Empezó al revés. Primero fue lo nuevo y ahora viene lo viejo. No es un orden necesariamente temporal –aunque algo de eso tenga– sino más bien geográfico, porque lo de nuevo refiere al continente americano. A lo que el cantautor y actor francoargento Brian Chambouleyron entiende como músicas del nuevo mundo. “¡Me di el gusto!”, se entusiasma él, sobre la presentación del pasado sábado en Hasta Trilce que resultó, según sus propios reflejos, en una combinación “feliz” de estilos “aparentemente” dispares. “Desde las canciones criollas, tangos y milongas pegaba un salto al repertorio venezolano de Simón Díaz, de ahí pegaba una vuelta hacia temas uruguayos mas candombeados. Además, toqué un par de corridos e incluso un narcocorrido mexicano. Me despaché con unos bolerazos y unas perlitas de la Música Popular Brasilera. Víctor Jara y Chabuca también estuvieron presentes y la recepción fue fantástica... No me dejaban ir: tres bises y terminé molido pero contento”, comenta el hombre, a horas de mostrar cosas del viejo mundo, este sábado a la misma hora, nueve de la noche, y en el mismo lugar: la casa musical de Maza 177.

“Básicamente, el viejo mundo es una selección de canciones en lenguas latinas. Canciones elegidas a lo largo del tiempo, que me parecen muy bellas y también significativas. Hay chanson francesa de Brassens, Aznavour, Moustaki y Leo Ferré. Canciones españolas tradicionales junto a otras de Paco Ibañez y Serrat. Temas napolitanos, y hasta una hermosa canción en lengua sefaradí, o judeo española”, detalla el cantor sobre el segundo concierto, que tendrá como invitadas a Paula Frondizi (sobrina de Arturo), el Tata Cedrón, Roger Helou, Marcelo Rodríguez y Lidia Borda. “Lidia es una artista muy importante y poseedora de una voz privilegiada, pero además tiene una sensibilidad tal que la lleva a explorar por nuevos caminos. Estamos muy en sintonía, ya desde la época de la nueva generación tanguera de los 90 tenemos búsquedas compartidas. Yo siempre quiero enterarme de lo que está haciendo ella”, sostiene el músico sobre la Borda, junto a quien creó el espectáculo Patio de tango durante el último año del siglo pasado, y lo paseó por el globo durante dos años, con Esteban Morgado en guitarra.

–¿Qué vínculos y distancias hay, entonces, entre nuevo y viejo mundo, tal como los concibe usted?

–El vínculo va de la mano del tipo de performance. No tiene una estructura prefijada, solo punteada, digamos. El argumento de cada noche es único y lo vamos descubriendo en esa interacción con cada público, en la particularidad de cada noche. Las distancias o diferencias pasan porque Nuevo Mundo lo hice solito con mi alma, mi voz y mi guitarra. Viejo Mundo, en cambio, va a ser una fiesta de artistas invitados. Incluso, en el disco que estoy grabando y como era de esperarse, habrá un poco de cada mundo. En este momento puedo atravesar las aguas con bastante desenvoltura, americanizando Europa y europeizando América.  

–Canciones al oído fue su último trabajo discográfico. ¿Se parece al que está por venir?

–Van de la mano, porque ambos tienen un repertorio ecléctico producto de diversas búsquedas. Lo diferente es el sonido. Hay muchos artistas invitados en este disco. Fernando Fiszbein, un compositor argentino residente en París, está haciendo algunos arreglos, y también Helou. Minino Garay hizo un trabajo fabuloso en la percusión, también están Marcelo Moguilevsky, Ramiro Gallo, Paulina Fain, Guillermo Rubino y Damián Rovner. El gran Martin Telechanski trabajando en la producción musical, por citar solo algunos. Es un disco muy compartido y eso es bastante novedoso para este gaucho solitario (risas).

El año pasado fue muy agitado  para el gaucho Chambouleyron. Arrancó con una presentación en la Universidad de Harvard, donde se despachó con un vasto  repertorio en lenguas latinas. “Fue una invitación especial del Departamento de Lenguas Romances de la Universidad... Dos profesores me esperaron a la salida de un concierto en Buenos Aires y me lo propusieron. Este es de alguna manera el germen de la propuesta Continentes, así como del disco nuevo. Entre otras cosas, diría que el tango goza de tan buena salud en el exterior que ya casi ni necesita de los argentinos (risas). Lo digo en el sentido del enorme arraigo que ha tenido. Europa se ha apropiado del tango, en el buen sentido del término”, sentencia el músico, cuyo agitado periplo siguió por Berna, Udine, Roma, Milano, México, París y Toulouse.

–A propósito, cierta corriente historiográfica asegura que Gardel era francés como usted. ¿Adhiere a ella?

 –Si, yo creo que era francés. Aunque él mismo también se ocupaba de crear un halo de misterio en relación a su origen, hay que decirlo, pero en Toulouse no tienen dudas... Doy fe.

–El Zorzal es un enorme referente para usted, incluso su primer disco le está enteramente dedicado: Chambouleyron le canta a Gardel. ¿Qué otros referentes tiene hoy?

–Ute Lemper, una diosa. También estoy escuchando bastante a Roberto Murolo, el napolitano, porque creo que la música napolitana es    bellísima e inagotable. Nombraría además al brasileño Elomar, Dori Caymmi, Vítor Ramil, y estoy fascinado con la canción francesa de los 60 y la italiana de los 70.

–¿Y qué hay de su lado actoral?

–Nada por ahora. Lo último que hice fue producir un concierto/pieza teatral para niños sobre la historia de la música de Buenos Aires. Fue en La Usina hace unos meses, estuvo muy bueno, y despunté el vicio de la actuación. Aunque, la verdad es que cuando canto me la paso actuando, porque cantar es actuar.