PáginaI12 en Brasil
Desde Brasilia
Ha sido un éxito la estrategia del caos aplicada por Jair Bolsonaro en estos primeros tres meses de gobierno. Displicente declaró ayer por la mañana que sus choques con el Congreso son “una lluvia de verano” que pasará cuando los “diputados jóvenes” ganen experiencia. Frente a las tempestades lo mejor es decir “Brasil encima de todo, Dios encima de todos”, recomendó y vaticinó que “otros problemas vendrán” .
Ese buen humor permite suponer que estaba ajeno a que el dólar abrió este jueves superando la barrera de los cuatro reales y que en los diarios se menciona su falta de atributos de estadista puesta en evidencia en estos ochenta y siete días de gestión caracterizados por una sucesión de escándalos y disputas. Una crisis permanente. Esta semana se avivó su pleito con el titular de Diputados, el conservador Rodrigo Maia, y surgió la polémica con ex presos políticos debido a su exaltación del golpe de 1964 que dio lugar a un gobierno que, aseguró, no fue una dictadura. “Ningún régimen es una maravilla. ¿Y dónde has visto a una dictadura entregar el gobierno en forma pacífica? Entonces no fue una dictadura”, opinó el mandatario. Lo mismo o parecido dijo el jefe del bloque oficialista en el Senado, el Mayor Olimpio. Y algo parecido afirmó la representante del gobierno en Diputados, Joyce Hasselman.
El presidente arribó a Brasilia procedente de San Pablo, donde ayer suspendió a último momento la visita a una universidad donde los estudiantes lo aguardaban al grito de “fascista” y “golpista”.
La semana pasada había desatado otra controversia al insultar a los inmigrantes brasileños residentes en Estados Unidos mientras lo recibía Donald Trump. Antes de volar a Washington había sido criticado por intimidar a dos periodistas conocedores de la relación entre el “clan Bolsonaro” (formado por el gobernante y sus hijos) con las milicias parapoliciales que asesinaron a Marielle Franco en Río de Janeiro. Atacó a los cronistas con una de las decenas de fake news publicadas en su Twitter desde el primero de enero. Una lectura inicial de esta conducta permanentemente belicosa indica que fue contraproducente: en dos meses y medio perdió quince puntos de popularidad, convirtiéndose en el presidente con peor imagen al comienzo de su mandato. Sin embargo, cuando se repasa con más cuidado su forma de ejercer el poder, una segunda lectura sugiere que sus gafes son parte de un plan. Un método que podría estar inspirado en la estrategia del shock. Parecida a la que se aplicó en el Chile de Pinochet. Se dice que un senador pinochetista le regaló el libro El Ladrillo, sobre el modelo liberal aplicado por el dictador chileno, del cual Bolsonaro es un admirador.
En el amplio campo de las derechas brasileñas, banqueros, congresistas, jueces y editores no logran descifrar el jeroglífico político bolsonarista. Le piden que actúe con moderación, que se reconcilie con Maia, el líder parlamentario, a fin de facilitar la aprobación en la Cámara baja de la reforma previsional elaborada por el ministro de Economía, el también pinochetista Paulo Guedes. Bolsonaro escucha los consejos, finge haber entrado en razones y promete una tregua con el Poder Legislativo. “Le envío un abrazo (a Maia)”, dijo ayer.
Pero hasta el momento sus promesas de comportarse con más tino generalmente cayeron en saco roto. Así lo hizo frente a la crisis venezolana: luego de recibir críticas por su posición belicista el mes pasado, dijo que descartaba de plano la invasión militar. Pero se desdijo la semana pasada en la Casa Blanca cuando dejó abierta la posibilidad de que Brasil tome parte en una aventura bélica.
Lo mismo se aplica respecto de su defensa de los ministros más extremistas como el de Educación, el profesor colombiano y simpatizante de Alvaro Uribe, Ricardo Vélez Rodriguez. La demanda para que el funcionario dimita va desde el Partido de los Trabajadores y los sindicatos de profesores, a los medios de comunicación más poderosos. Ese amplio espectro de repudio se debe a que el ministro propuso crear escuelas dirigidas por policías o que los alumnos reciten, y sean filmados al hacerlo, el lema bolsonarista “Brasil encima de todo, Dios encima de todos”. La exigencia de renuncia se agigantó ayer después de que el funcionario demostrara su falta de competencia en una audiencia parlamentaria. Durante su presentación Vélez Rodríguez, había usado al narcotraficante colombiano Pablo Escobar como ejemplo a seguir para alejar a los jóvenes de Brasil de la drogadicción. Indiferente a los pedidos de renuncia, Bolsonaro ratificó en su puesto a Vélez Rodriguez.