En nuestro país las mujeres transformaron significativamente sus vidas a partir de la segunda mitad del siglo XX, y no hay dudas de que ha habido muchas más modificaciones para la población femenina que para la masculina. Pero si también hay diferencias respecto de la hegemónica actuación como “ecónomas” de los hogares, todavía las actividades de mantenimiento doméstico, de cuidado, de asistencia, reposan en un 85 por ciento en cuerpos femeninos. La propia ampliación notable de la expectativa de vida significa que se ha prolongado la asistencia de las mujeres. Ellas siguen gerenciando los hogares aunque los varones participan más que en el pasado en las actividades de la vida doméstica. No pocas mujeres desisten de carreras laborales y políticas porque así resuelven el tironeo entre las obligaciones del cuidado y las vocaciones profesionales y la autonomía. Pero también ha ido cambiando esta posición en la “jaula de hierro” de lo doméstico, han variado sensiblemente muchas subjetividades femeninas. Felizmente han ido desapareciendo las preocupaciones por bruñir metales, tender de modo impecable la cama y planchar camisas almidonadas. Muchísimas mujeres ya no abandonan caminos laborales, carreras y perspectivas de calificación a la hora de criar a los hijos y soportan los desafíos, a diferencia de las mujeres de las generaciones anteriores. Han aprendido a ser equilibristas y en general los acuerdos con las parejas parten de un horizonte de continuar trabajando o de continuar estudiando. Es cada vez más difícil encontrar sólo aspirantes a amas de casa. Y es cada vez más empinado el deseo de autonomía y del disfrute sexual. Muchas más mujeres se sacuden el dominio patriarcal. Y esto ya es una realidad entre las más jóvenes de todos los grupos sociales.
Dora Barrancos: Investigadora, socióloga e historiadora.