Oscar Edelstein se entusiasma y de entrada asegura que se trata de un descubrimiento. Habla de la Sala Cristal Sónico, el resultado de un largo trabajo de investigación que aborda junto al físico Manuel Eguía en el marco del Programa Teatro Acústico de la Universidad Nacional de Quilmes. En esta institución pública, Eguía creó el Laboratorio de Acústica y Percepción Sonora, donde colabora desde hace cinco años Edelstein. “Estoy seguro de que la Sala Cristal Sónico tendrá consecuencias relevantes e impredecibles en el plano de la perspectiva acústico-musical, sobre todo cuando sus usos y aplicaciones se vayan haciendo más conscientes y sus metodologías y técnicas, dominadas”, asegura el compositor, que no duda en hablar de “un nuevo concepto de sala para una nueva idea de música”, a partir de una relación que postula otra idea de arte musical y ciencia acústica, resignificando ambos términos, otorgándoles una nueva dirección y un sentido común.
Sobre esa idea, Edelstein compuso Viaje a la Catedral de Santa María de los Venados. Se trata de una obra pensada para la Sala Cristal Sónico montada en el Auditorio Nicolás Casullo de la Universidad Nacional de Quilmes (R. S. Peña 352, en Bernal), que se podrá escuchar desde hoy hasta el 13 de abril, los viernes y sábado a las 19.30 y a las 20.30. La producción es del Laboratorio de Acústica y Percepción Sonora de la Universidad de Quilmes y en la parte técnica, que dirigió Eguía, en las distintas etapas del montaje y programación trabajaron Ignacio Spiousas, Federico Joselevich, Sol Gómez, Leonardo Salzano, Francisco Durante, Lucas Gonzalez, Pablo Riera e Ignacio Castro, entre otros.
Edelstein destaca que es la primera vez que se incorporan sus principios del cristal sónico a una producción artística. “Los principios acústicos de la sala y, por ende, del sonido, derivan de los cristales sónicos. Es un meta-material formado por una grilla de tubos y columnas, que a partir de su configuración geométrica permite focalizar, direccionar y amplificar el sonido. Los cristales sónicos pueden construir espejos, lentes y prismas acústicos que modifican la percepción sonora del espacio. Y así generan ilusiones de desplazamiento, aceleración y perspectiva, a partir de las fuentes sonoras convencionales”, explica.
La integración entre sala y obra es uno de los puntos centrales de la experiencia. “La obra incorpora a la sala como a un nuevo instrumento musical, que puede alterar las propiedades del espacio acústico durante la performance, mediante cambios en su arquitectura”, enfatiza Edelstein, que planteó Viaje a la Catedral de Santa María de los Venados como una ópera en tres ciclos de treinta minutos cada uno. “Para este primer ciclo que presentamos decidí utilizar un mecanismo músico teatral inocente”, explica el compositor. “Quería que la primera lectura de este recorrido resultara de una ingenuidad teatral estallada, como un múltiple espejo de ilusiones en variación, pero observadas por un niño. Así asocié los cristales con diferentes ‘Casas de acción’: Muñecas ciegas, La política, Laberintos de los creyentes, Una idea de Dios, El origen de la música. Ya en el segundo y tercer ciclo de la ópera, si bien las ‘Casas’ se mantienen idénticas o se invierten en sus sentidos, la mirada es otra”, agrega.
En ese recorrido aparecen desde un hada rubia hasta un croupier, pasando por Zipoll, Sónica, y Lilit, entre otros, que serán interpretados por Natalia Cappa, Lucas Werenkraut, Natalia Marcet, Anahí Fernandez Caballero, Sofía Drever, Deborah Claire Procter, Gabriela Bergstein, Capitán Stronatti, Lucas Soriano y Horacio Andres Castelli. La parte instrumental estará a cargo del Ensamble Cristal Sónico, dirigido por Edgardo Palotta. La dirección artística es de Edelstein. Las sorpresas, para el espectador, comienzan ya en la antesala de la Sala Cristal: allí hay una “cámara ciega”, a la que se ingresa en grupos limitados. “Permanecen unos minutos a oscuras mientras escuchan una voz que invita a recobrar el sentido perdido de la audición espacial. Al ingresar a la Sala Cristal el sentido de la vista se recupera poco a poco, pero subordinado a la experiencia auditiva”, detalla el compositor.
La sala funciona también como una partitura tridimensional de la Obra, que además puede ser recorrida a través de un sistema de parlantes y fuera del tiempo de performance. “Obra y sala están concebidas como un recorrido por diferentes tipos de memoria, que se relacionarán a las diversas configuraciones espaciales de los cristales sónicos. Estas memorias generan un diálogo entre los momentos del ensamble, cuando el público se ubica dentro de la sala, y los momentos por fuera de la performance, en los que recorre la sala asociando en su itinerario posiciones en el espacio y configuraciones de los cristales con distintos pasajes de la obra”, detalla Edelstein. “Hay un punto en el que la imaginación ocupa el lugar de la memoria y crea imágenes acústicas inusitadas. Cada escucha de la obra es única y la obra nunca se repite a sí misma, funcionando también como una instalación sonora cuando los músicos no están presentes”, concluye.