Las pibas aparecen con fuerza en el universo del freestyle y plantean en sus batallas temas que les interesan. Se entrenan, tiran rimas, se “exprimen el cerebro”, sienten que el freestyle les da “felicidad en estado puro”. Se sueltan, responden a comentarios misóginos que nunca faltan y disfrutan de lo que cada una tiene para decir. Les gusta cruzarse, hacerse amigas y compartir lo que hacen. En plazas, rondas y competencias, el freestyle es su forma de expresión, lo descubrieron y les fascina, les produce adrenalina y satisfacción. Practican con amigas y cada vez más, batallan entre ellas o contra varones. “El plus que tienen estas pibas es haber conocido esta cultura y empezado a rapear teniendo a otras referentes mujeres muy fuertes, como me pasó a mí, con Actitud María Marta”, dice Kris Alaniz, que rapea y canta desde que tenía 16. Corrían los 90, y esa banda que empezaron Karen Pastrana y Malena D’Alessio tocaba por todos lados. Quince años después, Kris marca una diferencia: “En aquella época no existía esa hermandad entre raperas que sí existe hoy. Nos conocíamos entre todas pero no teníamos esa unión para decir, ‘Che vamos a hablar entre nosotras’. Porque tampoco había la conciencia feminista que hay hoy. Y eso es algo muy positivo. Las chicas arrancaron en una movida donde ya nosotras veníamos movilizando y abriendo puertas para que ellas ahora puedan estar tirando freestyle. Antes, nosotras no teníamos ese poder”.
¿Por qué?
–Porque nos quitaban el micrófono de la mano, así de literal, y empezaba a rapear un varón y nadie decía nada. O estabas en una plaza compitiendo con alguien y le decías algo que no le gustaba a esa persona y te pegaba una piña, también literal. Eran cuestiones muy fuertes las que sucedían hace unos años. Por eso, la pensabas dos veces antes de meterte en la movida del freestyle. Abrir ese camino no fue fácil. Hoy hay un montón de pibas que se están sumando y nos dicen ‘Gracias a ustedes nosotras estamos acá’. Eso está buenísimo pero también siento que es gracias a ellas porque despertaron a ese empoderamiento de decir ‘Yo también puedo, yo también quiero hacer esto y mi género no me condiciona para nada’.
La cita es en el Centro Cultural Recoleta, que propone los fines de semana un espacio dedicado al hip hop y al rap. Roma, Aby, Sofía y NTC se acercaron al freestyle a través de amigos, primos o hermanos.
NTC tiene 21 años y es de Liniers. En septiembre del 2015, un amigo la invitó a un evento en Tecnópolis. Se trataba de una batalla de freestyle que reunió a más de diez mil personas. Cuando terminó el espectáculo, NTC le dijo a su amigo: ‘Yo quiero hacer eso’.
Sofía es de La Plata y también tiene veintiuno. Fue con su primo a un evento en Gonnet en 2016, y empezó a meterse en la movida y a organizar sus propios eventos. Roma tiene dieciséis y vive en Palermo. Se acuerda que al principio tenía vergüenza. La primera vez que “tiró freestyle” fue directamente en una batalla. Nunca antes había batallado ni improvisado con alguien, siempre lo hacía sola. “Me anoté a cara de perro”, cuenta. Fue en Parque Saavedra y tenía catorce años.
Aby conoció el rap a través de su hermano graffitero que la invitaba a esas salidas. Una vez, fueron a una plaza cerca de su barrio, en Virrey del Pino, donde había rondas de rap. Aby no participaba pero empezó a escribir rimas y dice que se desahogó. Después se decidió a competir. “La primera batalla no me la olvido más. Fue terrible. Me tocó con un chabón muy potente, y tenía que arrancar yo. Los primeros treinta segundos de batalla me quedé muda, no me salió nada. Después vino él, y cuando me tocó de nuevo a mí, tiré varios acotes y me sorprendí. Desde ahí no paré”.
