La forma en que se produjo el atentado de Nueva Zelanda en la madrugada de ayer y sus motivos aparentes parecen llevar la marca del ultraderechista noruego Anders Behring Breivik, encarcelado en su país por el asesinato de 77 personas en 2011.
Una matanza cometida con un arma de fuego, víctimas que simbolizan el multiculturalismo, un “manifiesto” que pretende justificar la masacre en nombre de una ideología, inscripciones en las armas...
En un documento de 73 páginas publicado en Twitter, que habría escrito el autor del atentado de Christchurch -un “violento terrorista de extrema derecha” australiano, según el primer ministro australiano Scott Morrison- afirma que se inspiró en Breivik.
“Tuve solo un breve contacto con el Caballero Justiciero Breivik, y recibí una bendición para mi misión después de haber contactado a sus hermanos caballeros”, escribe en una fraseología parecida a la del noruego.
El 22 de julio de 2011 Breivik hizo explotar una bomba cerca de la sede del gobierno en Oslo, y disparó después contra una multitud en un campamento de las Juventudes del Partido Laborista en la isla de Utøya. El extremista, de 40 años, también propagó un “manifiesto” de más de 1.500 páginas y llamó a seguir su ejemplo.
La matanza de Christchurch hizo revivir a Noruega el episodio más trágico de su historia reciente. “Trae recuerdos dolorosos”, declaró la primera ministra Erna Solberg. “Cualquiera que haya perdido a un ser querido, por culpa del terrorismo o no, entiende por lo que están pasando estas familias”, aseguró Vanessa Svebakk, con doble nacionalidad neozelandesa y noruega, que perdió a una hija de 14 años en Utøya.
Para Tore Bjørgo, director del Centro de Investigación sobre el Extremismo de la Universidad de Oslo, “hay claramente muchas de las mismas ideas detrás” de las dos tragedias. “La idea que la civilización europea está amenazada por la inmigración en general y la inmigración musulmana en particular, y que es legítimo recurrir a la violencia extrema para detener esto”, explica.
“En el manifiesto hay indicaciones bastante precisas de que nos enfrentamos a un supremacista blanco”, señala Jean-Yves Camus, especialista francés de los movimientos de extrema derecha. Como Breivik, el autor del atentado de Christchurch se atreve a comprarse con Nelson Mandela, diciendo incluso que también espera recibir un día el Premio Nobel de la Paz.
Una rasgo característico de ambos es “ese narcisismo, esa idea grandiosa de sí mismo”, indica Magnus Ranstrop, investigador sueco sobre terrorismo.
Breivik, que se hace llamar ahora Fjotolf Hansen y que cumple una pena de 21 años susceptibles de prolongarse indefinidamente, se encuentra recluido en aislamiento. Privado de conexión a internet, sus contactos con el exterior están sumamente controlados. “Si hay correspondencia que puede inspirar actos de violencia, tenemos permiso para pararla”, declaró Espen Jambak, director adjunto de la prisión de alta seguridad de Skien (sur de Noruega), donde Breivik está encarcelado.
Citado por el diario noruego Verdens Gang, el abogado de Breivik, Øystein Storrvik, considera que debido a estas estrictas condiciones, “parece poco probable” que su defendido haya tenido contacto con el asesino australiano.
Haya habido contacto o no, los ataques del noruego ya motivaron a otros extremistas en el pasado.
El 22 de julio de 2016, cinco años después de la masacre de Utøya, un joven inestable psicológicamente, del que se dijo estaba obsesionado con Breivik, mató a nueve personas en un centro comercial de Munich, antes de suicidarse.