“¿Cómo narrar cuando la palabra no determina la teatralidad de un texto? ¿Cuán cerca está la voz poética del cuerpo escénico? ¿Qué tipos de procedimientos permiten abordar la poesía en la escena? ¿Qué imaginarios teatrales producen las imágenes poéticas?”: éstas son algunas de las preguntas que guiaron a Mariana Mazover, dramaturga y directora, y Sandra Martínez, actriz, en la coordinación del ciclo Pequeña voz, miniaturas teatrales hechas con poesía. Ocho directores fueron convocados a elaborar obras breves en diálogo con un libro o una serie de poemas, con el fin de investigar sobre el cruce entre el teatro y la poesía.

El resultado de este proceso, que se inició en septiembre, fueron cuatro obras: dos miniaturas teatrales de 20 ó 25 minutos conforman cada una. Mazover es una destacada directora del ámbito independiente, que lo último que estrenó fue Mil Federicos, arbitrario recorrido por la vida y la obra de Lorca. El año pasado estuvo “re manija” leyendo jóvenes poetas contemporáneos. “Siempre me gustó mucho la poesía, pero antes estaba más vinculada con poetas clásicos. Leía a Pizarnik o Gelman”, dice. La joven es, también, docente, y en sus seminarios de dirección venía invitando a sus alumnos a trabajar a partir de “variables no dramáticas, textos no teatrales”, como cartas y poemas, del mismo modo en que ella lo hizo en Mil Federicos. Ambas motivaciones se unieron y así surgió el experimento que es “Pequeña voz”, al que se sumó Martínez.

¿Por qué poesía y no otro lenguaje? “Lo que tiene de copado la poesía es que obliga al director a pensar operaciones específicamente escénicas para que se construya una estructura teatral. Porque esta estructura no está en los textos, que son dispersos, y por eso obligan a llevar a fondo el pensamiento sobre la escena. La poesía produce formas más abiertas, más novedosas, no tan ligadas a las convenciones del realismo y del naturalismo, del lenguaje puesto en función de la narración”, resume Mazover, que ha dirigido Piedras dentro de la piedra –versión libre de Los Pichiciegos– y Esquinas en el cielo, entre otras.

“Muchas veces en el teatro se aborda a la poesía desde un lugar solemne o como un simple recitado. Lo que propusimos es la búsqueda de un lenguaje poético”, agrega Martínez. Los autores que integran “Pequeña voz” son Clara Muschietti, Nurit Kasztelan, Janice Winkler, Jonás Gómez, Gabriel Cortiñas, Carla Sagulo, Diego Alfaro Palma y Marie Gouiric. Los directores son Marina Ollari, Javier Laureiro, Martín Urbaneja y Diana Ullerup (trabajaron a dúo),  Katia Szechtman, Mon Borgatello, Manuela Estigarribia, Violeta Marquis y Sebastián Romero. Ollari, Laureiro, Marquis, Borgatello y Estigarribia son o fueron alumnos de Mazover; algunos presentan en esta oportunidad su ópera prima.

El primer paso fue la búsqueda de textos que sugirieran un pasaje hacia la escena. Luego, Mazover contactó a poetas y directores. “Una vez que los tenía, el trabajo fue empezar a hacer un cruce, ver a quién le daba cada poema. Después, se trató de esperar la aventura de ver qué aparecía en cada creación”, relata la directora. Junto a Martínez supervisaron los ensayos y dieron devoluciones, unidas en el rol de coordinadoras. Se habían conocido el año pasado, a partir de “Irreverente”, un ciclo que organiza la actriz y que propone un acercamiento a la cocina de espectáculos teatrales.

Hubo dos condiciones: no añadir ni una palabra y la incorporación de tres actores como mínimo. “Los poemarios son bastante heterogéneos en su forma. Lo que tienen como rasgo común, que es muy de la poesía contemporánea, es que no responden a estructuras previas. La escritura es más abierta. Algunos son poemas más extensos, de largo aliento; otros más sintéticos y contenidos”, define Mazover.

En relación con el formato elegido, la “miniaturilla teatral”, la dramaturga explica: “En el cine es habitual el cortometraje. En teatro, no es tan común esta búsqueda. Tratamos de poner el ojo en la construcción de la obra corta. Por su duración, creo que permite formas más abiertas de exploración, narraciones más indeterminadas. El sentido del relato no es lo que predomina”. Le interesa que el ciclo discuta con “el lenguaje más mediático, la escena televisiva, la maquinaria que produce todas las significaciones y modos de narrar”. “Y me interesan los procedimientos más expresionistas. Los que tienen la forma narrativa de la pesadilla, del sueño, del modo del almacenamiento de la memoria”, concluye. “En veinte minutos se tiene que condensar todo un contenido estético e ideológico. Hay algo semejante a la extensión de un poema. Es el tiempo preciso. Por eso, decimos que no es una escena: son pequeñas piezas”, define Martínez.

* Las funciones son todos los sábados de febrero, a las 21 y 22.30, en Animal Club de Arte. Reservas: [email protected]