La confitería del Molino acaba de recuperar una de sus luces más notables. Esta semana se colocaron los primeros vitrales restaurados del notable salón, parte de una serie que ilustra las andanzas de Don Quijote y son un toque de color en los trabajados muros Art Noveau. Con sus colores frescos y limpios, perfectamente planos y con un nuevo sistema de backlight de temperatura controlada, las piezas se ven como nunca. Es notable ver la calidad artística de estos vidrios de autor desconocido, por tantos años uno de los lujos de nuestra maltratada ciudad.
El proyecto de restauración de la confitería centenaria es un elogiable caso de continuidad de gestión, con el presidente de Diputados Emilio Monzó poniendo energía en el proyecto y el opositor Daniel Filmus a cargo de la comisión parlamentaria que sigue el proyecto. El equipo técnico a cargo, con Ricardo Angelucci al frente y el arquitecto Guillermo García como asesor técnico patrimonial, mantuvo otra continuidad rara entre nosotros, la de transferir la experiencia del PRIE que renovó el palacio del Congreso al nuevo proyecto.
Este equipo representa una inversión en conocimiento y entrenamiento que permitió por ejemplo crear tres equipos especializados que trabajan ahora en el Molino. Coordinados por la arquitecta Nazarena Aparicio, uno tiene tres vitralistas, otro un equipo especializado en maderas y un tercero en pinturas de muro y ornamentales. Cada equipo cuenta además con un asesor ad honorem destacado en la especialidad.
El equipo de maderas está recuperando las salitas del primer piso, anexas al salón de fiestas, que originalmente eran el fumoir. Luego se tratarán las maderas del salón en sí, el primer paso de trabajo en el famoso lugar. Ya se está analizando su estado en detalle para preparar la licitación que restaure la pintura de los muros, el estuco de las columnas, los dorados ornamentales y la baranda del palco de la orquesta. Las maderas del salón y el gran vitral que orna el cielorraso a manera de lucarna serán trabajados por el equipo propio.
Otra licitación en preparación técnica y de gran complejidad es la del tratamiento de la cúpula, que por convenio le corresponden al gobierno porteño. Los pliegos están siendo elaborados por el equipo, supervisado por la Comisión Nacional de Monumentos que preside Teresa de Anchorena. Uno de los problemas clave es que los vitrales que cerraban la cúpula desaparecieron por completo y el testimonio fotográfico es escaso. En algunas fotos se alcanza a ver que los gajos de vitral entre las notables piezas de hormigón pretensado, todo un alarde técnico en 1916, reproducían el logo de la confitería. Pero no se distinguen los detalles y mucho menos los colores, lo que crea un misterio de investigación histórica.
El equipo a cargo del edificio aspira a comenzar a trabajar en la concesión de la confitería todavía este año. Los futuros concesionarios tendrán que aceptar restaurar el gran salón siguiendo un estricto guión técnico. Algunas tareas ya están siendo encaradas por los restauradores, como la limpieza y reparación del conjunto de vitrales. Los del Quijote recorren los muros internos y están iluminados desde atrás. Por debajo, hay piezas más pequeñas muy Art Noveau que se despegan del estilo naturalista de los españoles, un toque muy ecléctico y típico de la manera de Francisco Gianotti, un arquitecto que nunca se dejó frenar por la unidad de estilo.
El trabajo de vitralería se extenderá a las cupuletas que coronan por adentro las vidrieras y a la cantidad de vitrales de pequeño tamaño que asoman a la calle. Por supuesto, el equipo también va a reparar las famosas lámparas que colgaban de la marquesina, unos huevos de colores dignos de Tiffany. Las piezas sorprenden por su enorme tamaño y explican por qué la marquesina de hierros es tan fuerte. Esta pieza ya fue analizada y resultó que las ménsulas y las piezas estructurales están en buen estado: sólo cedieron los pobres tensores.
Dentro del salón se está por restaurar el reloj de pared, trabajo a cargo de la empresa que por años hizo su mantenimiento. Y los restauradores recablearon el complejísimo sistema de iluminación interno, todavía notable y hace un siglo un milagro de tecnología. Muchos portalámparas, de buena porcelana, fueron recuperados pero por supuesto las luces serán ahora LED.