la sorpresa. “Hay una canción de Moris, ‘Yo no pretendo’, que es la primera que se cantó en el rock nacional, según me contó Pipo Lernoud”, dice. Si tenemos en cuenta que en sus recitales suele incluir una relectura de “Por”, esa gema de Spinetta incluída en Artaud de Pescado Rabioso, no llama tanto la atención ese pequeño trip a las fuentes del género. En cambio, que se haya animado a grabar “Paseo de julio”, un tango que solía cantar Carlos Gardel, sí que implica tomar un riesgo. “Litto me pidió que lo grabara, porque hace mucho tiempo fui con una guitarra a su casa, le canté un par de tangos y le gustó cómo lo hacía. Entonces me dijo: ‘Quiero que grabes un tango, solo con la guitarra’”, explica. La pieza de Emilio Fresedo se puede escuchar por partida doble, primero con un formato despojado, apenas voz y viola; luego, cerrando la lista, vuelve a sonar con el acompañamiento de Careter en bandoneón.

“Música del corazón es un disco clásico, old school, donde se me escucha cantar jazz, blues, tango. Y también es bien nebbiero, salió por Melopea, el mismo sello que editó a Cadícamo y a otros artistas de la san madre”, dice. El “método Nebbia” tiene sus propias pautas, ajenas a ciertos preceptos de la industria discográfica. “En un momento, le pregunté a su ingeniero de sonido de toda la vida qué íbamos a hacer, si lo íbamos a mezclar en otro lado. ‘Esto ya está mezclado’, me contestó. O sea, ellos trabajan de ese modo, bien old school: van grabando y mezclando al mismo tiempo. Yo venía con la idea de grabar y después hacer el mastering en otro país, como se acostumbra hoy. Pero en Melopea no es así: se graba todo y hay que cantar y tocar bien de punta a punta la canción. Nada está tuneado. La palabra autotune está prohibida. Y eso estuvo muy bueno para mí, porque si bien soy un buen cantante y afino bien, me había acostumbrado a las mañas que te permite una computadora en la que podés retocarlo todo.”

En ese sentido, dice, equivale a haber egresado con un diploma de una de las escuelas más prestigiosas de la música popular argenta. “Sin lugar a dudas fue una enseñanza. Hacer este disco fue como cursar en una facultad impresionante, como fue en su momento salir de gira con Soda Stereo. No tengo más que estudios secundarios, pero la vida siempre me ofrece situaciones que se parecen a entrar en una facultad de alto nivel. Y tanto el hecho de tocar con Soda como la grabación de Música del corazón en Melopea me han dado más sabiduría”, asegura. ¿Las dos vivencias están a la misma altura? “Sí, porque están tocadas con cosas históricas. Nebbia es un prócer, es historia pura. Y también tuve la suerte de estar en la mejor gira del rock nacional, que fue Me verás volver, para la que ensayamos un año entero. Fue una experiencia muy fuerte, me dejó mucha solidez para poder decir lo que se me cante, siempre con respeto y sin soberbia. Me dejó muy bien preparado para soltarme y ser yo.” 

En el movimiento pendular que traza su carrera entre la vanguardia y la tradición, con este álbum García se posiciona mucho más cerca de la segunda. “Tengo el problema de vivir en el futuro todo el tiempo. De hecho, por eso soy tan ansioso”, se autodefine. “Esa locura me lleva a un buen camino a la hora de pensar una propuesta o una idea, pero lo más importante para mí es concretar los hechos. Un artista al que admiro mucho, como Tanguito, terminó naufragando en su carrera por no llevar a cabo todos los sueños que tenía. Sin embargo, dejó una luz impresionante: fue un vanguardista. Lo escuchás y es como si fuera Kurt Cobain, pero mucho antes. Pero yo no quisiera quedar como un soñador. El disco ya se hizo, ahora me falta concretar un par de videos con temas del disco. Ya hicimos uno, el de ‘Música del corazón’, en el que está Sofía Gala. Y después de la fecha que tuvimos el año pasado en la Usina del Arte, ahora también quiero hacer una presentación online. El plan es aparecer tocando con Litto desde algún lugar y difundirlo a través de Internet.”

Paciencia y amor: dos palabras que destaca García para pintar lo que ocurrió detrás de escena mientras se materializaba la obra. “A veces llegaba al estudio muy mal, después de haber tocado la noche anterior, y Litto me decía: ‘No, andá a tu casa a descansar, ponete bien’”, recuerda. “Pasé muchos momentos de familia con él y su mujer, Alex. Me abrió las puertas de su casa en el Tigre como si fuera un hijo, realmente. Con Litto hemos llorado emocionados cantando las canciones juntos”, completa. “Estuve mucho tiempo con él, escuchando sus anécdotas. Y cuando me hablaba de alguien, me decía: ‘Ese tipo es igual que nosotros, es un loco por la música’. Y eso siempre me quedó. Litto te remata una idea diciendo ‘Somos unos locos por la música’. Y de eso se trata el disco, del encuentro de dos locos. Música del corazón te lleva a ese lugar: el amor única y exclusivamente por la música. No por lo que podríamos lograr, ni nada de eso. Tiene mucha magia, es una especie de ombú: está ahí, al alcance del que lo quiera escuchar.”