El dólar real alcanzó a inicios de febrero una paridad idéntica a la de 1997. La economía, pese a que las autoridades del Banco Central insisten en cada una de sus conferencias de prensa con la idea de que el tipo de cambio es flotante, empieza a replicar una situación similar a la del uno a uno de los noventa. La cotización del dólar en febrero de 2016 era de 16 pesos, una cifra igual a la de febrero de 2017. En los últimos doce meses, en tanto, hubo una inflación de 41 por ciento. La situación explica el millón y medio de turistas argentinos saliendo a veranear a Brasil y las filas de varios kilómetros para hacer rondas de compra en Chile. También la dificultad para fabricantes del mercado interno para competir contra bienes importados y la tensión de las economías regionales para mantener niveles de exportación.
En el mercado ya hablan de “dólar regalado” y consideran que el Gobierno continuará con esta misma tendencia en los próximos meses. Dólares del blanqueo, de la deuda y de la soja le permitirían al equipo económico mantener una tipo de cambio barato al menos hasta las elecciones de octubre. La pregunta del millón es: ¿para qué quiere un dólar planchado el macrismo? Muchas veces a lo largo de la historia económica argentina los mandatarios aprovecharon las bondades del dólar apreciado para promocionar el consumo del mercado interno y llegar con aire a los comicios de medio término o presidenciales. Pero en el equipo de Macri hacen hasta lo imposible para evitar que la demanda aumente.
Repitieron hasta el cansancio que el consumo no puede ser la base del crecimiento, una consigna que llevan a la práctica en forma dogmática. El ejemplo de las cuotas de interés de esta semana es claro. Le pidieron a los comercios que separen el precio de contado del precio que se paga usando la tarjeta de crédito para hacer disminuir el valor en efectivo de los productos. El resultado fue que ningún comercio disminuyó en forma generalizada el precio del efectivo pero aumentaron hasta 70 por ciento los precios en cuotas. Para los bienes de consumo durables (heladeras, lavarropas, televisores, entre otros), uno de los sectores que más sufrió por el parate del mercado interno en 2016, implica un nuevo golpe este año. La paradoja es que la venta de bienes durables no vuele con este tipo de cambio real.
Podría pensarse que la medida casi inentendible de las cuotas fue falta de pericia de algún funcionario entusiasmado con el recetario de política de los manuales de la ortodoxia. Pero fue una medida más que forma parte de un paquete anti consumo aplicado en las primeras semanas de este año. La suba de la luz, con incrementos de hasta 150 por ciento, el aumento de los combustibles, que se repetirá en abril, y la autorización para que distintos servicios como prepagas, compañías de cable y celular actualicen boletas son elementos que muestran la falta de preocupación del Gobierno por recuperar la demanda.
El gasto público es otro buen indicador. En 2016, pese al discurso de austeridad, los gastos aumentaron más que en 2015. Sin embargo, las jubilaciones y remuneraciones, al igual que la obra pública, subieron menos que el año anterior. El desborde de las erogaciones públicas se explicó por la transferencia de recursos a empresas del sector privado, las cuales tuvieron un incremento de 60 por ciento, unos 20 puntos por encima de la inflación. En resumen, se gastó mucho pero sin fomentar la demanda.
El macrismo se empecinó con un dólar barato. Es claro que no lo quiere para cuidar la mesa de los argentinos, cuyo consumó cayó violentamente en los últimos meses y es posible que continúe en baja este año debido a las distintas medidas anuncias en enero. Tampoco lo quiere, más allá de los diagnósticos de consultores que aseguran que seguirá la apreciación hasta octubre, con fines electorales. Los que están ganando con este esquema son grandes jugadores del mercado, que tienen la posibilidad de sacar divisas de la economía compradas a un precio de remate. Es un juego que, al igual que ocurrió en los noventa, aguanta hasta que se agote la posibilidad del endeudamiento. Imposible saber cuándo será pero lo que es seguro es que más temprano que tarde el esquema explota.
el buen inversor
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