El director de Ceremonial de la Cancillería, Marcelo Suárez Salvia, presentó su renuncia como consecuencia del papelón ocurrido el domingo a la noche cuando los reyes de España, Felipe y Letizia, debieron esperar casi una hora a bordo de su avión ya aterrizado porque no encontraban una escalera del tamaño apropiado para que descendieran. El canciller Jorge Faurie hasta anoche no había aceptado la dimisión dado que no consideraba a su funcionario responsable de lo ocurrido. En el ministerio preferían apuntar para el lado de la empresa estatal Intercargo, que viene sufriendo varias podas desde la llegada del macrismo. La prensa española resaltó el insólito incidente.
Felipe y Letizia aterrizaron en aeroparque el domingo a las 21. Según contaba ayer el diario madrileño El País, el avión de los reyes, en su maniobra de aproximación, rozó con una de sus alas el Tango 04, habitualmente estacionado en el área militar de Aeroparque. Los accidentes siguieron cuando los empleados que trabajaban en la pista se dieron cuenta de que la escalera disponible no era apropiada para el Airbus 310 de la Fuerza Aérea Española y que el hangar donde se guardan las escalerillas se abrían sólo con la huella digital de un encargado que no se encontraba en ese momento. Hasta que el empleado llegó y liberó el acceso para rescatar la escalera que se usa para el Tango 04 pasó casi una hora. Recién entonces los reyes pudieron bajar y fueron recibidos por Faurie.
En la carta de dimisión presentada a Faurie, en lenguaje engolado, luego de repartir responsabilidades a otros y autoelogiar la tarea que viene desempeñando su oficina, Suárez Salvia evalúa que “dado que se trata de un infortunio en el marco de una visita de Estado, considero mi deber ofrecer mi renuncia al cargo con el que se me honrara designándome”.
Lo cierto es que desde la Cancillería se había dispuesto que los reyes descendieran en Aeroparque en vez de hacerlo, como es tradicional, en el Aeropuerto de Ezeiza, con la idea de que tuvieran que viajar menos hasta el hotel Four Seasons. Pero nadie se encargó de verificar que hubiera una escalera del tamaño adecuado para un avión de ese porte, mayor que los que aterrizan habitualmente en esa pista. En la Cancillería preferían pasarle el fardo a la empresa Intercargo, contratada para encargarse del servicio de rampa.
Pero no es el primer papelón reciente del Gobierno en el rubro. Durante la Cumbre del G-20, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y su esposa Brigitte, no encontraron nadie que los recibiera cuando descendieron de la escalerilla del avión y terminaron saludando a los trabajadores aeronáuticos que se encontraban allí. Minutos después apareció la vicepresidenta Gabriela Michetti, quien, apurada, ensayó un diálogo de bienvenida en un francés incomprensible.