Un grupo de tareas de la dictadura secuestró en diciembre de 1977 a las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet, quienes fueron torturadas y arrojadas vivas al Río de la Plata en uno de los “vuelos de la muerte”. Ellas eran, a su vez, compañeras de Ivonne Pierron, quien participaba también en el trabajo religioso que desarrollaban en la Argentina hasta que el genocida Alfredo Astiz se infiltró en las Madres de Plaza de Mayo. Ivonne logró escapar porque la Embajada de Francia diseñó un operativo que consistió en maquillarla, vestirla como anciana y sentarla en una silla de ruedas para subirla a un avión y sacarla del país. Volvió con la democracia, en 1983, y se instaló en el monte misionero, donde levantó una obra con el dinero de su jubilación y los donativos que consiguió de su familia y amigos argentinos. Cuando los restos de Duquet fueron identificados y, tiempo más tarde, inhumados en la Iglesia Santa Cruz, Ivonne viajó a Buenos Aires para la ceremonia. “La historia se repite. A Jesús lo mataron porque molestaba mucho al poder. Hoy tenemos la prueba, la prueba de que eran ellas, que sólo nos induce a luchar más”, dijo en su discurso. Pierron murió en septiembre de 2017 a los 89 años. Ivonne, de Marina Rubino, cuenta parte de su vida y se estrenará este jueves 28 en el Gaumont.
Marina Rubino es artista visual, cineasta y docente. Licenciada en Artes visuales, fundadora de Grupo Documenta, vive en Unquillo, Córdoba. Como directora realizó Tunteyh o el rumor de las piedras. Yvonne es su segundo largo. “La idea de este documental surgió por uno de los integrantes de nuestro equipo, José Bautista Flores, que era un anciano sabio e indígena, que vivió con Ivonne en Misiones”, cuenta la directora a PáginaI12. Ivonne había desarrollado su tarea catequística durante varios años en un paraje del monte misionero. Su vida había sido retratada en otros documentales, como Missionaire, realizado por María Cabrejas, Fernando Nogueira y Gustavo Cataldi en 2004. En 2013, Rubino se preguntó qué aporte podía tener su mirada. “Lo primero que hice fue acercarme a Ivonne y contarle que quería hacer una película, si ella quería”, recuerda. Como Ivonne ya estaba bastante viejita, la directora hizo una especie de “mapa” a través de sus amigos. “Una de esas amigas me contó cómo fue el testimonio de Ivonne en la Megacausa ESMA (en el documental se ven partes del juicio que estructuran el relato) y que ella tenía el registro en video del momento en que dio testimonio. Me interesó el hecho de que haya sido testigo de sesenta años de historia en nuestro país y de poder contarla”, comenta la cineasta.
–¿Fue difícil conseguir el testimonio?
–Para nada. Lo difícil fue que empezamos el trabajo cuando Ivonne tenía 86 años y su memoria se estaba diluyendo. Era repetitiva con algunos recuerdos, en francés recordaba mucho más que en castellano. Por eso, en la película todas nuestras conversaciones fueron en francés.
–Se conoce bastante sobre la etapa de la dictadura, pero no tanto sobre la anterior. ¿Cómo realizó la investigación de la vida de Ivonne?
–Hay libros y pudimos hacer la investigación a través de los amigos. Dimos con personas que habían estado con ella en Morón, que trabajaron en el Hospital de Curuzú Cuatiá, donde trabajó de enfermera en 1956. Hablamos con gente que la conoció cuando estuvo con los mapuches en Neuquén. En mi película, el eje está puesto en la ligazón entre las Ligas Agrarias y la desaparición de las monjas. Las Ligas fueron un movimiento argentino muy importante, el primero que la dictadura trató de desarmar, una Liga de campesinos. Y ella, en la lucha de los campesinos por conseguir mejoras laborales –sobre todo los tabacaleros, porque estaba en la zona de Corrientes–, participó de huelgas, de pedidos de mejoras en la venta de la producción. A ese movimiento llegó también Alice Domon y lo primero que trataron de desarmar los militares fueron esas Ligas. Fueron los primeros secuestrados. Las monjas viajaron a Buenos Aires a tratar de gestionar el exilio de algunos campesinos y a ver qué estaba pasando con personas que eran secuestradas y desaparecían. Ahí se vincularon con las Madres.
–¿Ella llegó al país en 1955?
–Sí, llegó porque la rama femenina de la Orden Misiones Extranjeras de París fue creada por una argentina, Dolores Salazar. Y Salazar adoptó a Ivonne casi como una secretaria. Estas mujeres eran enfermeras, maestras y normalmente viajaban a la India o al Africa. Salazar les decía que en la Argentina no había necesidad, que el país era muy rico y que si había alguna familia que tuviera un problema se juntaban entre varias mujeres y la ayudaban. Cuando Salazar decidió venir con un grupo de monjas la trajo a Ivonne. Ivonne se preguntó para qué iba a ir a la Argentina si allí no había necesidades. Dolores estaba vinculada con la oligarquía argentina y con los militares. Y ahí empezó todo.
–¿Cómo llegó Ivonne a ayudar a los pueblos originarios en el sur?
–El primer contacto fue en el Malleo, Neuquén, con la comunidad mapuche, alrededor del ‘58. Como era enfermera, ya había pasado por el Hospital Militar de Curuzú Cuatiá, y auxiliaba a los mapuches. Se dio cuenta de las injusticias que estaban pasando, de que las mujeres mapuches eran tejedoras y que cobraban una miseria. Entonces propició que crearan una Cooperativa de Mujeres Tejedoras.
–¿Cómo recordaba ella misma la época de la dictadura?
–Ella tenía muy presentes a sus amigas. A Domon la secuestraron el 8 de diciembre de 1977 y a Duquet a los dos días. A Ivonne la persiguieron, y llegó hasta Corrientes. Los campesinos le dijeron “Andate”, porque ya sabían que la estaban persiguiendo. Y en enero de 1978, Ivonne se exilió en Francia, en un operativo organizado entre las Madres Superioras de esa Orden en Argentina y la Embajada de Francia en Argentina. Logró escaparse primero a Uruguay y luego a Francia. O sea que ella vivió dos años de dictadura. Recordaba toda esa época con mucha rabia. Ella dijo: “Yo me exilié en mi propio país. No quería estar en Francia”.