Se animaron a seguir ese deseo y se potenciaron entre ellas. ‘Vos andate a la cocina’, escuchó NTC que alguien le dijo. Ella contestó ‘No sé cocinar, sé rapear’. Hay batallas en las que abundan los comentarios machistas, sin embargo las chicas ya no se quedan mudas y responden: “Me bajan los lompas si yo lo decido”, respondió una de ellas en una batalla. Cuentan que todavía escuchan cosas como ‘Vos no podés batallar, sos mujer’. Pero ahí, el impulso para seguir es aún más fuerte. “Si salimos de lo que son las batallas femeninas y vamos a lugares medio recónditos, son todos chabones”, aporta NTC. “Entrás vos a la ronda y todos te observan como ‘Mmm qué hará ahora’. Sigue sorprendiendo el rol de las mujeres acá porque somos minoría en comparación a la cantidad de chabones que hay”.
Son feministas, militan y llevan esa militancia al rap, que es lo que las apasiona. “Eso al público masculino le molesta. Les molesta, por ejemplo, que me suba con el pañuelo verde, incluso algunos competidores me lo han dicho”, cuenta NTC. “O me dicen: ‘No mezcles la política o la ideología con el rap y el hip hop’. Pero el hip hop nace de una rebelión justamente política, nace de la desigualdad y tiene mucho que ver con eso. Lo que les molesta es el feminismo.” Roma trae otra imagen a la charla. La de una batalla en la que un varón le dijo que “él representaba la lucha de NiUnaMenos”. “Dijo eso como queriéndose comprar al público, yo le respondí ‘Qué raro un machito queriéndose meter en nuestro movimiento’”. Según Sofía existe un público “muy doble moral que dice que apoya el feminismo”, y se acuerda que en una ronda era la única chica con siete varones, y los siete hablaban en nombre del feminismo. Sin embargo, después de la batalla le dijeron iba a terminar en una bolsa en una zanja.
Rapeamos todas
“Que las pibas se estén anotando en Red Bull, la competencia internacional más importante del freestyle, es un gran logro para todas las compañeras que vienen haciendo rap desde hace tanto tiempo”, sintetiza Kris acerca de este momento del rap, donde las pibas protagonizan batallas inolvidables. La primera vez que hubo una mujer rapeando en Red Bull fue en el año 2015. Kris recuerda: “En esa competencia estaba La Joaqui, que es una de las primeras freestylers argentinas en participar en este tipo de batalla internacional. ¿Qué pasó con ella? La pusieron a batallar con el ex novio que empezó a rebajarla con cosas muy misóginas que el público aplaudía y lógicamente ganó él. Ella terminó llorando en los camarines. Y desde ahí no volvió a anotarse ninguna piba hasta ahora, que se anotó Tink”.
Kris viene de una generación donde le decían ‘Rapeás bien, igual que un chabón’, y dice que no competía por el nivel de agresividad que tenían las batallas. “Mucho bullying, muy gordofóbico, muy transfóbico, todo lo que no nos gusta, eso eran las batallas. Hoy en día hay muchas batallas que no aceptan este tipo de acote y eso hace que otra gente pueda incluirse a las batallas de freestyle sabiendo que va a estar cómodo con su persona”. Las batallas pueden ser libres o con alguna temática determinada. Cuando eso sucede, las temáticas feministas aparecen con mucha frecuencia. “Es muy hermoso porque el hombre siempre queda opacado”, dispara Kris. Y agrega: “¿Te digo por qué? Porque las mujeres estamos mucho más informadas y tenemos mucha más data de lo que se puede decir, entonces ellos dicen ‘Temática feminista, ok me alejo’, ‘Ok, este es tu espacio, no tengo que decir nada’. A nosotras nos pasaba antes, en contextos súper machistas como Red Bull u otras batallas, que el pibe empezaba ‘Me cojo a tu vieja, me garcho a tu hermana y a vos también y blah, blah’, y entonces una quedaba sumisa en un rincón, sin decir nada. Ahora con las temáticas feministas los pibes dicen ‘Acá no me puedo meter’. Ahora tenemos nuestro espacio, nuestro lugar que no lo pueden invadir y me parece alucinante”.