Algunos los llaman coleccionistas; otros, acumuladores. Cualesquiera sean las chapas, los une cierta causa común: una exagerada estima por sus objetos peculiares. Y el haber sido retratados, claro, por la joven fotógrafa noruega Kristine Wathne, que buscó –y encontró– a coetáneos nórdicos con afición a, por caso, recolectar lapiceras de pluma, outfits de Elvis, o, por qué no, jeans unisex ultra-ajustados. De hecho, tal es la devoción de Arve Møllevik, orgulloso dueño de una centena de apretadísimos vaqueros, que gusta vestirlos mientras se ducha porque le da “un sacudón de adrenalina” y en tal pose fue eternizado por Kristine. Como también lo ha sido Jan Roger Elstad, varón adorador de vestidos de bodas, con más de 400 en su haber. O Karl-Erik Johansen, señor que además de rendir loas a la parafernalia de los 50s, reúne a razón de 70 mil vinilos de géneros varios. O Maria Toftum, expresa fan de Diana de Gales y de cuanto miembro de la realeza ha pisado la tierra, que regentea 20 grupos de Facebook dedicados a reyes y reinas muertos, además de emperifollar las paredes del hogar con sobredosis de imágenes en símil tono.  O Svein Gjervan, que ha acumulado figurines de Papá Noel por casi 4 décadas, debiendo mudarse a un apartamento más grande para dar respetable techo –y paredes, estantes, etcétera– a su tumultuoso repertorio de Santa Claus. En fin, apenas algunos de los varios personajes que Wathne contactó vía internet, amén de fotografiarlos en sus respectivos templos, motivada por “la fascinación hacia los más atípicos coleccionistas, el fetichismo y las subculturas”, como esgrime la muchacha sobre su serie, correspondientemente intitulada Manía, devenida libro el pasado año. Y, desde entonces, festín para cazadores de curiosidades, como deja entrever la buena respuesta que continúa recibiendo tan personal recorte de tan personales obsesiones.