LEl sábado pasado Chiqui Tapia, presidente de la AFA (Asociación del Fútbol Argentino) y su par Sergio Marchi de FAA (Futbolistas ArgentinOs AgremiadOs), se juntaron en una conferencia de prensa para hablar de la profesionalización del fútbol femenino en Argentina: los 16 equipos que son parte del campeonato de primera división tendrán garantizado el pago de un salario a algunas de sus jugadoras a través de subsidios provistos por la AFA.
La medida fue celebrada en todas las gradas porque hubo noticia: “el fútbol femenino argentino se profesionalizó”. A partir de ahora se avanzan casilleros para las mujeres que desean trabajar de futbolistas, cobrar por jugar y tener los resguardos que brinda un trabajo registrado: obra social, jubilación, vacaciones; entre otras cosas como la posibilidad de agremiación.
Hagamos cuentas para pensar las implicancias políticas, económicas y simbólicas puestas en juego con esta medida: el monto a dividir para cubrir los salarios ha sido asignado a 16 equipos que recibirán 125 mil pesos por mes cada uno. Ese dinero deberá ser repartido entre un mínimo de 8 y un máximo de 11 contratos. Considerando que cada equipo cuenta con 11 jugadoras titulares y otras tantas suplentes, dividimos el monto entre el máximo de once contratos y resulta en un salario de $11.363 por profesional que está por debajo del mínimo, vital y móvil para marzo de 2019 que es de $12.500.
También se anunció la creación de un campeonato al estilo Copa Argentina que se llamará “Fútbol en evolución”, explicitando un deseo de aterrizar en un fútbol como el que suponemos es el deseable: el fútbol profesional masculino. La idea de evolución supone un desarrollo natural de la cosa, desconociendo las decisiones políticas y la ideología misógina que configuró las lógicas del fútbol tal como las conocemos hasta ahora, dejando de lado esto que intentamos hacer carne y es que el feminismo vino a cambiarlo todo. Pero además de pensar el título que acompaña la medida anunciada, hay preguntas que resultan imprescindible hacernos cuando estamos pensando generar un cambio cultural en el mundo del fútbol y del deporte: ¿qué tipo de profesionalización podemos esperar se lleve a cabo desde una institución como la AFA? Las medidas anunciadas son un paso y se avanzan casilleros, pero todavía quedan jugadas por delante. En primera instancia es importante reconocer que la militancia feminista que pelea por la profesionalización de la disciplina carga con un alto grado de cisxesimo, el relato de esta lucha solo habla de “mujeres”, sin embargo hoy podemos tener estos debates porque trans masculinidades, trans feminidades, lesbianas, maricas y no binaries también han trabajado duro en la trinchera.
El feminismo deportivo que imaginamos trae consigo ideas descabelladas como equipos formados por diversas identidades y también jugar un mundial sin FIFA. ¿Acaso no habrá equipos del otro lado del océano dispuestos a algo similar? Si cientos de miles de personas pueden salir a la calle el día del Paro Internacional Feminista, ¿es tan descabellado pensar por fuera de estas instituciones medievales? ¿sólo es posible pensar en la profesionalización en términos heterociscapitalistas? Yacky Lazzari, de Fútbol Antipatriarcal, aporta la siguiente reflexión: “La competencia, el cupo laboral, la clasificación de lxs cuerpxs... queda mucho por resolver y yo personalmente sueño con canchas mixtas, con todos los géneros, o con ninguno, si es que algún día conseguimos dejar de clasificarnos. Hoy celebramos porque cada peldaño es un logro. Pero queremos darlo vuelta todo”. ¿Qué reglas tendríamos que abandonar? ¿Por qué muchas futbolistas quieren con tanto ímpetu pertenecer a una institución que las ninguneó e impidió su crecimiento toda vez que pudo? En noviembre del año pasado, Tapia y la AFA eran duramente criticados por la militancia del fútbol femenino por las desprolijidades en la organización del partido repechaje que nos llevaría al Mundial y hace algunos días la FIFA confirmó que Argentina es candidata para ser sede del próximo mundial en el 2023.
Es cierto que hay instancias en las que ir por adentro puede ser un buen puente, pero quizás son también tiempos en los que emanciparnos de algunas instituciones patriarcales nos signifique cambiar la ficha de evolución por la de revolución.
Otro desafío que tenemos por delante es pensar cómo estas medidas van a repercutir en los vestuarios. Nemesia Hijós, antropóloga feminista pone en juego algunas preguntas sobre la ejecución de la medida: “Creo que acá podemos ver ciertas tensiones y conflictos de intereses: ¿qué estamos buscando, qué queremos con la profesionalización? ¿equidad, condiciones justas y dignas para el deporte, para la representación del país en torneos internacionales? ¿o venta de jugadoras, contratos con marcas, exclusión y desigualdad? Tal vez mirando el mercado que generó el fútbol de varones, reconociendo las dificultades (los negocios, los casos de abusos, el destierro de lxs pibes que se vienen a la capital con el sueño de ser jugadores exportadxs, la desigualdad), nos permita generar las herramientas para que no se reproduzca este modelo y sí enaltecer el juego y las condiciones laborales adecuadas para las jugadoras. Para lograrlo, necesitamos una dirigencia comprometida que tengan en cuenta estas situaciones, que respondan a estos intereses y promuevan políticas acordes.
¿Cómo imaginamos ese fútbol que queremos jugar? La Rusa juega al fútbol de manera amateur desde hace más de 25 años, es parte del Club Social y Deportivo Cabrera, ella ensaya algunas ideas para escaparnos de la lógica capitalista y patriarcal que hoy sostiene al fútbol masculino. “Habrá que seguir dando pelea para pensar otras formas de hacer el fútbol. Para que las mujeres tengan voz en las comisiones directivas, como árbitros y como DT, para que no le den la plata del micro a la barra brava. Tanto desde adentro como desde afuera, donde habrá que seguir juntándose a jugar mucho fútbol amateur charlar y beber, divertirse y sentar posiciones, para soñar que otro fútbol es posible.”