Las mujeres que en 1913 jugaron un partido de fútbol, desafiando el machismo de la época. Las que en 1934 acompañaron la huelga ferroviaria en la zona portuaria de Rosario. Aquellas maestras que en 1921 sostuvieron una larga huelga docente por salarios adeudados. Las que encendieron la mecha del Rosariazo en 1969. Las presas políticas en Devoto. Las madres y abuelas que en los setenta empezaron a reclamar por sus familiares desaparecidxs. Las que marcharon en los noventa para impedir el cierre de fábricas en el cordón industrial del sur santafesino. Las que también por entonces impidieron los remates de campos. Las Hijas que empezaron a organizarse para que los represores de la dictadura no estuvieran sueltos. Las activistas que convocaban a encuentros para la visibilidad lésbica. Las que participaron de los cacerolazos en 2001. Las que salieron a exigir justicia por Sandra Cabrera, la dirigenta meretriz que apareció asesinada en 2004. Las que trajeron hasta aquí las banderas para que la legalización del aborto sea ley. Las que escriben poemas feministas. Las que saben que la revolución es goce.
La enumeración puede resultar extensa. Y aun así continúa siendo apenas un chispazo que ilumina la larguísima y silenciada historia de la lucha de mujeres desde comienzos del siglo XX hasta nuestros días. Visibilizar esa historia. Situarla en el contexto de las luchas populares de las que es parte. Recuperar –a través de archivos personales e institucionales– una constelación de voces que nos ayuden a saber qué revueltas nos han parido a las feministas en cada momento histórico, qué gestos personales y políticos nos han traído hasta acá. Todo eso se sintetiza en Revolucionistas / Rebeliones (y) Feminismos. Esta mega muestra se acaba de inaugurar en Rosario y continúa a lo largo de marzoy abril, acompañada por un seminario donde se amplían los debates que cada fragmento de esa historia recuperada sugiere.
La exposición está organizada por el Centro de Estudios Latinoamericanos Ernesto Che Guevara, que depende del municipio rosarino, con entrada gratuita. La primera decisión fue subvertir el nombre del lugar en donde se despliega Revolucionistas. Por esa razón, durante todo el mes, el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa llevará el nombre Angélica Gorodischer, como homenaje a la autora de Kalpa Imperial y de una extensa y premiada obra narrativa, con foco en la lucha de las mujeres.”Con este gesto, queremos rendir homenaje a la escritura de las que han debido batallar durante siglos para tener el cuarto propio que les permita tomar su palabra”, indicó el colectivo curatorial durante la inauguración de la muestra, integrado por las investigadoras Sonia Tessa, Lilian Alba, Joaquina Parma Leiva, Romina Garrido y Pamela Gerosa.
Son las siete de la tarde y Revolucionistas acaba de inaugurarse. En Rosario se mezclan en partes iguales el calor y la humedad. Sin embargo, también sube una brisa transparente desde el río Paraná, que llega a las escalinatas del “Gorodischer” sobre peatonal San Martín, en el centro de la ciudad.Cientos de mujeres se acercan, se abrazan, se reconocen. A pocos metros, se despliega una instalación hecha con pasacalles cubiertos de pensamientos y consignas feministas de todas las épocas. Por ejemplo: “Es hora de que el feminismo deportivo deje paso al verdadero”, que proclamó la gremialista argentina Carolina Muzzilli en 1916 o “El feminismo tiene que ser antirracista y anticapitalista” de la norteamericana Angela Davis o “Si no puedo bailar, no me interesa tu revolución” de la anarquista rusa Emma Goldman. Se trata de un recorrido interseccional que complejiza los vínculos entre raza, género y clase a lo largo del tiempo y las geografías.
