PáginaI12 en Gran Bretaña
Desde Londres
Un millón de personas se manifestaron ayer en Londres y otras ciudades británicas a favor de un nuevo referendo, más de cuatro millones firmaron una petición para revocar el artículo 50 y así evitar la salida británica de la Unión Europea (UE), todo a menos de tres semanas del 12 de abril, la nueva fecha que la UE le otorgó al Reino Unido para el Brexit.
El destino de la manifestación probablemente no sea distinto del que sufrió en 2003 la marcha más multitudinaria de la historia británica para oponerse a la guerra contra Irak: un fuerte impacto político que no cambió el curso de las cosas. En tal caso, contribuyó a la erosión que viene viviendo la democracia a nivel global en uno de sus baluartes históricos, donde en el siglo XIII se crearon la Carta Magna y el parlamento. No se puede decir que el sistema tenga fecha de vencimiento, pero habrá que chequear si no está empezando a sufrir señales de arterosclerosis.
Entre los manifestantes y en la multi-partidista participación de líderes políticos, diputados, alcaldes, concejales, ONG y grupos extra-parlamentarios había una mezcla de desafío y expectativa. En las columnas que serpenteaban por el centro de Londres, un ex ministro laborista, Lord Andrew Adonis, explicaba que la salida pasaba porque el parlamento se haga cargo del proceso. “Theresa May no tiene un derecho divino a presuponer qué pensamos y qué queremos. No queremos este acuerdo que nos dejará más pobres y aislados. No queremos este gobierno que nos ha humillado internacionalmente y nos ha debilitado a nivel doméstico. Nuestro mensaje a los parlamentarios es que llegó la hora de que se hagan cargo del proceso”, indicó Adonis.
El referendo de 2016 mostró un claro desequilibrio etario - los mayores de 60 a favor de la salida de la UE, los menores de 35 en contra. Hoy unos dos millones de británicos que no pudieron votar entonces, podrían hacerlo. Según las encuestas, tres cuartas partes se inclinarían por permanecer en la UE, suficientes para dar vuelta el resultado.
Lara Spirit, co-presidenta de “Our Future, Our Choice”, un grupo juvenil formado frente a la última consulta, opinó que estaba en juego la credibilidad democrática del Reino. “El Brexit va a dañar nuestro futuro, nos va a empobrecer. La enorme mayoría de los jóvenes se opusieron en 2016 y muchos más aún, se oponen hoy. Yo era muy joven en la época de las protestas contra la guerra en Irak. Esa manifestación no evitó la guerra, algo que marca un déficit en la dinámica democrática, pero volvió mucho más difícil la repetición de una guerra. Los políticos que ignoren esta manifestación, terminarán pagando un altísimo costo”, señaló Spirit.
El problema es que el Brexit ha desmadrado la dinámica política británica. El parlamento está fragmentado en tribus muchas veces inconciliables y May ha perdido todo control sobre su partido. El acuerdo que negoció con la UE fue derrotado dos veces en el parlamento, pero el plan gubernamental es llevarlo a una tercera votación esta semana si el presidente de la Cámara de los Comunes, John Bercow, lo autoriza y si ella misma calcula que tiene alguna chance de ganar.
En el caso improbable de que el mismo parlamento que rechazó el acuerdo por 230 y 149 votos en enero y marzo cambiara de parecer este lunes o martes, el Reino Unido seguiría en el bloque europeo hasta el 22 de mayo para permitir que se apruebe toda la legislación británica necesaria para proceder con la salida de la EU. Pero si no hay votación o el acuerdo es rechazado por una tercera vez, la salida sería el 12 de abril, es decir en poco menos de tres semanas. En este período el parlamento tendría la posibilidad de realizar “votos indicativos” sobre el tipo de salida que buscaría a la actual crisis a la espera de que, si hay consenso, la misma EU extienda el período de gracia más allá del 12 de abril.
Estos “votos indicativos” tienen sabores para todos los gustos. Un nuevo referendo como el exigido en la manifestación, la derogación del artículo 50 (que dejaría al Reino Unido en la UE), petición de los independentistas escoceses, una unión aduanera que evitaría el problema fronterizo irlandés y un brutal salto tarifario comercial con Europa, propuesta laborista con cierto consenso interpartidario o la salida sin acuerdo de los euroescépticos duros.
El voto es “indicativo”, es decir, no tiene fuerza de ley. May podría negarse a adoptar esa política, aunque gatillaría una crisis constitucional que podría terminar con su mandato que, de todas maneras, tiene los días, las semanas o los meses contados. Pero además no hay mucho tiempo para el debate y existe la posibilidad de que ninguna de estas opciones comande el apoyo de una mayoría parlamentaria. Pasó hace más de una década con la negociación para reformar la Cámara de los Lores: el parlamento estaba de acuerdo en su necesidad, pero no llegó a un consenso sobre qué vía adoptar.
La negociación inter-partidaria será fundamental para evitar una repetición de este fiasco que ahora tendría consecuencias mucho más devastadoras. En medio de esta selva, es cada vez más grande el peligro de que un error, un cortocircuito, un malentendido terminen consagrando una involuntaria salida sin acuerdo de la Unión Europea, el Hard Brexit, que busca el ala dura de los conservadores.