El Gobierno va quemando las naves para una recuperación de la economía a corto plazo, que algunos confían que se producirá por el rebote estadístico frente a un pobre 2016 (¿la construcción podría caer más en 2017, después del -12,7 por ciento del año pasado?), pero también va minando el camino a futuro. Las medidas que se tomaron desde el recambio de gabinete volvieron a contaminar cualquier brote verde que pudiera surgir por el lado del consumo y la producción nacional. Aumento de combustibles, tarifazo eléctrico, eliminación de las cuotas sin interés, incremento de los peajes, suba de prepagas, ratificación del alza del gas en abril, supresión de dos feriados puente, recomendación de mirar televisión no más de cuatro horas por día, anuncio de una mayor apertura de las importaciones para disciplinar precios, calificación de “inflacionario” de cualquier estímulo al consumo, techo del 17 por ciento a las paritarias, impulso a la flexibilización laboral como en Vaca Muerta, reemplazo de Fútbol para Todos por Pay Per View, cambio de Precios Cuidados por Precios Transparentes, sostenimiento de tasas de interés elevadas, indiferencia frente al cierre de fábricas y los despidos. Ese set de ajuste ortodoxo, que ya nadie se anima a tildar como gradualista, cayó como un mazazo sobre el lomo de una economía maltrecha desde el año pasado, cuando se produjo el cambio de rumbo con la devaluación, la quita de retenciones y la liberalización de capitales. Esperar que el mercado interno y la actividad fabril reaccionen en un contexto de tantas agresiones es a esta altura un ejercicio de fe. Sin un repunte de la demanda, 2017 asoma más como la continuidad del ciclo recesivo de Cambiemos que como el año del despegue. El oficialismo público y privado se conforma con detener la caída mediante la obra pública, el aporte del campo, el ingreso de capitales especulativos, el festival de deuda y mayores exportaciones a Brasil. Se ilusiona que eso alcance para sacar al menos un empate y ganar crédito de cara a las elecciones de octubre, despejando el camino para el verdadero ajuste en 2018.
El movimiento de una economía orientada a la producción nacional, el empleo y la inclusión social hacia un proyecto dominado por los agronegocios y el capital financiero quedó reflejado de manera transparente en los resultados de 2016. La masa salarial de los sectores de línea blanca y muebles cayó en 200 millones de pesos el año pasado respecto de 2015 por el derrumbe de la producción, a raíz de la falta de demanda y la sustitución de artículos nacionales por extranjeros. Las horas de trabajo caídas llegaron al récord de 1,5 millón solo en las fábricas de heladeras. El complejo oleaginoso, en cambio, alcanzó en 2016 un volumen récord de procesamiento de semillas de soja, lo mismo que la molienda de aceite de soja. Son ejemplos de la provincia de Santa Fe que permiten visualizar con rapidez ganadores y perdedores del nuevo modelo. Los datos fueron recopilados por la Federación Industrial de ese distrito (Fisfe).
Al mismo tiempo, en noviembre y diciembre se consumieron la totalidad de las divisas ingresadas por el blanqueo de capitales. Como el blindaje del FMI a De la Rúa, los fondos que venían a salvar al país se esfumaron rápido. Así lo consigna un nuevo informe de la consultora FIDE, de Mercedes Marcó del Pont: “Los datos oficiales indican que el mercado de cambios cerró 2016 con una dolarización bruta equivalente a 29.000 millones de dólares (solo en el último bimestre esa demanda consumió la totalidad de las divisas ingresadas por el blanqueo de capitales)”, revela. La redolarización de la economía es uno de los elementos que anticipan que la crisis económica que el Gobierno provocó el año pasado, y que mantiene caliente con las medidas consignadas más arriba, puede extenderse más allá del tiempo de Mauricio Macri como presidente. La convicción de Cambiemos en el rumbo elegido, pese a las evidencias del desastre que va dejando a su paso, alimenta la hipótesis de que la crisis no es un accidente, sino parte del plan para bajar salarios y ubicar a la Argentina como uno más de los países de la región donde la distribución del ingreso es sumamente desigual y la pérdida de independencia frente a los flujos financieros internacionales expone a su población a padecimientos crecientes.
El documento de FIDE alerta sobre esta última cuestión. “Las evidencias de que el escenario internacional se presenta muy adverso para los países emergentes, con renovadas señales proteccionistas y de volatilidad de los mercados cambiarios y financieros, son recibidas con indiferencia por el Gobierno argentino, que ha ratificado su línea estratégica de apertura comercial y financiera unilateral”, describe. Desde principios de año la alianza gobernante redobló la apuesta en esa dirección, bajando los umbrales de protección frente a eventuales shocks externos. “Por un lado, avanzó en la eliminación de los plazos obligatorios para la liquidación de las exportaciones de servicios (ya había prolongado los plazos para las exportaciones de bienes), lo que supone reducir todavía más la disponibilidad de los dólares del comercio exterior en un contexto de ampliación del desequilibrio de la cuenta corriente (en 2016 el déficit se incrementó en más de 4000 millones de dólares). Por otro lado, eliminó el límite mensual de 2500 dólares para las compras de esa moneda en efectivo. Pero la decisión más relevante desde el punto de vista del avance hacia una apertura financiera unilateral fue la eliminación del plazo mínimo de estadía para el ingreso de capitales financieros, que ya en 2016 se había achicado de un año a 120 días, como forma de estimular el ingreso de inversiones financieras de corto plazo”, detalla el documento de Marcó del Pont. “Frente a la enorme volatilidad que exhiben esos flujos, en un escenario internacional enrarecido y con un consenso generalizado de que Estados Unidos se transformará en una aspiradora de capitales, cuesta entender la racionalidad de todas esas decisiones”, completa. Por último, recuerda que desde la Cepal hasta el FMI advierten sobre la peligrosidad de tanta desregulación financiera. “La Cepal ratifica que la dependencia de los flujos financieros internacionales constituye un factor de vulnerabilidad externa tan relevante como el patrón de especialización primaria que caracteriza a los países subdesarrollados”, concluye FIDE.
Todas esas acciones configuran un escenario que se puede complicar cada vez más a mediano plazo. El especialista en temas laborales Adrián Caneto resume el proceso en marcha de la siguiente manera: “Van a un modelo de mano de obra barata. Cuando la desocupación supera el 15 por ciento se acabaron los convenios colectivos de trabajo, porque nadie tiene fuerza para hacerlos respetar. Acá no hay errores, es el plan económico liberal del siglo pasado. Mano de obra barata en abundancia”. La recesión facilita el camino. La historia económica reciente enseña que cuando ese modelo finalmente estalla, provocando cataclismos aún más graves, quienes salen ganando son los que más acumularon en el proceso anterior. En el plan crisis, los que ganan, ganan dos veces.