Entre las producciones interesantes de cierto jazz de gusto contemporáneo, aparece Sobre Ginastera y algunos planetas, de Francisco Slepoy, editado por TVL Rec. Se trata de un trabajo centrado en composiciones propias a partir de berretines cósmicos y elaboraciones de piezas de los Doce preludios americanos de Alberto Ginastera, originalmente escritos para piano. Hoy a las 17.30, en el Museo Nacional de Arte Decorativo (Avenida del Libertador 1902), el guitarrista y compositor presentará los temas del disco, el sexto de su producción. Junto a Slepoy en guitarra acústica de ocho cuerdas, arreglos y dirección, estarán Lucas Goicoechea en saxo, Emmanuel Famin en saxo alto y flauta, Juan Bayon en contrabajo, Francisco Cossavella en bombo leguero y canto con armónicos, y Andrés Elstein en batería.
“La idea del disco, que vamos a reflejar en el concierto de presentación, es la de hilar la obras de Ginastera con mis composiciones dedicadas a los planetas, por medio de improvisaciones inspiradas y generadas por ambos materiales”, explica Slepoy a Página/12. De esta manera “Danza criolla”, “Triste” y “Vidala”, conjugan aproximaciones y diferencias con “Júpiter”, “Saturno” y “Urano”. “Dentro de una obra tan amplia como la de Ginastera, estos preludios para piano me resultaron atractivos, porque están gestados desde ritmos folklóricos, pero con algunas alteraciones que sugieren la música tradicional de un lugar fantasioso. Esto nos deja un bagaje de información e inspiración para improvisar”, continua el guitarrista.
Slepoy pertenece a esa generación que entre la carrera de jazz del Manuel de Falla y la Escuela de Música Contemporánea se formó con maestros como Ernesto Jodos, Hernán Merlo, y Juan “Pollo” Raffo, entre otros. Desde El color en las sombras (2011), su primer disco, el guitarrista atravesó experiencias personales y colectivas que se fueron sedimentando en un estilo personal. Y hay algo más que volcó en su música: su pasión por observar los planetas. “Me encanta la idea de que todos los planetas están compuestos de los mismos elementos pero en distintas proporciones, y que estas diferencias generan desarrollos particulares. Es un fenómeno natural que puede aplicarse también a la transmisión genética de generación en generación. Así el código que se transmite sufre algunas pequeñas alteraciones que hacen que su desarrollo genere sus propias complejidades y leyes. Lo mismo con la música: las composiciones están hiladas de un planeta a otro con esa lógica”, asegura Slepoy.