La Selección Argentina finalizó la última gira antes de participar en la Copa América, con un saldo negativo respecto de su rendimiento. El mayor interrogante que dejaron los encuentros ante Venezuela y Marruecos, es saber si el conjunto nacional podrá ubicar las piezas para poder transformarse en un equipo confiable. Lo que se vio hasta aquí del ciclo que comanda Lionel Scaloni no difiere mucho de lo que entregó en el último año y medio, cuando el plantel era conducido por Jorge Sampaoli. Y ni siquiera el regreso de Lionel Messi sirvió para encaminar a un grupo que sigue en la búsqueda de su identidad. Las expectativas que hay para el torneo continental no son muchas, más allá de los nombres que intentan aparecer como protagonistas con proyección.
Lo que más duele es saber que desde el encuentro ante Francia en la ciudad de Kazán, el 30 de junio de 2018, por los octavos de final del Mundial de Rusia, no se ha evolucionado. El control del fútbol argentino continúa distorsionado en todos sus aspectos, y el del seleccionado en particular todavía más, ya que no ha podido definir ni siquiera qué ocurrirá con su conductor luego del 7 de julio, cuando finalice aquél torneo en el estadio Maracaná.
El gol de Angel Correa de ayer ante los marroquíes no podrá quitar los males que siguen acosando a un seleccionado, que a partir de sus propios desarreglos administrativos va perdiendo lentamente su ubicación como potencia mundial. Desde la despedida de Rusia, lo que se puede rescatar como positivo fue la convocatoria de César Luis Menotti, alguien que comprende el juego, y desde el lugar que le asignaron puede ayudar a cambiar un formato de trabajo que dejó de ser efectivo hace tiempo.
La posibilidad de que luego de la Copa América se inicie una refundación de los seleccionados argentinos es real, para que al menos el prestigio se empiece a recuperar cuanto antes. Sólo eso.