Deudólares, deudeuras, hermanes en predefault, compañeri de tiempos interesantes (diría Eric Hobsbawm, a partir de una maldición china), contemporaneus:
Es probable que haya llegado el momento de “La Gran desmentida”. Es posible que nuestro mejor equipo contrario de los últimos 50 siglos haya decidido que si las cosas siguen así, no van a ganar las elecciones. O sea que las cosas tienen que estar de “otra manera” ¿Y cómo hace este grupo de “prestodigitadores y prestadigitadoras” para que las cosas estén de otra manera? Muy simple: diciéndolo, firmándolo afirmándolo, confirmándolo, reafirmándolo, filmándolo, y varios “mándolos” más.
¡Póngase contente, queridu deudólar! A partir de ahora, y sin derecho a la duda ni al reclamo, a usted le va bien, es feliz y tiene un brillante futuro del subjuntivo, aunque su psiquiatra, su billetera, su heladera y su estómago le digan lo contrario.
Así que estamos todos fantásticos y fantásticas. Tenemos 700.000 flamantes puestos de trabajo, que ni bien los encuentren y le digan al pueblo dónde están, van a ser ocupadísimos. Y no los van a ocupar los amigos del Maurífice o la Patrífice o la Vicemauricia en funciones, que son los habituales ocupantes de nuevos puestos de trabajo bien remunerados, sino “costos laborales”. Esa es la nueva denominación de quienes no son niños (costos nutricionales y educacionales), ni desocupados (excipientes) ni jubilados (excedentes no retornables) ni otros efectos secundarios del sedicente neoliberalismo conservador).
Quiero aclarar que en caso de aparecer estos 700.000 puestos de trabajo invisibles (tal como el crecimiento que señaló en su momento el Gran Autoritario Electo), no serían destinados a desocupados, ya que estos tienen su lugar asignado en la sociedad: Ya son “Desocupados” y hay que respetarles el esfuerzo que les demandó conseguir ese nivel. Entonces los puestos serán para personas que, teniendo trabajo, necesitan conservarlo.
Porque, ¡primicia exclusiva para mis deudolectoris! Las setecientas lucas laborales no serían “a crear” sino “a mantener”.
Lo que tan claramente espetó Don Maurífice, es que a consecuencia de su plan, hay 700.000 personas que aún conservan su laburo. Y no hizo ningún rezo tipo “Bienaventuradis los pobres porque de ellos será el reino de los CEOS”, porque anda con el lapsus fácil, y además si después tenía que terminar persignándose, corría riesgo de que, en vez de la cruz, le saliera el símbolo del dólar.
Se viene, entonces, “la Gran Desmentida”. El gabinete en pleno y semipleno convenciendo a los argentinos de que están… perdón, que estamos, bien.
¿De qué hablamos cuando hablamos de “la desmentida”? Pues de un mecanismo de defensa inconsciente (diría Freud), clásico de los psicópatas, que consiste en creer que la ley a él, no lo alcanza. Algo así como “Cruzar con luz roja es ilegal, pero si el que cruza soy yo, no es ilegal”. O sea, no es que “No me van a descubrir”, sino que “no estaba haciendo nada malo” (aunque si lo hace otra persona, sí que está muy mal) ¿Le suena, deudeura mía?
Acudamos a la ciencia[i]:
“La desmentida es un mecanismo de defensa. No implica una anulación de la percepción sino más bien una acción enérgica para mantener renegada una percepción traumatizante para el yo. La desmentida no pasa por el rechazo de una percepción del mundo exterior, sino por el rechazo de las consecuencias que dicha percepción provoca sobre una creencia previa que se quiere mantener.”
Por dar un ejemplo: “Conseguimos 700.000 puestos de trabajo; lo peor ya pasó; Sonríe Lagarde te ama; El dólar va a estar cerca de los 16 pesos… de 23 no pasa”, etceterísima.
La definición “científica” citada, (abreviada para que el lector no abandone esta nota -que es de humor, no de ciencia- antes de tiempo y se vaya a seguir pagando la deuda), nos lleva a preguntarnos si el mejor equipo contrario, “desmiente” para evitarnos las consecuencias dolorosas a nosotros, o a ellos mismos.
La respuesta es casi obvia para cualquiera que los conozca un poco: a nosotros. Y para quienes los conozcan un poquito más, hay algo más obvio todavía: “nosotros” en estos casos, vendrían a ser “ellos”
Y como dijo mi analista: la seguimos en la próxima.
@humoristarudy
i Tomado y abreviado de: RAFAEL MOSES Rev. de psicoanálisis - Tomo XLVI, Nº 1. Pág. 13 (enero-febrero 1989) La desmentida en los adultos no psicóticos