Es el deseo de algunos que llegue el día en que triunfe el olvido sobre lo que ocurrió en la dictadura, y se rompan todos los lazos de solidaridad con los familiares de los desaparecidos y desaparecidas. Está claro que ese día no llegó ayer. Centenares de miles de personas marcharon –en Capital y en otras ciudades del país– bajo la consigna de la memoria y la unidad y para que ese tiempo de lobos no vuelva. “Nos manifestamos contra el avasallamiento que el Gobierno de Mauricio Macri genera todos los días: despidos masivos, la miseria planificada, la entrega del país a los buitres, la persecución de los pueblos originarios; la persecución a militantes; las presas y presos políticos; la grave injerencia del Gobierno sobre el Poder Judicial; retrocesos en Memoria, Verdad y Justicia, la violencia institucional, la represión a la protesta social, la censura a la prensa, el negacionismo”, enumeraron en el documento final los organismos de derechos humanos, que también le apuntaron a la Corte Suprema por los obstáculos al avance de los juicios por delitos de lesa humanidad.
La masividad de la conmemoración de lo 43 años del golpe de Estado se permitió todos los colores: desde las banderas rojas de los partidos de izquierda –que se movilizaron bajo la bandera de Encuentro Memoria, Verdad y Justicia en una segunda marcha–, pasando por el recital que tradicionalmente hacen los anarquistas en plaza Congreso, al glitter de la comunidad LGTBIQ+ que marchó con orgullo, al negro de las actrices del colectivo Fin del mundo que llevaban máscaras blancas, hasta las multicolores de los pueblos originarios, por mencionar solo algunos. En la enorme multitud que cubrió avenidas y calles alrededor del Congreso y la Plaza de Mayo se vieron familias enteras, muchos cochecitos de bebé y muchos (no es posible enfatizarlo lo suficiente) pero muchos pañuelos verdes. Las composiciones sociales fueron también muy variadas, desde el aporte popular de las nutridas columnas de los movimientos sociales, las de los sindicatos hasta sectores de clase media que suelen transitar “sueltos” en la marcha del 24.
El sindicato de prensa (Sipreba) hizo una transmisión en vivo desde la Avenida 9 de Julio con trabajadores de la televisión pública y Télam. Por ahí pasaron las ex hijas e hijos de genocidas con su propia bandera y la multitud los aplaudió. Una consigna se reproducía en todas sus formas: pequeños papeles, banderas, pañuelos, estandartes y hasta globos que flotaban sobre la multitud. Decía: “Son 30 mil”.
El escenario tuvo de fondo un interminable pasar de rostros en blanco y negro de los desaparecidos y desaparecidas y solo se permitió un alto para pasar un video del Equipo Argentino de Antropología Forense, que hace poco sufrió el riesgo de desfinanciamiento por parte del gobierno nacional. Los cantitos hacia el presidente Mauricio Macri no fueron muy amistosos: pasaron desde el ya conocido hit del verano a un más directo “fuera Macri”. A la CGT, cuando fue mencionaba, le cantaron: “Paro nacional”.
Son 30 mil
Las Abuelas y Madres subieron al escenario a eso de las 16.30, muchas de ellas en sillas de rueda ya que superan los 90 años. “Juventud acumulada”, bromeó la periodista Nora Anchart, a cargo de la conducción. “Como familiares y sobrevivientes, seguimos gritando muy fuerte: ¡Son 30 mil!”, arrancó la lectura del documento Nair Amuedo, de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora. Llevaba el pañuelo blanco en la cabeza y uno verde anudado a la muñeca. Cuando mencionó por primera vez al gobierno de Macri, llovieron los silbidos de la multitud. “Bueno, chicos, que se vaya, lo tenemos que echar”, dijo en línea con las elecciones de octubre.
“También nos trae acá la defensa de todos los derechos de las mujeres, lesbianas, travestis y trans. (Esto es lo más lindo.) Es mucho lo logrado en nuestras décadas de democracia a fuerza de luchas del pueblo: ese es el camino, con memoria y unidad”, señaló Amuedo.
“También siguen faltando alrededor de 300 hombres y mujeres que están entre nosotros: son trabajadores, padres, madres, compañeros de oficina, de oficio; vecinos, maestros y profesores de nuestros hijos e hijas; empleados, profesionales, están entre nosotros, como sus familias, que los buscamos desde hace más de cuatro décadas”, recordó la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Carlotto. “En 2018 sólo logramos resolver un caso. Los discursos que impulsan el olvido y justifican los delitos de lesa humanidad no generan un clima propicio para quienes aún tienen pendiente indagar sobre su identidad”, alertó.
“No queremos despedir a más Abuelas sin que hayan podido encontrar a su nieto o nieta, a quien buscaron por décadas, pero tampoco queremos que la apropiación se siga traspasando de generación en generación”, advirtió Carlotto. “Es importante que el futuro nunca pierda de vista el pasado”, concluyó.
Contrastes
“Hace 15 años, aquel 24 de marzo de 2004, vivimos un día histórico: en la ESMA, el presidente Néstor Kirchner pidió perdón en nombre del Estado por el silencio y la impunidad. Las luchas del pueblo por Memoria, Verdad y Justicia se volvieron políticas de Estado”, recordó una militante de Hijos. “Ese mismo día, bajó el cuadro del genocida Videla del Colegio Militar. Fue inolvidable. Porque veníamos de décadas de impunidad. La continuidad de esas políticas con Cristina Fernández de Kirchner permitió que con la fuerza del pueblo los genocidas estén en el lugar en el que Rodolfo Walsh dijo que deben estar: el tacho de basura de la historia”, indicó.
Con una búsqueda de contrastes, el documento de los organismos de derechos humanos relevó los retrocesos de los últimos años y responsabilizó también a la Corte Suprema. “Este pueblo consiguió que la Corte Suprema revirtiera el fallo del 2x1”, celebró, pero luego advirtió que la Corte desactivó la Comisión Interpoderes, que tiene decenas de sentencias pendientes que no terminan de quedar firmes, como la de la Masacre de Trelew. También indicaron que hace seis años que las condenas no están firmes en la megacausa de Campo de Mayo.
En el documento, también recordaron las desapariciones de Jorge Julio López, Santiago Maldonado y el asesinato de Rafael Nahuel, pidieron el fin de los presos políticos y señalaron al secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, como el responsable del desfinanciamiento de los sitios de memoria y de otros programas. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, también fue cuestionada por el caso Chocobar, Facundo Ferreira, las táser y las Fuerzas Armadas realizando tareas de seguridad interior, y sigue la lista. Las consignas feministas tuvieron su lugar también: la multitud estalló cuando Lita Boitano les dijo “a las compañeras”: “Anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. Y reversionó un cantito en “Unidad de las trabajadoras, y al que no le gusta, que se joda, que se joda”.