Revolucionistas está pensada a partir de la ciudad que la cobija. Pero esa singularidad se amplifica, como los temblores concéntricos del agua cuando se arroja una piedra. Esta muestra tuvo un origen curioso, a fines de 2018. “Desde el Centro de Estudios Che Guevara comenzamos a darnos cuenta del escaso registro que tenemos de las mujeres que participaron de la revolución cubana, excepto, quizás, Tania, Hilda Gadea o Adleida March. Sabemos casi todo del Che, pero ¿qué sabemos de ellas? Pensamos también que en Argentina tenemos a Madres y a las Abuelas que abrieron un gran camino. Pañuelos blancos, pañuelos verdes. ¿Y si miramos al pasado desde la marea actual?”, cuenta Pamela Gerosa. “Finalmente, tras mucho debate, decidimos construir una propuesta estética y política que pueda mostrar la lucha de las mujeres y las disidencias en Rosario, como eco de lo que ocurre en el país e incluso, en procesos continentales”.
Para eso fueron convocadas Sonia Tessa y Lilian Alba. “Las mujeres siempre estuvimos en la calle, pero nos resultó más difícil inscribirnos en la historia”, afirma Tessa, editora de RosarioI12 y colaboradora de Las 12. Y agrega: “Al principio queríamos, con bastante megalomanía, reseñar la participación de las mujeres desde Cuba hacia abajo. Pero el derrotero de Revolucionistas tuvo un quiebre al decidir que miraríamos de costado las grandes epopeyas para concentrarnos en esas historias que muchas veces no fueron contadas. Y que justamente por eso no se encuentran en libros. Entonces decidimos hacer un trabajo artesanal que nos llevó a rastrear en cada casa, con las protagonistas que nos abrieron sus álbumes, en los archivos de distintas organizaciones”. Una de las activistaque alentaron el fuego desde el retorno de la democracia le preguntó: ¿A quién puede interesarle lo que nosotras hacíamos, que era tan pequeño, cuando ahora todo es tan masivo?. “La pregunta es un alerta sobre el hecho de que esa historia no era visible ni siquiera para sus hacedoras”, subraya Tessa.
A la vez, las curadorasrecorrieron los archivos de museos y medios gráficos como los diarios PáginaI12, RosarioI12 y La Capital. Así, entre todas, construyeron un guión curatorial de granintensidad política y emotiva, que si bien es riguroso, no busca ser exhaustivo. Más bien, la intención es alentar el hallazgo de huellas que sigan nutriendo la historia y el presente.”La búsqueda del archivo fue bastante frustrante al principio. En los lugares naturales para buscar; es decir, museos, colecciones privadas, archivos históricos, lo que encontramos fue muy poco”, relata Alba. Por ejemplo, continúa, fue muy desafiante reconstruir el derrotero de las anarquistas que inauguran el siglo XX o aún antes, como Virginia Bolten o Manuela Bugallo. O las derivas del periódico La Voz de la Mujer, que tenía como lema “Ni dios, ni patrón, ni marido”. En Rosario, esta publicación se editó en 1899 y resultó inhallable aunque sí se conservan ejemplares de su homónima editada en Buenos Aires.
La muestra incluye diferentes lenguajes y soportes: fotografías, videos, obras artísticas, archivos de audio y también, volantes, afiches, fanzines y una cantidad enorme de memorabilia que ocupan toda la entrada y el primer piso del Gorodischer. “Para nosotras es muy importante que, esencialmente, sea un recorrido para sentir en el cuerpo más que para mirar y nada más”, destaca Alba.
Esta decisión se aprecia desde la primera sala, donde la marea verde dialoga con los pañuelos blancos a través de gigantografías sobre soportes transparentes. Así, quien recorre también implica su cuerpo entre esas siluetas gráciles donde confluyen fotos de marchas convocadas por madres y abuelas junto a mujeres que participaron en movilizaciones de los últimos 8M o de las vigilias mientras la legalización del aborto se discutía en el Congreso el año pasado.
La segunda sala pone el foco en las microrresistencias a través de una performance audiovisual realizada por Federico Rathge. Ahí, un grupo de ex detenidas en Devoto (por donde pasaron 1200 mujeres entre 14 y 70 años) relata sus estrategias de supervivencia. Y también cuentan sus vivencias las integrantes de Unidas, una organización cuya primera revista se editó en 1982. Al costado, recuperando el espíritu de Tucumán Arde –donde los recortes periodísticos fueron un modo de denuncia–, Revolucionistas propone un mural focalizado en el neoliberalismo de los indultos y las privatizaciones de los noventa “pero también en la reforma previsional, el de las nuevas embestidas contra la educación, la salud pública y la cultura”, señalan las curadoras.
