“Conocimos la traición y conocimos la barbarie. Y aquí estamos”. Las palabras, registradas durante un 1° de mayo previo a la debacle de 2001, se superponen a imágenes documentales de un Día del trabajador mucho más reciente. Jotta (el actor Martín Vega), militante de izquierda, participa del acto y escucha atentamente el discurso cuando suena su teléfono. Realidad y ficción, entrelazadas. Apartado ya del grupo de manifestantes, en la breve comunicación se habla de una mudanza, de la fecha y de la hora de llegada de un flete. De allí en más, Alicia, ópera prima en solitario del realizador Alejando Rath, anudará lo político y lo íntimo de manera firme, aunque lo primero quedará relegado en gran medida a un trasfondo –personal y colectivo– mientras que lo segundo tomará el control de la narración. Es lógico: la madre de Jotta acaba de fallecer y es menester desocupar la casa. Vaciarla de muebles y objetos, pero también de recuerdos, de esa identidad única que continúa presente en los espacios físicos después de la partida.
En ¿Quién mato a Mariano Ferreyra?, dirigida por Alejandro Rath y Julián Morcillo, la urgencia de las circunstancias reales llevaron a los directores a ficcionalizar la investigación de la muerte del militante del Partido Obrero a partir de la figura de un periodista, interpretado por Martín Caparrós. En Alicia, la realidad se cuela con firmeza en el relato, pero es a partir de las formas de la ficción que el realizador traslada su propia experiencia y la de su familia a la pantalla. Según la carta de intención escrita por Rath, fue la muerte de su madre (militante del Partido Obrero, como su padre, Christian “El Colo” Rath) la que lo llevó a pensar en el guion de la película, que muestra las marcas de la catarsis. Luego de la introducción, el flashback llega de la mano de un corte y una aparición que puede antojarse fantasmal. Alicia (Leonor Manso) atraviesa las últimas etapas de un cáncer terminal y debe ser hospitalizada.
La vecindad de la muerte suele apretujar los pensamientos sobre la trascendencia y lo que sigue es el primer paso de un acercamiento a la religiosidad: a pesar de su aparente ateísmo, Jotta camina los 70 kilómetros que separan Buenos Aires de Luján. Seguirán luego una visita a un templo evangélico (incluido el debut en la pantalla grande del Pastor Giménez) y una conversación con un rabino. Y la afición por el cine, desde luego –otra forma de religiosidad–, entronizada aquí por la figura de Nanni Moretti. Alicia es también una película familiar por otras razones: Patricio Contreras interpreta al padre del protagonista, un militante de larga trayectoria, y la hija del actor y de Manzo, Paloma Contreras, encarna a una enfermera del hospital. El reparto proporciona aplomo, en particular durante las escenas más dramáticas, pero es la propia estructura narrativa la que atenta contra la construcción del naturalismo que la película parece buscar, un naturalismo atravesado por secuencias fantasiosas u oníricas. Por momentos, Alicia se siente no tanto como una narración fluida, un tránsito que habilita el crecimiento, sino como una ilustración de ideas previas que las escenas van tildando, como si se tratara de ítems en una lista.
ALICIA 5 puntos
Argentina, 2018
Dirección: Alejandro Rath.
Guion: Alejandro Rath y Alberto Romero.
Fotografía: Martin Turnes.
Montaje: Anita Remón.
Duración: 72 minutos.
Intérpretes: Leonor Manso, Patricio Contreras, Martín Vega, Paloma Contreras, Iván Moschner.