Como Tom Misaki, de Los Super Campeones, al niño Indra también le costaba hacer amigos. No lograba empatizar, no le daba el tiempo, tampoco se lo daban a él. Tuvo una infancia migrante en la que su familia se movió de acá para allá. Sus padres se conocieron en Ibiza cuando él, un belga vendedor de robots para ópticas, estaba vacacionando; y ella, una argentina por entonces camarera y hoy docente de yoga y educación física, estaba trabajando. Súbitamente, se enamoraron y terminaron viviendo en Madrid, capital de España. Pero luego –y acá el primer gran punto de giro de esta historia– terminaron en Ukkle, Bélgica. Allí nació Indra, el protagonista del cuento.

Y del hospital se lo llevaron a Amberes, también en Bélgica, donde el niño Indra pasó sus primeros años. Y siguió el movimiento: entre los 7 y los 11 vivió junto a sus papás en Uruguay, cuando su padre logró ser presidente de la compañía para Latinoamérica. “Tuve muchos viajes y pocos amigos”, dice Indra, hoy bautizado artísticamente como Bhavi y convertido en uno de los artistas urbanos más importantes del momento. “Todo fue más o menos así hasta que me asenté en un colegio de Mar del Plata”, sigue.

Indra vivió en la Costa Atlántica hasta los 18. A sus 19 se volvió a Bélgica para ganarse la vida como artista –“Es que allá había plata”, argumenta– y, para esa época, todavía por acá no había detonado el trap. “De hecho, explotó dos meses después de que me fui... la vida es así”, retuerce mientras apura un sánguche con jugo de manzana en el barrio de Palermo. Hace 9 meses que volvió y parece que ahora sí ya está, stop, ¡pará!: vive en Núñez y se afianzó entre los pesados del trap criollo. “Todos los temas que suenan ahora los escribí en mi cuarto en Bélgica”, sacude acerca de Bésame, Dame más, Te necesito, No lo entiendo o Piso. Bhavi es como Internet: de ningún lugar y de todos a la vez.

Antes de zambullirse al trap experimentó con sonidos más cercanos a la música electrónica e incluso coqueteó con el dubstep. “Entre los 17 y los 18 saqué dos discos en inglés de los que no hablo mucho”, se sincera. Para el primero, The Weaking Up, que firmó como Indra Bhavalan (un apellido artístico del que derivó el cariñoso Bhavi), ahorró plata y se compró todos los chiches para grabarlo. “Como hizo Louta, por ejemplo, y como hicieron tantos otros”, explica.

No obstante, porque así es la vida, en proceso de pensar su segundo disco, el músico quien por entonces seguía siendo Indra sufrió una desgracia: la compu con la que grabó aquel primer álbum se recalentó, se prendió fuego y quemó toda su casa de madera en Bélgica. Todo fue tragedia, dolor, llanto. Y fue, además, la noche en la que debía volver a Buenos Aires. Así las cosas, porque a veces la magia surca el cielo profundo y estridente como los rayos, ese mismo día, con el último resto que le quedaba, se compró una nueva compu en el aeropuerto.

Su segundo disco se llamó Burn to Inspire y lo hizo “lidiando con una culpa inocente”. En efecto, la de “haber incendiado la casa”. Y así como Tom Misaki tuvo a su Oliver Atom, Bhavi le debe muchísimo a Bad Boy Orange, el DJ leyenda del drum and bass local, quien lo trajo a Buenos Aires y lo pegó a Mueva Records, el sello clave detrás del trap de acá y que también supo ser cuna del dubstep. “Saqué algunos temas más electrónicos y quedé en contacto con Mueva Records. Y cuando empezó a explotar el trap, un día Omar Varela –referente absoluto de ese sello y productora– me mandó un verso, vine a Buenos Aires, nos juntamos con Duki y grabamos Mojaa, mi primer tema.”

Al tratarse el trap de un fenómeno contemporáneo, al tener la montaña frente a nuestra narices, incluso los artistas todavía están revolviendo ideas sobre su presente y lo que les deparará el futuro. Desde Loca, el big bang del género en Argentina, firmado por Khea, Duki y Cazzu, hasta acá, Argentina se fue posicionando como lo más prendido de la escena a nivel mundial. “Ojalá el país siga siendo un faro, pero yo trato de no compararme. Busco ser honesto conmigo. Si todos miramos la de uno, vamos a ser siempre un faro”, sacude.

¿Cómo te llevás con el lugar que ocupás dentro de la movida?

--Estoy tranquilo: soy la tortuga de la carrera. Sé que voy más lento que los demás pero no me choco como la liebre. Estoy re contento y agradecido con lo que me pasa. Yo hago todo con amor.

¿Por qué pensás que Argentina es tan representativa en el trap?

--Tenemos una manera de hablar muy diferente al resto de la región. El trap tiene una manera como muy para afuera, muy argentina. Por eso, para mí es algo lógico.

Por estos días, Bhavi quiere dejar de tocar en boliches, lo que es su principal fuente de promoción en vivo. “Quiero tener mis propios venues y seguir creciendo”, suma. “¿Cuánto creceré? Eso se lo dejo al destino, yo me enfoco en no estancarme.” Está por sacar una colaboración que hizo con el trapero belga K1D, a la que define como “un temón en tres idiomas”, y también un track que se rompió con Louta. “Estoy buscando un sponsor que nos pague el video”, avisa. Además, ya fue confirmado para el Lollapalooza 2019: “El show va a ser mitad con banda y mitad más eufórico, va a ir en escala desde abajo hacia arriba”.

En paralelo, Bhavi también planea convertirse en streamer de videojuegos. ¿Sus favoritos? Outlast, Apex Legends y The Forest. “Ya estuve metiendo algunos streams y ahora voy a hacer unas pinturas en vivo con música de Harry Potter”, flashea. “De los traperos de acá, soy el primero en usarlo.”

¿Cómo definirías quién sos?

--Soy alguien que hace lo que le gusta y que lo siente con el corazón. Me da vergüenza que me digan que soy trapero. El rap y el trap son lo mismo, con bases que van cambiando un poco. El trap es el rap de ahora. ¿Estoy en algo? ¡Buenísimo! ¡Eso lo sumo a mi favor!

¿Con quién te gustaría meter una colaboración?

--Del mundo del rap, con Wiz Khalifa. Y... quiero que me produzca Jorge Drexler. Siento profundamente que me tengo que juntar con él. Su música me tocó de verdad. El tema que le hizo a su hijo, Noctiluca, me gusta mucho. Su forma de hablar, de llegar, eso me encanta. Es uno de mis grandes ídolos. Si lee esto, ¡que no salga cagando cuando vea que soy del palo del trap! Sería una lástima porque puedo aportar un montón.