Hablar con Maggie Gyllenhaal puede desorientar. Tiene una voz aguda, casi de dibujo animado, que usa para expresar cosas profundas. Un crítico dijo que ella poseía “una tontería de muñeca Kewpie”, pero quizá sea un error cultural esperar que los pensamientos serios sean formulados en tonos sonoros. “Vivimos en un mundo masculino –dice ella– y en Estados Unidos se nota especialmente en los últimos tiempos. Por más que queramos creer que es de otro modo, se trata de un mundo misógino.”

La actriz de 41 años, nominada al Oscar por Loco corazón (2009) y absolutamente encantadora en el thriller de la BBC The Honourable Woman (2014), explica las dificultades que encuentran las mujeres para expresar claramente algo femenino en el arte. “No es imposible –asegura–, pero creo que por el simple hecho de haber sido escrito o dirigido por una mujer, eso no lo hace necesariamente femenino, porque el contexto en el que estamos es fundamentalmente masculino”.

Desde la infancia, continúa la actriz, las mujeres tienen que desarrollar un modo de identificarse con historias en las que “el protagonista, el personaje más interesante, es un hombre”. “Muy de vez en cuando, me he encontrado con cosas que no requerían de eso. Sigo pensando en que a los 15 vi La lección de piano y me impactó mucho. Todavía estoy en el proceso de pensar sobre qué significa hacer algo que sea femenino”.

La entrevista con la actriz, en Londres, es para hablar sobre su nueva película, The Kindergarten Teacher. Está vestida con un vestido oscuro, su cabello está recortado. Esos enormes ojos azules, capaces de transmitir tanto resolución absoluta con una especie de melancolía dolorosa, no han sido ensombrecidos por un vuelo de larga distancia.

Gyllenhaal dice que está “particularmente orgullosa” de The Kindergarten Teacher, que también produjo. Remake de un film israelí y desarrollado enteramente por mujeres, es un psicodrama que se propaga con ambigüedad moral. Como Lisa, una maestra de preescolar que tiene una intensa relación con un chico de 5 años inusualmente poético, Gyllenhaal se mueve con gestos sutiles para sugerir una insatisfacción intelectual que impulsa la desesperación. ¿Está realmente Lisa nutriendo el talento del niño o simplemente usándolo para elevar su propia rutinaria existencia?

Lejos de tratarse de la habitual historia del maestro inspirador, el film es un oscuro ejercicio sobre la obsesión, una alegoría fascinante sobre qué pasa cuando a una mente artística se la priva de estímulos. “Amé la sensación cuando se proyectó en el Festival de Sundance, donde la gente fue esperando algo y le sacaron la alfombra de abajo”, se ríe Gyllenhaal. “La película es honesta y dura de ver, pero esa es la intención”. 

La actriz parece tener cariño por films que son así de duros de ver. Aunque ha aparecido en películas de grandes estudios como Batman, el caballero de la noche (2008) y La sonrisa de Mona Lisa (2003), ha pasado la mayor parte de su carrera haciendo trabajo independiente, especialemente dramas acerca de temas complejos y molestos. Ubiquen las risas en su personaje de exconvicta y adicta de la rompecorazones Sherrybaby (2006), o la fracturada heredera británico-israelí de The Honourable Woman, o la diestra prostituta convertida en directora de porno en la serie de HBO The Deuce (desde 2017 hasta el presente). También tiene facilidad para agregarle peso y matices a personajes que de otra manera podrían hacer sido desechados como simplemente “extravagantes”, como el de la sátira sadomasoquista La secretaria (2002) y la fábula tragicómica Frank (2014).

Aunque en el presente ella ha ganado mucha influencia en Hollywood, el proceso de llegar hasta ahí no fue fácil. Cuando era más joven, audicionó para “una película realmente mala con vampiros”, le dijo a The Hollywood Reporter. “Tenía puesto un vestido que pensaba que era realmente hot. Y entonces me dijeron que yo no era suficientemente hot”. Más recientemente, a Gyllenhaal –que está casada con el actor Peter Sarsgaard, con quien tiene dos hijas– un productor le dijo que a los 37 era “demasiado vieja” para interpretar a la amante de un hombre de 55. Que así sea, dice ella, que está “más feliz” con su trabajo reciente que con cualquier cosa que haya hecho antes. “Ahora mismo, estoy confiando en mi instinto sobre qué trabajos tomar y me ha funcionado bien”, explica. “Pero he tenido que atravesar algunas enseñanzas dolorosas. Así es como funciona la vida: tenés que pasar por momentos duros y oscuros para seguir aprendiendo y finalmente moverte hacia adelante”.

Gyllenhaal es locuaz y expresiva, pero ocasionalmente se revisa a sí misma, como si se hubiera disparado un interruptor de abortar. Por ejemplo, ha hecho varios films en los que pensó “oh, no estoy orgullosa de eso”, pero cuando se le pide una lista de ellos, se cierra. Sólo de dice a sí misma “esa película fue un error y aquí está lo que aprendí de eso, y el producto en sí no es lo que es valioso de esa situación”.

Algo que ella no considera un error es haber trabajado con James Franco en The Deuce, el drama descarnado sobre el ocaso de la industria del porno de los ‘70. Franco, quien interpreta a hermanos mellizos en la serie, ha sido acusado de conducta sexual inapropiada por varias mujeres. Aunque él ha negado las denuncias, Gyllenhaal dice que los productores del programa –entre quienes se cuenta ella misma– las tomaron con mucha seriedad, y les preguntaron a todas las mujeres del elenco y del equipo técnico sobre si estaban cómodas con seguir trabajando con él. Lo estaban.

