La mafia cautiva más de lo que repele. La fascinación que todo el mundo presenta por películas como El padrino o series como Los Soprano responden tanto a la buena factura, mérito de sus directores y productores, como a la construcción y recuperación del mito del mafioso que tanto ha sorprendido al mundo occidental, mejor, al mundo todo. Nadie escapa a esa especie de encanto que rige sobre la mayoría la presencia de figuras como Vito o Michael Corleone, o como Tony Soprano en la gran o pequeña pantalla; la misma que en su momento supo convocar Antonio “Tony” Camonte, el personaje que en la original Scarface (1932), de Howard Hawks, terminó por convertirse en el primer intento de llevar la vida del gángster más conocido de todos los tiempos al cine. Claro, hablamos de Alphonse “Al” Capone, también conocido con el sobrenombre de “Scarface” por una cicatriz que trataba de ocultar en el rostro, y por ser el responsable de una de las asociaciones delictivas más importantes de la historia de la humanidad. La biografía de Deirdre Bair, Al Capone: Su vida, su legado, su leyenda, es un largo trabajo que busca dar testimonio tanto de la leyenda y su influencia como de su vida basándose, sobre todo, en los testimonios de sus herederos. Aunque, para hablar de Capone, bien habría que decir: sus sobrevivientes.
El libro retrata, en primer lugar, la dura realidad de los inmigrantes italianos en New York, lugar en donde nacería Capone, hijo de Gabriele y Teresa. El padre, un barbero que trataba de ayudar a sus compatriotas, es casi el resumen del arduo trabajador que viene a hacerse un lugar dentro del sueño americano. De sus numerosos hijos, tres se dedicarían a los negocios turbios: Ralph “Bottles” (“Botellas”) y Frank, junto con Al mismo, claro. Frank moriría antes del ascenso meteórico de su hermano, mientras que Ralph lo acompañaría como figurilla de fachada que buscaba blanquear los negocios oscuros de Al, organizando una empresa embotelladora tanto de bebidas con y sin alcohol. Esto último, ya entrando en el territorio de la ilegalidad, a partir de la Ley Volstead, mejor conocida como “Ley seca”, promulgada en 1919. Esa prohibición llevaría a que el crimen organizado se hiciera cargo de un negocio millonario, catapultando a Al Capone, que pasó de ser un hombre bastante torpe, bruto, que le gustaban las fiestas y las peleas, a ser la cabeza principal de un negocio que valía varios millones de dólares anuales en su momento (un número que hoy, perfectamente, puede compararse con los negocios que mueven miles de millones).
De la leyenda que implica el nombre de Capone, Bair parece moverse en tres registros muy específicos: por un lado, hace el clásico juego de mostrar a la despiadada cabeza criminal como un hombre de familia, preocupado siempre por su esposa y su hijo, Sonny. Por el otro, insistir en la idea de que ese imperio criminal era un negocio por demás rentable, con una estructura que hasta fue estudiada por expertos de Harvard, todo con el fin de entender las estrategias de negocios de “Scarface”. Y, finalmente, esa densa fascinación por un espíritu que poco tiene que ver con los mandatos morales del mundo norteamericano. Y ahí reside el punto más interesante de esta biografía que, si bien se encuentra repleta de datos, no deja de moverse en muchas ocasiones en el territorio de la anécdota, ya sea recuperada por un familiar todavía vivo o a los fines de mostrar los rasgos del carácter de Capone.
Bair no deja de ser una digna representante del espíritu biografísta “Wasp” (blanco y protestante), intrigada por el mundo de lo italiano, situado en el corazón mismo de New York y Chicago, dos de las ciudades más importantes del país del norte. Constantemente está tratando de ingresar y entender comportamientos del mundo mafioso y de la cultura de los italianos inmigrantes en sí: la protección de la familia como núcleo de organización, la construcción de un sistema económico basado en reglas puntuales de honor, fidelidad y hasta respeto por los modos de administración de la violencia, etc. La cultura norteamericana, en su afán de comprensión, parece mirar azorada a la bestia europea que trata de hacerse fuerte, condenando su violencia, sin revisar sus propios modos puritanos de organización, que van desde la fantochada histórica de la citada “Ley seca” hasta los desastres en política internacional que la suelen caracterizar, ya desde ese momento. Se asquean por la violencia frontal y organizada de los “mafiosos”, pero no tiemblan en bombardear territorio civil en una guerra cualquiera, digamos. Leer a contrapelo esta biografía es descubrir, también, cómo el mito “Capone” es tanto motivo de atracción y repulsión para esa idea de lo italiano en Norteamérica como la contrapartida dialéctica de los propios modos de la violencia estadounidense: moviéndonos en el tiempo, la de las bombas nucleares a distancia, la del dron, la del magnicidio orquestado por la CIA, y un largo etcétera.
Por qué sigue siendo necesario hablar de Al Capone? En lugar de conformarse con esa fetichización recurrente por parte de la industria cultural norteamericana del Pater Familias que cuida con violencia a los suyos, habría que ver qué tipo de síntoma es esa idea de “mafia” en el seno de la cultura norteamericana. Qué revela, en espejo, acerca de su violencia. Es interesante pensar que, mientras el mafioso dominaba el imaginario de lo italiano en el Estados Unidos de comienzos de siglo XX, el “cocoliche” operaba con fuerza en lo que va de finales del siglo XIX a comienzos del XX en nuestro país. Los dos son retratos complejos, y hasta injustos, de una realidad: la de la inmigración de italianos necesitados de un nuevo mundo, de nuevas formas de sobrevivir, en un período poco amable para los que no tenían recursos. Retratados como violentos o como brutos, pareciera ser que aún hoy insisten esos modos de representación que a veces fascinan más de lo que llevan a reflexionar. Si el espíritu oligárquico de finales del XIX construyó a la figura popular del “cocoliche”, ¿qué tipo de ideología se enfrascó con Il capo sanguinario que todo parece hacerlo por el bienestar de los suyos? Al Capone, de Deirdre Bair, es un libro que conformará al que busca datos sobre la vida de uno de los mafiosos de mayor renombre, sin dudas: Capone, Corleone, Soprano, hasta Montana. Pero, también, es una puerta posible para pensar las operaciones mitológicas del espíritu capitalista norteamericano, sus propias tradiciones, espejadas, que respiran en cada retrato de lo italiano.