La linterna mágica fue inventada en el siglo XVII, invirtiendo el proceso de la cámara oscura: en vez de ver las imágenes dentro del aparato, las proyectaba con la ayuda de la luz de una lámpara de aceite. Antecedente del cinematógrafo, formó al futuro público en las cualidades y características del nuevo arte. Hoy, La Linterna Mágica es un cineclub para chicos de entre 6 y 12 años que se propone formar espectadores para disfrutar de la gran pantalla, que los domingos de febrero ofrece un ciclo gratuito en el Centro Cultural de la Ciencia con El circo y La quimera del oro, ambas de Charles Chaplin, con música en vivo. “El arte tiene un carácter intuitivo, y si lo promovemos en la infancia puede que eso perdure”, sostiene Ilan Brandenburg, director de La Linterna Mágica, en diálogo con PáginaI12. “Si alguien va por primera vez al cine de grande tal vez no lo disfruta tanto por no conocer algunos de sus códigos y es lógico que suceda. En ese aspecto, el arte es totalmente infantil porque ayuda a conservar esa dimensión lúdica”, apuesta.

La historia de este club de cine se remonta a principios de los 90 en Suiza. Con el tiempo llegó a Francia, España, Gran Bretaña, Alemania, Costa de Marfil, Marruecos, Senegal, México, Emiratos Arabes, Líbano, y en 2008 a la Argentina. Además, para que los chicos entiendan el contexto de la película, hay una breve presentación y una pequeña obra de teatro que retoma algunas ideas o conceptos que desarrollan el film en particular o el cine en general, y que colaboran a comprender el arte cinematográfico. Esta estructura es algo que debe cumplir para poder integrar este cineclub internacional (www.magic-lantern.org), que plantea reglas similares para todos los países: deben realizarse nueve funciones anuales, donde se proyectan películas de diferentes épocas y países para trabajar las emociones que provoca el cine, “con películas que hacen reír, hacen soñar, hacen llorar y dan un poco de miedo”, enumera Brandenburg.

La intención de formar espectadores es sobre una experiencia global. “Hay toda una situación que hace al hábito de ir al cine”, destaca el director. “Primero, que comprenda que el cine no es un espacio para ir a comer. Ir entre pares es fundamental en la formación. Es un club de pertenencia cultural. Acompaña en la formación y el deseo de ser parte de algo de la cultura. Y que se vayan a su casa con la emoción que la película le generó y viviendo la experiencia de espectador”, se entusiasma. Para este ciclo gratuito, adelanta que trabajarán sobre la historia del cine y la temática de las películas. “Chaplin cuenta una realidad social. ¡Hay mucha tristeza en sus trabajos! Muestra otra realidad y eso tiene que ver con la formación como espectador para no quedarse solamente en el humor. Y la obra de teatro se basa en el tipo de actuación: el cine mudo es sordo, en realidad; los actores hablaban pero nosotros no escuchamos porque en esa época no se podía imprimir el sonido en la cinta. Por eso se tocaba en vivo”, sintetiza.

–Estas funciones ofrecen una experiencia casi idéntica a la que tuvieron los primeros espectadores cinematográficos. ¿Pueden compartir una misma experiencia grandes y chicos?

–En psicología, cuando se habla de juego se dice “entrar en juego”, y cada uno tiene sus reglas propias. Es entrar en un mundo perfecto en el sentido de que tiene sus propias reglas, acabado en sí mismo. En el cine entramos en ese otro mundo. . Es como con otros juegos: creemos que es muy importante hacer pasar una pelota más allá de una línea. ¿Y es tan importante el fútbol? La verdad que no, que hay cosas más importantes en la vida, pero en ese momento es fundamental. ¡Y encima se matan a patadas! (risas).

Brandenburg recuerda cuando su tío lo llevó al cine a ver Asesinato en primer grado, cuando tenía 11 o 12 años, una experiencia que le quedó grabada por participar del mundo “de los grandes”, y afirma que así descubrió que el cine “puede mostrar realidades que no se ven en otros lados”. Eso le enseñó, ahora, a que “no porque sea para chicos hay que hacer algo berreta. Los chicos entienden y mucho, y se ve en la atención que ponen. Si los técnicos se ríen, te das cuenta de que está funcionando”, explica, y se esperanza: “El C3 tiene alrededor de 500 butacas y queremos llenarlo”. “Nosotros hacemos un espectáculo. Y el arte creemos que tiene que ser para todos. No es algo adaptado, es de calidad. Si no, no lo haríamos”, concluye.

* Las funciones son a las 18. El primer y tercer domingo es El circo, y el segundo y cuarto domingo La quimera del oro. Las entradas pueden retirarse desde las 14 en el CC de la Ciencia (Godoy Cruz 2270).