La tercera sala, denominada “Intersecciones”, está planteada como final del recorrido, aunque no como síntesis. Allí también abundan los pañuelos blancos, entrelazados con otras luchas. De la fundación de organizaciones como Indeso, Casa de la Mujer o el Grupo de Reflexión Rosario, al Cuarto Encuentro Internacional de Mujeres en 1989. Y más acá, la creación de la Red Informativa de Mujeres (RIMA), el espacio lésbico Las Safinas y aquel Primer Encuentro de Mujeres Lesbianas y Bisexuales en 2008 que culminó con un tetazo frente a la catedral de Rosario. Desde registros fotográficos y sonoros de la intervención realizada por el Grupo Unidas durante el estreno de la película Camila, de María Luis Bemberg, para denunciar la violencia del estado desde el siglo XIX hasta recortes periodísticos que registran el inicio de la cátedra “El aborto como tema de salud” que la carrera de Medicina en Rosario incorporó a su currícula en 2017. Esos puentes entre pasado y presente resultanespecialmente conmovedores. Es el caso, por ejemplo, del VHS que registra a una jovencísima militante, Nora Pastorini, (cuyo padre fue desaparecido en agosto de 1976)contando cómo inició su compromiso político tras la populosa movilización al cumplirse 20 años del golpe, en 1996. El testimonio está acompañado por el registro fílmico de su hija Lua, una de las oradoras durante la movilización del 24M que se hizo el año pasado.
Otra línea que recorre la muestra es la obra plástica, como diálogo con los otros documentos. Noemí Escandell es autora de una de las reproducciones que se obsequian con una instrucción precisa sobre los afiches apoyados en un atril: “Levante este borde y despegue la hoja: es para usted”. Se trata de “que otra mano se extienda” donde la foto de Freddy Alborta del Che Guevara apenas fue asesinado en Bolivia es confrontada con “La lección de anatomía”, de Rembrandt. La otra es un retrato de Tania, la guerrillera inolvidable, de la que se sabe tan poco. Un tapiz de Florencia Garat recupera la foto conocida como “la chica de la viga”, tomada durante el Rosariazo por Carlos Saldi, donde una mujer de espaldas corre con su pelo suelto llevando una viga gigante en medio de la calle convertida en polvorín. También aparecen las intervenciones de Claudia del Río y María Cristina Pérez como parte de Tomarte, una acción colectiva contra los recortes en educación en 1990.
En ese derrotero recupera su fulgor aquella obra de Mónica Castagnotto exhibida en el Museo Castagnino que tanto escándalo provocó en 1999. Se trata de una suerte de ready made donde los sugestivos pliegues del manto de la Virgen dibujados en estampitas se espejan con fotos en primerísimos planos de una parte de nuestro cuerpo que la opinión pública de entonces no supo cómo nombrar: ¿vaginas o vulvas? El revuelo incluyó amenazas a Castagnotto, cartas del Opus Dei y un accionar de clérigos erizados que instaron a las autoridades a cerrar la muestra. Las curadoras explican que, vista en perspectiva, esta obra se transformó en territorio donde se desplegó la disputa entre la ciudad laica y sus rémoras fundamentalistas cuando la consigna “Saquen sus rosarios de nuestros ovarios” no formaba parte todavía de nuestra liturgia profana.
Revolucionistas está acompañado por dos fotos insignia devenidas afiches, que lxs visitantes también se pueden llevar: la de la chica de la viga y la de militantes jovencísimas bajo la bandera “El feminismo sana” que la artista visual Valeria Galliso fotografió hace meses. Además es gratuito el bellísimo catálogo,que también se puede descargar vía web. En uno de los textos se lee: “Si queremos deconstruir el patriarcado como orden social establecido, esta muestra intenta abrir debates, preguntarnos cuáles son los nuevos modos de construirnos desde la diversidad y cómo tramar las nuevas revoluciones”. Hacia allá nos dirigimos. La muestra estará abierta hasta el 30 de abril.