La columna era interminable. Cientos de miles de personas en las calles que rodeaban al Obelisco se juntaron para marchar a Plaza de Mayo. “Por la memoria, la verdad y la justicia. Y esperemos que este Gobierno se vaya, la gente se tiene que dar cuenta”, comentó a PáginaI12 Estela, una operaria en el área de logística, que se acercó sola a la concentración al cumplirse 43 años del golpe que dio inicio a la última dictadura. La oleada de gente empujaba hacia la Casa Rosada y los que decidieron ir en familia optaron por las calles laterales a Avenida de Mayo. “Venimos todos los años en familia recordando y militando la memoria”, aseguró Julio Duarte acompañado por su esposa y su hijo y un familiar recién llegado de Santa Fe.
Pocos minutos faltaban para que fueran las tres y la columna con los organismos de derechos humanos a la cabeza marchaba por Avenida de Mayo, en medio del revoltijo de gente. Caminando en sentido contrario se acercaba una familia de tres. “Venimos con nuestro hijo a fortalecer la democracia y encontrarnos con el pueblo en la calle. Es un día muy especial porque a pesar del golpe y lo que hicieron, hay mucha alegría y tenemos una fuerte decisión de nunca más”, destacó Vanina, antropóloga social con su hijo, Moro, de la mano y su pareja, Jonathan, sosteniendo la otra mano del nene. “Es importante y él, a los cuatro años, ya lo vive a su manera”, agregó Vanina detrás de sus anteojos negros y su melena semicanosa. Moro, un poco avergonzado, se esconde detrás de un globo negro de La Poderosa que dice “Nunca Macri” con la tipografía típica del Nunca Más.
La remera negra con letras verdes los delataba a la distancia. Cinco amigos compartiendo algo para tomar en medio de Hipólito Yrigoyen, con los colores de su gremio, el Smata. “El pueblo se está rebelando y se hace escuchar”, apuntó Diego, mecánico desde hace seis años y medio, mientras alguno de sus compañeros asiente con la cabeza. Cabeza rapada al ras y tez morena, Diego señaló que habían ido “con el sindicato porque está bueno que venga mucha gente. Además se suma que primero se terminaron las horas extras y ahora encima tenemos muchos compañeros suspendidos en el trabajo. Esto tiene que cambiar”.
Mientras, una nutrida columna de músicos los hace retroceder un paso sobre la vereda. Todos con bombos legüeros colgados en la cintura o al costado del cuerpo reclaman al son del ritmo santiagueño, bajo una bandera que los presenta: “Verdad, Memoria y Justicia. Chacarera y Liberación. Por el sendero de la soberanía cultural”.
Una vez que pasaron los bombos, la familia Duarte se alejaba de la plaza caminando por la vereda. “Todos los años venimos en familia recordando y militando la memoria”, destacó Julio, con un hijo de la mano y el otro en brazos de su mamá, ya adormecido del trajín de la marcha. “Somos militantes del Partido Intransigente en los 80. Con el menemismo parecía que todo se terminaba pero con Néstor y Cristina volvimos otra vez. Uno nunca deja de militar”, afirmó, sumando a un familiar recién llegado de Santa Fe para participar juntos del Día de la Memoria.
Promediando la masiva movilización, una familia vuelve con sus bicicletas. Cada uno lleva la suya a contramano del malón que empujaba hacia el Cabildo. “Venimos para hacerle honor a la memoria, la verdad y la justicia. Las marchas son la única herramienta que tenemos para manifestarnos”, apuntó Carlos mientras su esposa Claudia muestra su bicicleta hecha de bambú y lleva en el manubrio un pañuelo que dice “Memoria, Verdad y Justicia”. La hija de ambos, María Claudia, escucha a sus padres y asiente concordando con sus dichos. “El escenario hoy es la calle”, sentenció Carlos, que llevaba una remera negra con el perfil del ex presidente Néstor Kirchner y la frase “a los jóvenes les digo sean transgresores, opinen, la juventud tiene que ser un punto de inflexión del nuevo tiempo”.
Enfundada en el pañuelo verde a favor de la despenalización del aborto, Florencia, de 27 años, explica que marchaban “para homenajear a mi abuelo que estuvo chupado en Mansión Seré”, el mayor centro clandestino de detención de Morón, que respondía a la Fuerza Aérea. “Tenía una imprenta e hizo unos volantes para el 17 de octubre de 1976. Tuvo suerte y lo largaron seis meses después”, agregó, mientras hacía un parate en medio de la marcha ya sobre la Plaza. Terminando de masticar una galletita destacó: “Siempre venimos. Pero más ahora con este Gobierno, que son los mismos cómplices que se enriquecieron durante la dictadura. Se enriquecen con los males de nuestro pueblo. También estamos acá para que no vuelvan nunca más”. Detrás, su hermano escucha y su mamá muestra orgullosa el pañuelo naranja que exige la separación de la Iglesia del Estado.
Casi dentro de la Plaza de Mayo, Julián se reúne con sus amigos frente a un puesto de hamburguesas. “Somos de Lanús y vinimos para recordar a los treinta mil que nos arrebató la dictadura para imponer el sistema neoliberal. Apuntaron a los dirigentes que constituían la resistencia social a ese modelo”, asegura, a la vez que explica que ni él ni sus cinco amigos pertenecían a ninguna agrupación ni partido político. “Venimos a denunciar a los cómplices de la dictadura”, agrega el joven.
El trailer de la Asociación Madres de Plaza de Mayo estaba casi llegando a la plaza con el bullicio y los aplausos a granel. Aldana y dos amigas, con las remeras de ATE Capital que dicen “Son 30.000”, volvían de encontrarse en la columna del gremio. “Me parece importante rescatar la memoria de una época donde se impuso el horror y el sufrimiento del pueblo”, aseguró, mientras sus compañeras se sentaban en un escalón a esperarla. “Queremos justicia, pero también que se limpie al Poder Judicial”, sumó su propio reclamo al final, “porque hay que generar conciencia social”.