Desde Madrid
“¿Qué más quieren que haga el chaval con las bandas de música que le ponen alrededor?”, se preguntaba un lector del diario Marca este fin de semana, después de que la Selección Argentina perdiera 3-1 con el joven combinado de Venezuela. No era el único que apuntaba en esa dirección. Las redes sociales en España se mofaron del intento de taco de Darío Benedetto, sobre el final del partido, con el que quiso habilitar a Messi para definir frente a Fariñez. “No es lo mismo que jugar con (Luis) Suárez”, decían recordando el taco formidable del uruguayo, que logró filtrarle una pelota entre tres jugadores, para que Messi superara fácilmente al guardameta del Betis.
Fue un partido que disputó el club catalán tan solo una semana atrás, y en el que los blaugranas ganaron 4-1. Demasiado cerca en el tiempo como para que el capitán argentino lo recuerde, y pueda lamentarse. La expresión de su rostro después del malogrado pase del delantero xeneize lo dejaba en evidencia.
En su regreso a la Selección Argentina, la única noticia positiva para el rosarino es la unanimidad de la prensa internacional sobre la necesidad de apartarlo del mal momento que pasa el equipo nacional. “El suplicio de Messi en la Selección no tiene fin”, titulaba un periódico catalán. “Messi predica en el desierto”, destacaba otro madrileño.
Un sentimiento similar se percibió en el Wanda Metropolitano la noche del viernes. El puñado de miles de argentinos que se ubicó en las gradas del estadio del Atlético Madrid vibró únicamente cuando la voz del estadio nombró a Messi. Al final del juego, lo volvieron a reconocer. “Messi fue el mejor, pero parecía que no recibía bien los pases. Los jugadores no jugaban como en el Barça, no se desmarcaban”, decía lacónico un hincha argentino de camino a la boca del subte.
Es paradójico que en contraste al mal presente de Messi en el seleccionado, en Barcelona siempre se dé la situación inversa. El próximo fin de semana, Messi tendrá oportunidad de seguir acortando distancia para romper otro récord: 600 goles con la primera del club blaugrana. Un hito que reconocen hasta los rivales, como sucedió ante el Betis, cuando el rosarino marcó el tercero de su equipo y despertó una ovación que el propio jugador tildó de inédita en su carrera.