El Ecuador de Lenín Moreno pidió la salida definitiva de Unasur, el organismo regional sudamericano creado en 2008 en Brasil. Luego de Colombia, es el segundo país en hacer un reclamo de esas características. Ocurre que de Iván Duque, el delfín de Alvaro Uribe, podía esperarse con naturalidad algo así, visto y considerando su concepción de América Latina y el mundo: Moreno, sin embargo, llegó al gobierno con los votos de Rafael Correa, realizando luego un viraje frenético, que lo llevó a abrazar al Fondo Monetario Internacional, a reconocer y recibir al autoproclamado presidente venezolano Juan Guaidó, y a ser un abanderado del fin de Unasur.
La noticia es un paso más en el largo proceso de deterioro de un organismo que no tiene Secretario General desde la salida del ex presidente colombiano Ernesto Samper. ¿Por qué es Ecuador quien encabeza la estocada, más allá del converso Moreno, que aparenta cumplir órdenes ajenas? Porque es el país que alberga el edificio de Mitad del Mundo donde funcionaba cotidianamente Unasur. Y luego además aparece la instrumentalización: las críticas de Moreno al “socialismo del siglo XXI” durante el anuncio, alegando una supuesta ideologización de un bloque donde participaba con total naturalidad un presidente conservador como Sebastián Piñera, buscan hacer política interna respecto a la dramática situación de Venezuela de cara a las elecciones de alcaldes y prefectos que se realizarán el próximo 24 de marzo en Ecuador.
Hace rato que Lenín pasó a ser Moreno. Quienes en el pasado caracterizamos su triunfo electoral como un posible freno al avance conservador en la región debemos hacer una fuerte autocrítica, como la que debe hacer Correa, quien le pasó la banda presidencial y hoy resiste los embates de su antiguo delfín en el amargo exilio de Bruselas. A fin de cuentas Moreno, asesorado por Durán Barba, terminó implementando una política interna y externa muy parecida a la de Mauricio Macri: rescate del FMI y reorientación de la política externa en alineamiento directo con Washington, ajuste en la estructura del Estado, incluyendo el desguace de Ministerios; y una fuerte política de amedrentamiento a sectores de la oposición. “Si no hay nada que mostrar en lo económico, al menos impostemos firmeza” parece ser el eje transversal en las últimas intervenciones de ambos mandatarios, a los gritos: de la revolución de la alegría a la furia, la deriva del macrismo-leninismo.
Párrafo aparte merece el anuncio de Moreno en relación al retiro del monumento a Néstor Kirchner de la sede de Unasur que lleva el nombre del ex presidente argentino: es la fe del converso llevada a su máxima expresión, y un menosprecio absoluto por la memoria de un político que, al mando de la Secretaría General del bloque, realizó el histórico Acuerdo de Cartagena entre Hugo Chávez y Juan Manuel Santos, evitando un posible conflicto bélico que se remontaba al uribismo. La estocada de Moreno, planificada fuera de Ecuador, no sólo se quiere llevar puesta a Unasur, sino también al largo acervo integracionista que tienen nuestros países y pueblos desde hace dos siglos.
* Politólogo UBA. Magíster en Estudios Sociales Latinoamericanos