El domingo circuló mucho en redes sociales un video de las Madres en 1978. Hablaban en Plaza de Mayo ante un periodista extranjero que seguramente había venido por el Mundial. Pedían por sus hijos, por sus nietos, relataban espontáneamente y muy angustiadas que ya no tenían dónde recurrir. Las vi jóvenes, aunque con esa ropa de época que las hacía mayores, señoras. Me hizo pensar que las Hijas ya estamos más cerca de la edad que tenían ellas en la dictadura que de la edad de nuestros padres y madres cuando desaparecieron.
¿Significa eso algo? ¿Algo más que el simple paso del tiempo? Al principio sólo me impresionó, como hace veinte años me impresionaba ser mayor que mis papás, que se habían quedado en esa eterna juventud en blanco y negro de las fotos carnet de los desaparecidos. Las fotos de la bandera.
Pensé que ya me identifico más con ellas, las Madres –las que salieron o saldríamos a buscar a sus hijos o hijas, a pedir, a luchar por ellos y ellas– que con sus propios hijos.
Y entonces me di cuenta. La imagen más conmovedora de la marcha del domingo (para mí). La vi en un video publicado por este diario: un grupo de pibes y pibas, pero sobre todo pibas, de alrededor de quince años. Vienen por Avenida de Mayo cantando a los gritos y levantando las manos. No se escucha el principio pero dicen algo así: “…nuestro camino, marcado por las Madres y les compañeres desaparecides viven en nosotres porque no nos han vencido”.
Capaz a algunos les cause gracia. A mi se me pone la piel de gallina. Hay una generación nueva en la calle. Una generación a la que queremos proteger y preservar pero que ya es autónoma, independiente, un colectivo nuevo con reglas nuevas. Una generación que ya tiene memoria, una genealogía en la que apoyarse pero también sobre la que diferenciarse. Una generación alegre, poderosa, con una agenda inescindible de la inclusión, la diversidad, el feminismo. Una generación unida a las Madres y a las Abuelas por puro amor y admiración, sin dobleces. Una generación preparada para dar su pelea. Son nuestros hijos. Están en la calle. Y son el futuro.