Cada tanto el cine de Hollywood imagina que su propio país, la potencia económica y bélica más grande del mundo, es víctima de una amenaza superior que se adueña de aquello de lo que ellos mismos se sienten guardianes: de la libertad. Se trata, claro, de relatos distópicos para los que suele ser necesario crear un poder más allá de este planeta, porque en la Tierra no hay (por el momento) un poder capaz de convertir en realidad esa fantasía con visos paranoides. Para ser usadas en ocasiones como esta se inventaron las invasiones extraterrestres y de eso se trata La rebelión, quinta película del estadounidense Rupert Wyatt. Conocido por el magnífico trabajo que realizó en 2011 con el reinicio de la saga de El planeta de los simios, acá el director y coguionista cuenta su propia versión de la conquista del mundo por parte de una civilización alienígena, eligiendo desentenderse del aspecto más espectacular de la ciencia ficción para contar una historia de intriga.
Como ocurría con Invasión extraterrestre, aquella serie de televisión que fue furor en los 80, La rebelión es sobre todo la historia de la resistencia, la de sus miembros y la de los esfuerzos que realizan para que la humanidad recupere las riendas de su destino. Como en la serie, acá el enemigo también es una raza depredadora cuyo plan es saquear los recursos naturales de la Tierra y para ello cuenta con aliados humanos, quienes a cambio de beneficios ayudan a mantener al pueblo oprimido.
El mecanismo que la película utiliza para tratar de sostener el suspenso es hacer que el foco del relato vaya cambiando de un personaje a otro, recorriendo así distintos niveles dentro de la organización subversiva en el momento en que ésta intenta darle un golpe maestro a la estructura política de los invasores. Esos saltos que la película va dando de protagonista en protagonista acaban por atentar contra el ritmo del relato, volviéndolo por momentos confuso. Del mismo modo, las permanentes vueltas de tuerca durante el último tercio terminan pareciéndose a conejos saliendo de una galera, sin que ninguno de ellos represente un impacto significativo en el asombro del espectador. De ese modo La rebelión no consigue provocar demasiadas sorpresas y en consecuencia tampoco mucho interés. Ni siquiera la presencia de actores como John Goodman o Vera Farmiga logran sumar puntos a una película que, contando con los elementos necesarios para ganarse la atención del público, no sólo que lo consigue en pocas oportunidades sino a veces se acerca demasiado al territorio del aburrimiento.