Supo hacer varias veces de mafioso, aunque está en las antípodas de un ser maligno. Se sabe: el actor siempre juega a ser otro. Roly Serrano tiene una trayectoria impecable en teatro, cine y televisión, pero es ante todo un gran humanista. Así se desprende de su encuentro con PáginaI12. Serrano nació en Guachipas, un pueblito de unos 600 habitantes al sur de Salta capital. Tuvo una infancia difícil, con maltratos incluidos, vivió en la calle, aunque el dolor de niño tal vez no limó todas sus heridas y prefiere no hablar del tema. Pero está dispuesto a dialogar sobre el estreno de El kiosco, film de Pablo Gonzalo Pérez –que se estrena mañana jueves–, a pesar de estar con una agenda cargada, ya que está grabando El marginal 3 para la TV Pública.
El film aborda el fastidio que tiene Mariano (Pablo Echarri) con su trabajo de oficinista. Tras aceptar un retiro voluntario, invierte el dinero obtenido y todos sus ahorros en la compra del kiosco de Don Irriaga (Mario Alarcón), un lugar repleto de buenos recuerdos en el barrio de su niñez. Poco tiempo después, descubre que la calle sobre la que está ubicado su flamante kiosco será próximamente cerrada al tránsito para hacer un viaducto, obra que dejará a su emprendimiento completamente aislado. Condenado a una ruina inminente, Mariano tiene los días contados para hacer algo que los salve, a él y a su familia, antes de que la calle quede clausurada. Y contará con la ayuda de Charly (Roly Serrano), un vendedor de pizzas al que lo conoce todo el barrio y que buscará aportar su solidaridad.
“Después de hacer tantas cosas de violencia, tengo una especie de tendencia a agarrar todo lo que sea humanidad. Hablo de historias más humanas”, comenta Roly Serrano en diálogo con PáginaI12. El actor ya había trabajado con el cineasta en un corto: Te llevo en la sangre. “Cuando él me dio el libro, sin leerlo, conociendo cómo escribe Pablo, le dije que sí porque le decía que sí a un amigo. Me dijo: ‘Este personaje lo pensé para vos’. ¿Qué la podés contestar a un amigo?: ‘¿Cuándo empezamos?’”, recuerda Serrano.
–Es una película cuyo contexto es el que está atravesando toda la Argentina en estos momentos, ¿no?
–También es un problema endémico en la Argentina eso de que estamos bien, y pasamos a estar mal. Aparte es hasta folklórico cuando decimos: “Estoy bien, pero ya voy a estar mal”. Es como un folklore nuestro de no poder respetar ni apreciar lo bueno de las cosas, y siempre tenemos una negatividad adelante. El “no” es una cosa que tenemos los argentinos como sello. Hasta hablamos con la negatividad.
–Ahora, problemas como la falta de dinero para pagar el kiosco, la hipoteca de la casa y demás hacen pensar que si bien es un film de ficción tiene elementos documentales de la actualidad. ¿Usted lo ve también así?
–Es una metáfora de realidad, de todas las dificultades que los argentinos tenemos para vivir. Todo es contra. Parece ser que estamos ejercitados a vivir en la clandestinidad. Todo lo que hacemos tiene que ser por abajo. No estamos acostumbrados a vivir en la legalidad. Todo es bajo poncho. Si yo pongo un negocio, no hago un trámite para ponerlo porque ese trámite me va a llevar doscientos años y no sé si lo voy a poder poner. Hay una cultura nuestra de decir: “Ma si, si yo lo puedo hacer por la mía, lo hago por la mía”. No estamos acostumbrados a respetar las normas. Hasta siento que esas normas son un escollo para poder avanzar, para poder ir hacia adelante.
–En ese sentido, el personaje de Echarri es una excepción porque demuestra que en épocas en que todo sale mal, no es bueno querer sacar ventaja. No es el típico chanta porteño.
–Lo que intenta demostrar el personaje de Pablo es que, a pesar de todo, uno puede seguir adelante y tiene que intentar ir adelante. Y no amilanarse ante la negativa o todo lo que sea la imposibilidad. Creo que los pequeños cambios, los pequeños logros sociales tienen que ver con eso, con: “Esto es posible cambiarlo”, porque si no, no avanzamos ni vamos para ningún lado. A pesar de todas las dificultades y los escollos que va encontrando, el personaje de Pablo insiste en querer cumplir su sueño.
–Su personaje tiene la experiencia de haber vivido mucho tiempo como comerciante, pero no pierde la solidaridad, algo imprescindible para atravesar situaciones como las que muestra la historia.
–Bueno, eso muestra la solidaridad que tenemos los argentinos. Somos seres, en general, muy solidarios. Nos es muy difícil, a veces, mostrarlo y demostrarlo porque nosotros mismos, a veces individualmente también tenemos que ir saltando escollos y tratamos de salvarnos ante la realidad. Pero los argentinos somos tremendamente solidarios. Creo que mi personaje, Charly, demuestra eso: es posible que alguien te dé una mano. Te cagan bien, pero hay uno que no.
–Repasando un poco aspectos de su historia: nació en un pueblo y padeció el maltrato de pequeño en una infancia difícil que, incluso, lo llevó a vivir en la calle. ¿Qué piensa ahora que se denuncia masivamente el maltrato infantil? ¿La sociedad mostró un cambio en estos años?
–Eso me parece maravilloso. Hay un cambio en este momento tremendamente revolucionario que tiene que ver no sólo con el maltrato infantil sino con la revolución que están haciendo las mujeres como, por ejemplo, el Ni Una Menos o el tema del aborto. No es porque esté a favor del aborto. Estoy a favor de que las personas –y en este caso, las mujeres–, puedan elegir qué hacer con su cuerpo. Y con respecto al maltrato es tremendo. Somos una sociedad tremendamente maltratadora. Ver, escuchar y leer todos los días lo que viven los niños y las mujeres, uno dice: “¡Por Dios!”.
–Hoy, la publicidad bombardea mediáticamente con el culto al cuerpo, ¿usted sufrió discriminación en el campo artístico?
–Siempre me consideré un hombre feo pero hoy me dijeron que no (risas). Creo que el tema del culto al cuerpo es algo tremendamente nocivo para todos porque el valor está puesto en otra cosa: el valor es el cuerpo, la belleza. Y el valor no es el talento o la buena gente. Una chica que tiene una cola grande ya perdió. O sea, no puede tener la posibilidad de sentirse linda. La belleza pasa por otro lado. Creo que tenemos que empezar a apuntar alguna vez a que la belleza pase por otro lado. No por si tenés ojos azules o un cuerpo de 90-60-90 porque desgraciadamente ese es el culto que la televisión y los medios venden y no le dan importancia a los otros valores, a los verdaderos valores del ser humano.
–Volviendo a la profesión, ¿qué le aportó el teatro para el cine?
–Técnicas tremendamente distintas. La única cosa que nos acerca es que en el cine mientras menos hacés, más verdadero es. En cambio, en el teatro, mientras grande es tu verdad, más se ve.