Desde Río de Janeiro
Desde el último día del año pasado, cuando terminó su mandato presidencial, la gran duda no era si Michel Temer y parte substancial de su pandilla, empezando por su brazo derecho Wellington Moreira Franco, serían detenidos. La duda era cuándo.
Ahora, la cuestión es otra: ¿hasta cuándo quedarán detenidos? Su defensa presentará recursos junto al Supremo Tribunal Federal, y se considera bastante probable que sea emitida una decisión favorable.
De todas formas, el expresidente y sus compañeros de negocios fueron presos en un día muy propicio para el actual gobierno. Y eso, por una serie de razones.
Para empezar, las detenciones concentraron, concentran y concentrarán por las próximas jornadas las atenciones del país, justo en el momento en que la popularidad del ultraderechista Jair Bolsonaro, el capitán que lo sucedió, se desploma a velocidad vertiginosa.
Sirve, además, para intentar rescatar la llamada operación “Lava Jato” cuando su mentor, el ex juez y actual ministro de Justicia y Seguridad Pública, Sergio Moro, se encuentra sumamente desgastado. El hasta hace poco ídolo de la clase media, de los conglomerados hegemónicos de comunicación y de los dueños del capital, perdió fuerza en el gobierno, a punto de haber sido durísimamente criticado por el presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, un día antes de las prisiones.
A propósito: puede que sea pura coincidencia, pero vale recordar que Moreira Franco está casado con la suegra de Maia.
Esa muestra de fuerza de la “Lava Jato” se da a pocos días de que el Supremo Tribunal Federal haya determinado una serie de limitaciones para sus actos, al establecer que crímenes relacionados con dinero ilegal usado en campañas políticas sean juzgados por la Justicia Electoral. Además, sus integrantes impidieron que la “Lava Jato” se apoderase de unos 650 millones de dólares de un acuerdo entre la estatal Petrobras y la justicia de Estados Unidos, para instalar una fundación privada destinada a incrementar investigaciones en Brasil.
En un claro embate a la corte, el juez de primera instancia de Rio, Marcelo Bretas, estableció en su orden de prisión y allanamiento que se trata de crimen común, de corrupción activa, sin vínculo alguno con procedimientos de campaña.
A semejanza de Moro, aunque en escala bastante menor, Bretas busca encarnar la imagen del justiciero. Ahora fortalecido, pasa al electorado bolsonarista el mensaje de que Moro es ministro, pero la “Lava Jato” sigue.
La verdad es que sobran pruebas, más que indicios, de que Temer, instalado en el poder gracias a un golpe institucional, no solo mantuvo los hábitos de toda su carrera sino que amplió enormemente su sólido esquema de corrupción. Esas pruebas van de grabaciones de audio a imágenes que no dejan lugar a dudas, como la de su entonces asesor especial, Rodrigo Rocha Loures, corriendo por la calle arrastrando una valija en cuyo interior reposaban unos 200 mil dólares, la cuota semanal del esquema destinada al entonces presidente Michel Temer.
Sin embargo, no todas son flores para Bolsonaro y su tropa.
Las relaciones del gobierno con el Congreso andan mal, y la ruidosa prisión de Temer y Moreira Franco podrá servir para elevar aún más el precio de cada diputado a cambio del apoyo a las reformas de Bolsonaro.
Es natural que el capitán presidente pretenda capitalizar los beneficios de la prisión de Temer junto a la opinión pública. Pero eso sería demonizar aún más a la clase política, justo cuando más la necesita.
La Bolsa de Valores se desplomó, el dólar y el euro engordaron, la difusa opinión pública aplaudió. Ahora, a ver qué pasa.
De todas formas, no podría haber mejor regalo de cumpleaños para el capitán presidente, que ayer llegó a los 64.