Quien sí tuvo algunos reparos    –de distinta naturaleza– fue Emily Mead, quien interpreta a una estrella porno en ciernes, al filmar las escenas de sexo. Como resultado, y en la estela del movimiento #MeToo, The Deuce se convirtió en el primer programa de HBO en requerir de una “coordinadora de intimidad”, quien se encargó de que los actores nunca se sintieran incómodos en el set. Dado que el drama trata centralmente sobre misoginia y desigualdad en la industria del entretenimiento, también ayudó el hecho de que siete de los ocho directores de la serie fueran mujeres. “Es diferente lidiar con la sexualidad cuando una mujer está al comando”, dice Gyllenhaal. “Si estás tratando de articular algo sobre una experiencia femenina de la sexualidad, es agradable tener los ojos puestos en vos. Es como tener a una camarada cuando se trata de una mujer”.

Gyllenhaal, una de las figuras líderes del movimiento Time’s UP contra el acoso sexual y la desigualdad de género, dice que ha habido progreso dentro de la industria. “Durante mucho tiempo, las mujeres detrás de las cámaras casi no existían, ciertamente, pero he visto que en los últimos diez años muchas mujeres están trabajando como primera asistente de cámara, y espero que todas ellas pasen a ser directoras. Eso realmente cambiaría el modo en que se hacen las películas”. De todos modos, continúa la actriz, “el dinero está disminuyendo”. “Eso siempre sucede: los artistas y la cultura siempre se mueven más rápido que el dinero. No tuvimos suficiente dinero para hacer The Kingergarten Teacher, ni siquiera la mitad, y aún así éramos un grupo de mujeres y dijimos “Ok, nunca esperamos tener dinero suficiente, estamos acostumbradas a eso, así es como lo hacemos’. Y sencillamente lo hicimos”.

¿Deberían los actores ayudar a liderar el cambio asumiendo recortes de salarios? “Mmm, sí”, dice la actriz con una sonrisa burlona. “Pero hay muchas formas diferentes de ayudar. HBO, por ejemplo, me dio un aumento para The Deuce, para que yo tuviera un pago igual al de James Franco. Si tenés a una compañía con poder y dinero como HBO, tomar una decisión como esa hace que a las empresas competidoras se les complique no hacer lo mismo”.

Aunque se muestra reticente a hablar sobre su hermano menor Jake, con quien coprotagonizó la película de culto Donnie Darko (2002), Gyllenhaal dice que no compara con él sus experiencias en los sets. “Tengo que ser más considerada”, explica. “Si tengo que ver un corte en un episodio de The Deuce, paso horas escribiendo perfectamente el email que quiero mandar con mis anotaciones como attachment. ¿Mi hermano tiene que hacer eso? Probablemente no, él simplemente manda un mail, ¿se entiende?”

La actriz es tan vehemente sobre política como en las películas. Nacida en el Lower East Side de Manhattan, hija del director Stephen Gyllenhaal y la guionista Naomi Foner, fue criada como demócrata liberal y para luchar por lo correcto. En 2005, se arriesgó a ser vituperada por toda la nación cuando dijo que Estados Unidos “es responsable en algún modo” por los ataques del 11 de septiembre. Ella no ha cambiado su dirección desde la elección de Donald Trump y frecuentemente critica al presidente por su retórica machista. En octubre pasado, se sintió “desconsolada” cuando Brett Kavanaugh fue incorporado a la Corte Suprema de Justicia pese a que Christine Blasey Ford le había dicho al Congreso que Kavanaugh había intentado violarla durante una fiesta hace tres décadas.

Gyllenhaal fue citada diciendo que al testimonio de Ford le había “faltado performance”. ¿Cree la actriz que las mujeres son castigadas por no actuar del modo en que se espera de ellas? “Mmmm, no lo sé”, responde. “Para mí, la gente se sintió afectada por su falta de actuación, porque no es lo que estamos acostumbrados a ver. Se sintió muy honesto en un momento en el que creo que estamos careciendo de honestidad, y creo que ambos lados están de acuerdo en eso. Escuchás a la extrema derecha diciendo que todos los medios son falsos y también sabés que nuestro presidente nos miente a todos sin vergüenza todo el tiempo. Así que ver a alguien pararse y decir ‘Estoy aterrorizada, pero lo que me sucedió no estuvo para nada bien’ fue... Bueno, tuvo un impacto real en mí”.

Gyllenhaal no planea actuar en su próximo proyecto, una adaptación de La niña perdida, de Elena Ferrante, que ella quiere que sea su debut como directora. De todos modos, ella no hubiese elegido su carrera como actriz si no creyera también en el poder de la actuación. “El otro día, una amiga dramaturga me mandó esta cita de Anne Carson y me volvió loca”, dice. “Es una cita del prólogo de su traducción de alguna tragedia griega de Eurípides. ‘Hay una teoría acerca de que ver historias insoportables sobre otras personas perdidas en el dolor y la furia es bueno para vos... ¿Querés descender hasta tus agujeros personales solo? No. ¿Qué tal si un actor pudiera hacerlo por vos? ¿No es para eso que se los llama actores? Ellos actúan por vos. Vos los sacrificás por la acción’. Básicamente, es trabajo del actor ayudarte a transitar algo doloroso sin que tengas que destruir tu propia vida”.

*The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.